Colaboración de Francisco Fonseca
El tema trillado de cada semana es el de la corrupción. Todos los días, los medios de comunicación destapan cenagales y cloacas en los ámbitos público y privado. Y los comicios están a la vuelta de la esquina. Cada día que pasa nos percatamos más de lo extendida que está la corrupción en nuestros tiempos. Sin embargo, creo que no solo en nuestros tiempos, sino que desde que el hombre ha pisado la faz de la tierra. La corrupción es el mal de la sociedad que descompone todo lo que alcanza. No tiene límites ni medida, no se detiene ante nada. De hecho, no se detendrá. Se terminará cuando el último cierre la puerta. Y posiblemente quede alguien afuera para sembrar otra vez la semilla.
En esta época vemos, cada vez con más frecuencia, ejecuciones, secuestros, detenciones, consignaciones, encarcelamientos. Oímos de sobornos, compras, cohechos, extorsiones, pagos indebidos, seducción. Aquí están involucrados todos los servidores públicos que usted imagine. No escapa ningún nivel ni área alguna. Obviamente esto no es privativo de nuestro país ni del poder público. Se da a nivel mundial, y con más fuerza y frecuencia que aquí. Y es una vergüenza pero no se hace algo, se hace nada. Las autoridades cierran los oídos, reina la impunidad.
No obstante, se produce un hecho muy significativo en nuestra sociedad: la pérdida de la capacidad de asombro. Uno de esos aciagos momentos para la sociedad que confiaba en su autoridad policial fue la detención, allá en la década de los ochentas, de quien fuera jefe de la Policía de la Ciudad de México de apellido Durazo. Y ni por eso nos asombramos. Después se han dado innumerables asesinatos, denuncias, detenciones, consignaciones, fugas al extranjero, regresos del extranjero, arraigos, etc., que no tendría memoria ni papel. Los medios de comunicación juegan aquí, hoy y siempre, importantísimo papel. Es tal el bombardeo de información que se genera en cada caso, que el siguiente debería ser más importante.
No cabe duda del papel central de los medios. 1974 fue un parteaguas histórico como catalizador de la prensa en la renuncia del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon. El cuarto poder formó parte sustantiva. Y a partir de aquel suceso, lo sigue siendo en el quehacer histórico de cualquier país. Salvo dictaduras afianzadas con prensa controlada.
Los medios de comunicación están encontrando, cada vez más, una razón de supervivencia importante; las denuncias contra la corrupción y el eco que resuena y hace temblar Gobiernos. Están surgiendo periodistas con valentía y coraje; la mayoría finge, la minoría actúa apegada a sus convicciones. Lo interesante sería conocer hasta qué punto se encuentra desarrollada la corrupción dentro de los mismos medios. Porque no podemos dudar que la corrupción también se enseñorea allí, y más incisivamente. Sería tema de varios editoriales.
Es mucho lo que hay que hacer para revertir la corrupción, la descomposición social, y construir y crear nuevos seres humanos. Es el esfuerzo de la educación, de la cultura, de la justicia.
Para finalizar, he escrito someramente de la corrupción en las áreas gubernativas. Pero tampoco es privativa de éstas. ¿No es tan o más corrupto el taxista que cobra lo doble de la tarifa autorizada? ¿O el tendero que no le devuelve el cambio completo a una persona analfabeta que pretende comprar, y que le vende kilogramos de ochocientos gramos? ¿O el casacambista que maneja en su beneficio los costos de las divisas? La corrupción se enseñorea y se extiende.
Lo he escrito varias veces, y lo volveré a decir: es la continuidad de esfuerzos, sobre todo de quienes son responsables de las áreas educacionales, de administración, procuración e impartición de justicia, y de la importantísima labor de la policía que vigila… ¿vigila?… las calles y hace sus rondines. ¿Veremos algún día revertir la corrupción nuestra de cada día?