Nombre genérico con el que se designa a los seis cadetes mexicanos del Colegio Militar que murieron heroicamente en la defensa del castillo de Chapultepec durante la invasión estadounidense de 1847. Los seis cadetes fueron Juan de la Barrera, originario de la Ciudad de México, nacido en 1828; Juan Escutia, nacido en Tepic, Nayarit, alrededor de 1830; Francisco Márquez, nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1834; Agustín Melgar, oriundo de Chihuahua, nacido entre 1828 y 1832; Fernando Montes de Oca, originario de Azcapotzalco, y Vicente Suárez, quien nació en Puebla en 1833.
De la anterior lista de nombres de los Niños Héroes debe destacarse su edad: tenían entre 14 y 19 años, pues estaban recibiendo su formación en el Colegio Militar. Todos ellos perecieron el 13 de septiembre de 1847, cuando una columna del ejército de Estados Unidos tomó por asalto, a pesar de su heroica resistencia, el castillo de Chapultepec, donde se ubicaba el Colegio Militar.
Un enclave histórico
Chapultepec, que en lengua nahuátl significa «En el cerro de chapulín» (que equivale a langosta), era un lugar perteneciente a la jurisdicción de los tepanecas del señorío de Azcapotzalco. Cuando llegaron al lugar, los mismos aztecas lo calificaron de paradisíaco. Instalados en Chapultepec después de su larga peregrinación desde la mítica Aztlán, los aztecas realizaron grandes obras para fortificarlo y convertirlo en un lugar inexpugnable (probablemente, en 1280). Pero la frecuencia de sus guerras floridas y su crueldad levantaron la animosidad de los pueblos vecinos, que se aliaron contra ellos y les infligieron una dura derrota en el año Caña (1299), expulsándolos de Chapultepec para confinarlos en las inhóspitas tierras de Culhuacán.
La Guerra Mexicano-estadounidense (1846-1848)
El expansionismo yanqui por los diversos territorios que en el futuro serían los estados de Texas, Nuevo México y California se había camuflado siempre bajo la excusa de la protección de sus intereses en esta región fronteriza. Esta forma de actuar de Washington se repitió cuando, después de la proclamación de la República de Texas, en 1836, y de la anexión pura y simple de Nuevo México en 1845, las tropas yanquis invadieron la República de México, aprovechando una coyuntura de inestabilidad social y política.
La batalla de Chapultepec
(12-13 de septiembre de 1847)
Después de la anexión de Nuevo México en 1845 y la ruptura de relaciones diplomáticas, el gobierno estadounidense había insistido en reclamar los territorios al norte del río Bravo; ante la negativa, ordenó en abril de 1846 su ocupación y se produjeron los primeros enfrentamientos militares.
De nuevo el cerro de Chapultepec volvía a ser escenario de un acontecimiento histórico. La defensa, que corrió a cargo de 200 cadetes y 632 soldados del Batallón de San Blas, no pudo evitar la pérdida del bosque y el cerro, y la resistencia se trasladó al Colegio Militar. Los cadetes, en lucha cuerpo a cuerpo, resistieron heroicamente el asalto de las tropas norteamericanas, muy superiores en número. La tragedia de la derrota no pudo empañar la gloria del heroísmo sin par de unos jóvenes cadetes que prefirieron la muerte a entregarse al invasor.
Si bien hasta el momento se había atribuido erróneamente a Juan Escutia el acto heroico de haberse envuelto en una bandera mexicana y lanzado al vacío desde la azotea del Castillo, con objeto de que el enemigo no se apoderara de la enseña patria, en la actualidad todo parece indicar que el autor de este sublime acto patriótico fue Fernando Montes de Oca.
Hubo de transcurrir, sin embargo, algo más de un siglo para que los restos mortales de los seis jóvenes cadetes fueran descubiertos en el bosque de Chapultepec y reconocidos como tales oficialmente en 1947. En la actualidad, sus despojos descansan desde 1952 en el Monumento a los Niños Héroes, erigido en su memoria y situado al pie del cerro de Chapultepec. Dicho monumento es el resultado del trabajo conjunto del escultor Ernesto Tamariz y el arquitecto Enrique Aragón Echegaray.
Fuente: Diario de Coahuila
1 comentario
qué bajeza, la de haberles un traidor a la patria no recuerdo quién, balas de calibre que no eran para sus armas los niños heroas no perdieron la batalla la ganaron con honor valentia y patriotismo descansen en páz la que no tendrán los traidores y los invasores mancomunados en ese ardid