Benjamín Torres Uballe
En los vaivenes surrealistas de este México inigualable, pocas cosas sorprenden a los estoicos habitantes. Desastres naturales, miles de ejecutados por el crimen organizado, pillos disfrazados como políticos —saqueando las arcas públicas— y los groseros impuestos de primer mundo —con servicios de quinta clase— han dejado de asombrar por su grosera recurrencia.
A pesar de ese entorno, el pasado 16 de abril llamó poderosamente la atención un hecho insólito, del cual la memoria no registra precedente: el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, ante miles de subordinados, ofreció “una sentida disculpa a toda la sociedad agraviada por este inadmisible evento”. Se refería al vergonzoso caso de tortura exhibido en las redes sociales donde elementos castrenses y de la Policía Federal torturan a una mujer en Ajuchitlán del Progreso, Guerrero. ¿Alguien o algo obligó a ofrecer esa disculpa?
Cienfuegos había mostrado el camino de la exculpación. Entonces, dos días después, vino Renato Sales Heredia, comisionado nacional de Seguridad, también a pedir públicamente perdón por los mismos agravios: “Externo aquí una pública disculpa por esos hechos; procede, sin duda, pedir perdón por ellos”. El viraje de la administración peñista en materia de derechos humanos, particularmente en cuanto a la tortura —práctica generalizada en el país, según la propia ONU y diversas ONG—, es evidente, pues hoy se reconoce plenamente en voz del jefe del Ejército algo que por décadas trató de ocultarse. Seguramente no fue sencillo para los militares aceptarlo en público, y menos disculparse. ¿Cómo lo habrán negociado?
La moda es para seguirse, aseguran los grandes diseñadores. Tal vez por ello, o por instrucciones expresas, Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública —por ahora enfrascado en una guerra de vencidas con líderes del IPN—, no tardó en disculparse por la negligencia con que la dependencia actuó en el abyecto caso del Kínder Montessori Matatena en la Ciudad de México, donde varios alumnos fueron abusados sexualmente.
No es frecuente que los funcionarios reconozcan sus errores ni que se disculpen, sobre todo aquellos del gabinete legal, pues además de exponerse ante la opinión pública como ineficientes, se ubican en el riesgo inminente del despido. Sin embargo, quienes pidieron perdón y se disculparon no parecen encontrarse en esa incómoda situación. Por lo pronto, ahí siguen, en el puesto, disfrutando de las prerrogativas y los cotizados afectos presidenciales.
¿Qué sigue después de las disculpas mediáticas?, nos preguntamos. ¿Esa moda se establecerá como una norma política o una costumbre en la comunicación social para el control de daños? Diversas voces de la sociedad consideran que la aparente expiación gubernamental obedece al actual proceso electoral y a las elecciones del próximo 5 de junio, cuando el partido en el poder vislumbra una competencia intensa, la cual, a su vez, marcaría la pauta para el 2018.
Si bien pedir perdón por los yerros nada soluciona, la acción podría considerarse como una pretendida válvula de escape para el “mal humor social” y el profundo rechazo de la población a la clase política en general. Nada levanta el ánimo popular como ver a un político en aparente desgracia aceptando que la “regó” y ofreciendo las disculpas que sean necesarias.
Vamos a ver cuántos burócratas del más alto nivel desfilan por la pasarela del perdón con tal de no perder la estima del señor Presidente ni los sueldos millonarios y abundantes prerrogativas a que están acostumbrados por sus imprescindibles servicios a la patria. La moda del perdón no admite objeciones y hay que seguirla sin pretextos, el diseño viene de Los Pinos.
POCA POLÍTICA, MUCHO NARCOPOLÍTICO
El anuncio de Manlio Fabio Beltrones, presidente del PRI, generado por el retiro de las candidaturas a tres candidatos tricolores para presidentes municipales por presuntos nexos con el crimen organizado en el estado de Tamaulipas, no impresionó a nadie. Simplemente forma parte de las estrategias del Revolucionario Institucional para intentar rescatar la entidad de un fracaso electoral que se puede ver ya en el horizonte. El baño de sangre, bloqueos, balaceras, levantones y extorsiones tienen aterrorizados a los tamaulipecos, que están desesperados por el pésimo gobierno del priista Egidio Torre Cantú.
La denuncia de Beltrones soló confirma la vox pópuli: el crimen organizado está infiltrado por todas partes en Tamaulipas —como en otros lugares del país—. No en vano el Departamento de Estado de la unión americana ha incluido a la entidad en sus alertas de viaje y recomendado a sus ciudadanos no viajar a la región debido a la incontrolable violencia. Así de grave se encuentra Tamaulipas, con un mandatario estatal que sólo está de adorno.
@BTU15