La ausencia de quien inventó –en serio– los noticieros de televisión y radio, pega fuerte en el gremio y revuelve nuestra memoria.
Decir que con Jacobo termina una época es lugar común pero muy cierto; fueron setenta y dos años de informar diario sin parar; era tan conocido que bastaba citar su nombre sin necesidad del apellido.
Lo que no pasaba en 24 Horas –al aire 27 años– no pasaba… y luego todo pasaba de 1 a 3.
“Si de veras quieres ser reportero camina, no corras; no mires, observa y cuenta (…) El periodista es cronista, no protagonista (…) para este oficio hace falta 95 por ciento de disciplina y un cinco de talento”.
Así aconsejaba a los novatos el Maestro inteligente, generoso, culto, apasionado, bohemio; quien con todos sus oscuros también tuvo muchos claros.
Releo la última columna de Jacobo –publicada el lunes pasado en el diario El Universal– como el presagio de una despedida, como pedazo de una intensa biografía, junto con las del 16 de febrero y 9 de marzo.
“(1944) Frente a la Alameda, detrás del hotel Regis, olí por primera vez el aroma de la tinta, oí el ruido de las rotativas y acaricié con mis dedos el plomo de los linotipos. Todo esto me predeterminó el ser periodista” (…) “Aprendí que los kilos tienen mil gramos y ahí terminó mi experiencia mercantil ” (…) “Lo que yo quería era ser locutor de radio”…
“Este oficio me sentó junto a Ben Gurión –fundador del Estado de Israel–. Me llevó a viajar con todos los presidentes de México, de Ruiz Cortines a Vicente Fox. Me hizo entrar con Fidel Castro a La Habana. Vi caer el Muro de Berlín y atestiguar de la muerte del mundo socialista. Viví los estallidos atómicos del siglo XX, gocé caminar con Rubinstein en París o que me cantara Lola Beltrán frente Leonid Breznev, en el Kremlin. Hablé de arte con Salvador Dalí en Cadaqués. He podido estar en la caída del Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile, en la muerte de Franco, el funeral de Churchill, el sepelio de De Gaulle, las balas asesinas de los dos Kennedy. El cambio del mapamundi entero. Narré el dolor de México en el terremoto de 1985, así como el inicio de la era espacial y el regocijo de la llegada del hombre a la Luna. Pude vivir la experiencia de dejar atrás un siglo y entrar a un nuevo milenio”…
Vayan por Jacobo un trago, un tango y un toro.
EL MONJE LOCO: Al Maestro, el adiós bajo la lluvia y la memoria de un consejo inolvidable en otras horas de tormenta: “Lo mejor es lo que pasa”.
1 comentario
y buena suerte.