Un cable de acero hace de escalón, no debe de medir más que unos cuantos centímetros de grosor. Si fueran más amplios no tendría gracia. Uno a uno forman una escalera que asciende al cielo austríaco. Los pies, nerviosos, no encuentran pisada firme, la escalera se tambalea, a veces de un lado a otro, otras, de arriba abajo. Große Donnerkogel no es lugar para los que sufren de vértigo. Bajo los pies, una garganta de piedra maciza, más allá los Alpes, grandes picos nevados, alguna que otra nube y al fondo, Dachstein, el pueblo más cercano que parece diluirse en el horizonte.
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