Francisco Martín Moreno
No, no quiero estar en los zapatos de Manlio ni estaría dispuesto a presidir un partido político podrido como el PRI, en realidad, una pandilla política que se ha adueñado del país durante varias décadas en las que México se ha precipitado en el atraso, al extremo de llegar a una escandalosa cifra de 50 millones de mexicanos sepultados en la pobreza.
En ningún caso hubiera aceptado el siniestro encargo de sacar adelante las elecciones del PRI en Veracruz, gobernado por un sátrapa, corrupto y asesino que hundió en la miseria al Estado más rico y simpático del país, una cuna del liberalismo mexicano. ¿Cómo defender a Duarte, cómo ganar una elección en esas condiciones cuando una inmensa mayoría del electorado execraba al gobernador saliente acusado prácticamente de todos los delitos imaginables?
Sin duda alguna el PRI debe pagar los platos rotos porque durante el gobierno de Peña Nieto se acumularon dos millones más de pobres, dos millones más de marginados, el crecimiento económico fue la mitad del que se disfrutó durante el último año de gobierno de Calderón, el peso se devaluó un 40%, los desaparecidos rebasaron el número de 50 mil, la corrupción resultó escandalosa en la Federación pero, sobre todo, en estados como Veracruz y Chihuahua, para ya ni hablar de estados narcos como Tamaulipas y Guerrero, estados fallidos que el gobierno no ha podido controlar. La pésima reforma tributaria instrumentada por la actual administración, vació los bolsillos de los contribuyentes y disparó la recaudación federal, sí, gran éxito pírrico, pero también politizó a la nación que asistió “enojada” a las urnas por robo descarado de sus impuestos extraviados en la corrupción y en la ineficiencia. La irritación fue brutal. El voto de castigo al PRI proyecta imágenes muy pesimistas para el tricolor en el 2018.
¿Cómo defender a un César Duarte, gobernador de Chihuahua, otro priista cabeza de pandilla, accionista de un banco, entre otras graves acusaciones de corrupción y nepotismo, enriquecimiento inexplicable, uso ilegal de facultades, en aquel riquísimo Estado norteño, habitado por compatriotas industriosos de buena fe y reconocido talento creativo?
No, no hubiera querido estar en los zapatos de Manlio y menos, mucho menos, aceptar como condición para subir al trampolín para saltar a la Presidencia de la República, el hecho de ganar por lo menos 10 de las 12 gubernaturas en juego, el domingo pasado. ¿Cómo defender lo indefendible? Ahora tendrá que pagar los platos rotos y contemplar el 2018 con unos poderosos prismáticos con los que difícilmente alcanzará a ver Los Pinos…
¿Y Roberto Borge, gobernador de Quintana Roo, acusado de expropiaciones sospechosas, vinculadas con desarrolladores inmobiliarios, entre otros cargos de trascendencia penal no menos graves?
No, no quiero estar en los zapatos de Manlio. ¿Que le pueden pedir delicadamente su renuncia o dimitirá por no haber sacado adelante las candidaturas priistas a pesar de los Duarte, de Borge y de otros tantos más…? ¡Sí! ¿Fue una trampa? ¿Él mismo se la puso al confiar en exceso en sus habilidades y subestimar el poder del voto de los ciudadanos mucho, pero mucho más que enojados? México habló en las urnas con más fuerza que nunca gracias a las redes sociales que nos ayudaron a tomarnos de la mano. Ahora sólo falta que el PAN vuelva a incumplir las promesas de Fox y Calderón de encarcelar a los “peces gordos…” Nos vemos en el 2018.