Cinco años de tropiezos en la imposible labor de negar la realidad y justificar la invención de una verdad alterna, parecen haber llegado a su fin.
Basta con analizar a fondo estas palabras del presidente de la República, y del abogado de los familiares de los jóvenes asesinados en Iguala, para sentir cómo se caen los pedazos de una farsa mal montada.
–“Ya con la información que se tiene, si logramos que nos ayuden los que están detenidos o quienes están en libertad, podemos lograr lo más importante: encontrar a los muchachos. Porque ahora todo, ¿no?, parece estar enfocado a culpar al Ejército de que no ha dado información, cuando lo que tenemos que tener como prioridad es encontrar a los muchachos, y la información que ya se tiene y la que podemos obtener en estos tiempos nos pueden conducir a eso”.
Como dice alguien: con todo respeto, ¿encontrar a los muchachos nueve años después, cuando todos sabemos, hasta con pruebas forenses universalmente admitida cómo los asesinaron, no es un error de apreciación o de fraseo; es una burla:
“…No es culpar por culpar; no es nada más:
‘Fue el Estado y fue el Ejército’, y ya.
“No, vamos a conocer la verdad, lo que sucedió. Yo no voy a mentir ni vamos a fabricar algo que no sea cierto, y vamos a actuar con rectitud, y no somos iguales.
“Y estoy también muy consciente que —no por los padres, pero sí nuestros adversarios, porque así son estas cosas— quisieran que nosotros fracasáramos, como en otras cosas, para tener motivos y cuestionar nuestro gobierno, estoy consciente de eso”.
¿Entonces, cuando por las calles gritaban los voceros de la izquierda, fue el Estado, fue el Estado, también se equivocaban? ¿O era cierto en tiempos de Peña y dejó de serlo en los actuales?
Pero la negativa de los padres de los muertos de recibir más papeles sin sentido es la peor prueba en contra de quienes hicieron una promesa y no la pudieron cumplir. La comisión de la verdad ha sido un fiasco absoluto porque partía de una premisa falsa; una mentira: encontrar vivos a los asesinados. Mintieron entonces y después. No se puede llegar a la verdad si el primer paso es mendaz y convenenciero.
Y yo; personalmente, se lo dije a Alejandro Encinas cuando se inició todo este teatro de falsas expectativas.
Por eso vale la pena reflexionar en estas palabras. No son mías, son de Vidulfo Rosales, quien no tiene la confianza del gobierno, pero la representación de los padres de las víctimas:
“Encinas nos ha leído una narrativa de dónde estamos en el caso, que se acerca más a la verdad histórica que a los nuevos hechos…
“…Nosotros habíamos platicado con Encinas, nos había contado que contenía su informe, pero ahora incorpora elementos nuevos, más cercanos a la verdad histórica, que criminaliza a los estudiantes. Además, reduce todo a un tema regional, dejando por fuera la responsabilidad de las autoridades. Nosotros vamos a analizar qué hacemos, si continuamos el diálogo o no… en definitiva, no se está dando ninguna respuesta a la solicitud planteada…”
Si eso llegara a ocurrir será la tumba de la Comisión. La única verdad será su ineptitud.
UNAM
Le entrega la Universidad Nacional los salones de Minería al magnífico arte de Guillermo Ceniceros, uno de los más originales y prolíficos artistas plásticos de México.
Esta muestra, anudada a la magna exposición de Sergio Hernández, en el Colegio de San Ildefonso, exhibe la capacidad de divulgación artística y cultural de la UNAM frente a la anemia y pereza de la casi inexistente secretaría de Cultura del gobierno video real, dedicada a cortar presupuestos y limitar la creatividad.
La inauguración de ayer se dio en el marco de la entrega de los premios de ingeniería y arquitectura a Roberto Eibenshutz y Xavier Cortés Rocha, eminencias ambos en sus campos y especialidades.
Rafael Cardona