Colaboración de Gabriel Casillas
Los mercados financieros internacionales han tenido un muy mal inicio de año. El índice Dow Jones lleva una caída acumulada de 8.3 por ciento, el S&P500 de 8 por ciento, el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, 5.5 por ciento, el FTSE100 de la Bolsa de Londres, 7.4 por ciento, el Nikkei japonés, 10.9 por ciento y ni se diga las bolsas en China, en donde el índice Shanghai Composite lleva una pérdida de 17.7 por ciento en lo que va del año. Lo mismo ha sucedido en las divisas de países emergentes, en donde el rublo de Rusia ha perdido terreno frente al dólar de EU en 7.2 por ciento, el rand de Sudáfrica, 8.3 por ciento y el peso mexicano, 5.5 por ciento. De hecho, este 2016 ha sido el peor inicio bursátil para los índices Dow Jones y S&P500 en toda su historia.
Algunos analistas de mercado y economistas ya están vaticinando que nos encontramos entrando a “la siguiente gran crisis”. Yo considero que no. En mi opinión, lo que realmente estamos experimentando es muy similar a lo que les ocurría a los transbordadores espaciales durante las misiones que llevaban a cabo. ¿A qué me refiero? A que cuando inicia una crisis, el estrés financiero que se vive es similar al estrés que experimenta un transbordador cuando despega de su plataforma, hasta que llega a la fase en que orbita alrededor de la Tierra. No obstante lo anterior, el final de las crisis, sobre todo cuando éstas fueron muy profundas y prolongadas, el regreso a la normalidad no es necesariamente todo felicidad o tranquilidad. En este sentido, el retorno de los transbordadores a tierra firme (re-entry) es un proceso complicado en el que la nave enfrenta temperaturas extremas y mucho estrés físico para atravesar las capas más altas de la atmósfera. Tal como está ocurriendo en los mercados financieros internacionales ahora que estamos regresando a “la normalidad”, que están registrando una gran cantidad de estrés o volatilidad. Considero que esto es muy importante porque ya pasó mucho tiempo del inicio de la crisis económico-financiera global de 2008-2009 y no es fácil discernir si estamos saliendo de esa crisis o si ya estamos entrando en otra. Yo considero que estamos saliendo de la crisis anterior, principalmente porque fue en EU que inició y después otras economías se contagiaron. Ahora es EU quien está saliendo. Tan es así que el Fed ya inició un ciclo de alza de tasas de interés, por muy gradual que vaya a ser.
Pronosticar que habría una ola de alta volatilidad en este año no era difícil con las múltiples y variadas fuentes de incertidumbre que se aprecian en el horizonte. No obstante lo anterior, a mi me sorprende que sean las preocupaciones sobre una desaceleración en China las que han brindado este mal despertar a este año que apenas empieza. Como he comentado ampliamente en este espacio (“¿Qué tan preocupante es la situación en China?”, 18 de agosto, 2015), no hay duda de que la economía china se está desacelerando. El PIB de este país ya no se encuentra creciendo a tasas de 10 u 11 por ciento, sino del 7 por ciento y probablemente crezca entre 6 y 6.5 por ciento en los próximos años. Los mercados deberían estar muy preocupados si hubiera señales de que China crecerá menos de lo que se espera, pero eso no está sucediendo. Hoy por hoy no se están observando revisiones masivas a los pronósticos de crecimiento de China. Asimismo, esta desaceleración está ocurriendo por buenas razones. Es decir, por el cambio de modelo que están llevando a cabo las autoridades de ese país. Por años China fue un país orientado a la inversión para estar centrado en la exportación de manufacturas. Como hemos comentado, ese modelo se les agotó. Es por ello que las autoridades chinas desean modificar el modelo en donde el motor de crecimiento de su economía sea el consumo interno. Esto no es sencillo de lograr y mucho menos en una economía en la que ni siquiera se encuentran bien definidos los derechos de propiedad.
Desafortunadamente lo que considero que nubla el juicio de los participantes de los mercados es la confusión que transmiten las autoridades chinas mediante acciones de política inconsistentes o mal comunicadas. En agosto del año pasado, la comunicación sobre las modificaciones a su régimen de tipo de cambio fue muy deficiente y de hecho, fue el detonador de una ola de alta volatilidad, que inclusive retrasó al Fed para iniciar su proceso de normalización de tasas de interés. Ahora esta nueva serie de preocupaciones ha sido detonada por la inconsistencia entre querer liberalizar los mercados y a su vez, querer que esto suceda gradualmente con medidas de “fuerza bruta” como no permitir la venta libre de acciones en sus bolsas o mediante el uso excesivo de reservas internacionales para forzar una depreciación gradual del renminbi (su moneda). Hacia delante, no creo que veamos una crisis, pero sí considero que experimentaremos una serie de episodios recurrentes de alta volatilidad en donde, por ejemplo, si las autoridades chinas llevan a cabo una acción de política económica que de confianza a los mercados, reinará la tranquilidad por un tiempo, hasta que se vuelvan a equivocar.
*El autor es economista en jefe de Grupo Financiero Banorte.
Twitter: @G_Casillas