Los doce procesos electorales en los cuales estará en juego la gubernatura, no pocos ilusos pensaron que generarían gran interés entre los electores en cada uno de esos estados porque, decían, que este año habría un nuevo gobernador al frente del Gobierno del Estado en cada uno de aquéllos.
Sin embargo, la realidad ha sido muy diferente; sí, ha habido cierto interés diría alguien, pero no mucho le contestaría yo. Además, agregaría que el mayor interés se ha registrado, no en cada una de esas doce entidades federativas sino aquí, en el D.F., llamado ahora -por ocurrencia y caprichito de quien ya sabe-, CDMX.
Sí, el interés se ha registrado aquí, lejos de las entidades donde se están celebrando esas elecciones porque, aquí es donde está la pelea mediática grande; aquí, en cuanto espacio mediático se mostró dispuesto a servir de campo de batalla, la guerra de excremento y los torrentes de lodo entre todos los partidos, llegaron a niveles pocas veces visto en los últimos decenios.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, el interés no ha rebasado los límites de los iniciados, de los integrantes del círculo rojo; entre los ciudadanos de a pie, entre los perseguidores cotidianos de la chuleta, tanto aquí como en las doce entidades donde un nuevo gobernador será elegido este año, el interés despertado por las campañas y por los candidatos, es menor esta vez que en los procesos anteriores.
¿A qué se debe este desinterés? ¿A la situación económica, que obliga a no pocos a dedicarse en cuerpo y alma a buscar el ingreso diario? ¿A la inseguridad y la violencia desatada desde hace años la cual, además de que parece no tener fin, a leguas se ve que es resultado de la complicidad entre delincuentes y las autoridades encargadas de combatirlos?
¿Posiblemente la apatía ciudadana se debe, a la pobreza de la oferta de cada candidato al margen del partido postulante? ¿Acaso a sus antecedentes de funcionario corrupto?
Fueren las que fueren las causas del desinterés ciudadano, el hecho ahí está: A los ciudadanos no parecen interesarles los procesos electorales que permitirían elegir a sus nuevas autoridades e integrantes del Congreso del Estado.
¿Qué hacer entonces ante este rechazo, pasivo si usted quiere, pero rechazo al fin, de uno de los elementos importantes de la democracia: el traspaso legal y pacífico del gobierno?
¿Lograríamos que los electores se interesaren en los procesos electorales, si los partidos seleccionaren a mejores candidatos? ¿Si no mejores, cuando menos a personas decentes, respetadas en su comunidad?
Por otra parte, ¿qué tal si la causa principal está en los partidos mismos, en esas instituciones de orden público que se han convertido en el mejor negocio, y en óptimo refugio de camarillas, cuya única actividad es apropiarse de los recursos del erario y obtener posiciones en el sector público para enriquecerse de manera ofensiva y rápida, en la total impunidad?
Por lo pronto, como diría aquél, será el Sereno pero, a los ciudadanos en doce entidades federativas, parece tenerlos sin cuidado la elección de su próximo gobernador y, menos parece interesarle el nombre del nuevo porque, dicen resignados, es igual de rata -o peor-, que el que se va.
¿Qué piensa usted de esa apatía ciudadana, en las doce entidades que elegirán un nuevo gobernador este 5 de junio? ¿Le parece normal que así sea?
¿No considera que dicha apatía, pone en peligro la estabilidad política? ¿No ve el peligro que representa, dejar en manos de unos pocos corruptos irredentos el futuro del país que se expresaría en la decisión de quién nos debe gobernar?
Si la apatía ciudadana fuere la regla, ¿cómo exigir un buen gobierno, si dejamos que los partidos nominen a políticos corruptos y después, con nuestro desprecio del voto, permitimos que sea elegido?
Si bien la democracia es buena para los países y su sociedad, sus beneficios no son gratuitos; nos obligan a involucrarnos, a expresar nuestro sentir y exigir que los candidatos sean los mejores no los peores.
Fuente: Siete24