Evo Morales inauguró este jueves el Museo de la Revolución Democrática Cultural, dedicado a la lucha campesina desde la Colonia hasta el Gobierno del primer presidente indígena de Bolivia. El museo se encuentra en el pueblo natal de Morales, Orinoca, una población de 600 habitantes situada a tres horas de la ciudad más cercana, Oruro. El costo de su construcción fue de alrededor de ocho millones de dólares.
El principal fondo del museo ha sido donado por el propio Morales: los 16.000 regalos que recibió durante sus 11 años como gobernante, sobre todo de las comunidades rurales. Por tanto, contiene una muestra importante de símbolos indígenas del poder, como cetros, látigos y gorros ceremoniales. “No es un museo de los regalos, como se quiere hacer ver; hemos puesto la donación del presidente en el contexto de las luchas indígenas, de las que sale Evo”, explica a este diario Leonor Valdivia, una de las curadoras del museo.
La obra, en la que trabajaron reconocidos historiadores y artistas nacionales, cuenta con todas las condiciones y servicios de un repositorio moderno: sala de exposiciones eventuales, centro de documentación, biblioteca, cafetería, tienda, etc., dispuestos en más de 10.000 metros cuadrados, lo que lo convierte en el museo más grande del país. Este despliegue lo hace excéntrico para la zona en la que está emplazado, que es una de las más pobres de Bolivia.
La imagen de Morales es preminente en la exposición, que contiene vídeos con sus discursos más famosos, así como retratos y fotografías suyas. La construcción del museo fue ordenada por el Gobierno en 2006, a pocos meses de la asunción del líder izquierdista. El mismo decreto gubernamental declaró a Orinoca “patrimonio histórico nacional” y a la humilde vivienda donde el presidente nació “monumento histórico”.
Durante todos estos años el museo ha sido objeto de controversia. Para sus críticos, contribuye al “culto a la personalidad” que supuestamente prodiga el oficialismo a su líder y es un gasto inútil, porque, debido a su ubicación, no podrá ser utilizado por buena parte de la población. Para sus defensores, permite el acceso público a los cuantiosos y valiosos regalos entregados al presidente y contribuye a la tarea gubernamental de enaltecer el aporte de las naciones indígenas, ancestralmente marginadas, a la cultura y la política del país.
Fuente: El País