abaBrújula
Ana Paula Ordorica
Cleveland, Ohio.- ¡USA! ¡USA! ¡USA! ¡Trump! ¡Trump! ¡Trump! Gritaban anoche todos en el piso de la Quicken Loans Arena cuando entró el magnate para aceptar, humildemente, la candidatura del Partido Republicano.
«Somos un equipo», les dijo Trump a los presentes. Y de ahí se arrancó: «vamos a regresar a nuestro país de vuelta a ser seguro, próspero y pacífico». Más gritos de aclamación.
Trump no falló a los pesimistas. Siguió con su visión de un EUA catastrófico. En lo interno, por culpa de los migrantes ilegales. Y por ello los presentes comenzaron a gritar: ¡construye el muro! ¡Construye el muro! Y en lo internacional por acuerdos malos (el nuclear con Irán) y acciones débiles de Obama. Todo además por haber nombrado a Hillary Clinton Secretaria de Estado.
Y entonces los presentes siguieron con su grito de la semana: «¡a la cárcel! ¡A la cárcel! ¡A la cárcel!» El grito dirigido a Hillary toda la semana.
Donald Trump logró animar a los delegados presentes, sin duda. Sobre todo cuando habló de cambio. Las cosas deben cambiar y él representa esa posibilidad. Hillary Clinton es el status quo. Es Obama cuatro años más.
El actual simpatizante de Trump es primordialmente hombre de 55-64 años preocupado por la economía y por el terrorismo. Este segmento no es suficiente para ganar.
La elección de noviembre será una en la que los independientes y los indecisos acaben siendo, curiosamente, quienes decidan quien será el o la próxim@ inquilin@ de La Casa Blanca. Sabemos por ello que tanto Trump como Hillary deben sumar ese segmento del electorado y por ello, concluyendo esta semana en la que Trump se ha tenido que acercar a su partido primero, ahora tendrá que acercarse a ese otro gran electorado.
Trump y su campaña tuvieron una semana bastante atropellada. El discurso de su esposa Melania opacó el lunes al encontrarse que había sido plagiado del que diera Michelle Obama en el 2008 para presentar a su esposo Barack. Todo el martes no se habló más que de ello. Enterrado quedó el tema del día, que tenía que ser la seguridad y la economía.
El miércoles la campaña volvió a perder la brújula cuando el ex contrincante de Trump en las primarias, Ted Cruz, dio un largo discurso en el que nunca apoyo abiertamente al candidato del partido. ¿Cómo pudo la campaña permitir esa grosería en horario estelar en la que debía ser la fiesta de Trump, el implacable?
Pero finalmente el jueves en la Quicken Loans Arena Trump dio la vuelta a esa mala racha y recibió hurras. Un discurso muy muy largo, pero que encendió a los más de 2 mil 400 delegados presentes.
El problema es que los que estaban anoche en la arena son apenas una fracción del electorado que está dividido en cuatro: en los que apoyan a Hillary; en los que la odian y votarán por Trump; en los que apoyan a Trump y en los que lo odian y votarán por Clinton.
Entre estos votantes hay un segmento que tiene la alternativa de salir a votar con las narices tapadas o de no votar. Es en ellos en los que se tiene que enfocar Trump. Por el tono del discurso de anoche, parece que lo que ha decidido Trump es seguir por el camino del miedo; de la violencia y del pesimismo, para animar a estos votantes.
¿Ganará la apuesta? El 8 de noviembre lo sabremos.
@AnaPOrdorica