Los conservadores pretenden renegociar la posición del Reino Unido en la UE
La rotunda victoria de los conservadores británicos abre con fuerza un nuevo frente negociador en la escena política europea. Uno de los pilares del programa del partido de David Cameron es la renegociación de la posición de reino Unido en Europa y la celebración para 2017 de un referéndum sobre la cuestión. Aunque en Bruselas y en las demás capitales hay muy poco apetito por reabrir los tratados, el asunto amenaza con copar la agenda europea de los próximos dos años. Brexit preocupa en algunos cenáculos más incluso que Grexit.
El primer ministro David Cameron ha coleccionado en los últimos años patinazos en Bruselas y ha provocado en algunas cancillerías cierta sensación de hastío. En mitad de la crisis trató de vetar el pacto fiscal; el resto de la UE consiguió darle esquinazo. Intentó frustrar la candidatura de Jean-Claude Juncker a la Comisión; nuevo fracaso con estrépito. Ha conseguido aislarse como nunca: tanto Alemania como Francia ven con algo más que recelos el referéndum que plantea sobre la pertenencia a la Unión. “No hay apetito para cambiar los tratados”, avisan Berlín, París y Bruselas, pese a los deseos de Cameron de modificar el estatus del país en la UE.
Pero la clara victoria de Cameron hará difícil desoír de plano sus peticiones. Los tories quieren profundizar el mercado único, limitar la libre circulación de personas para evitar el mal llamado turismo del bienestar —el supuesto uso excesivo de los servicios públicos por parte de los inmigrantes— y un papel más importante de los Parlamentos nacionales para poder bloquear iniciativas.
“Dios separó al Reino Unido de la Europa continental, y fue por alguna razón”, decía la fallecida Margaret Thatcher a finales del siglo pasado. Tres lustros más tarde, se abre una temporada política llamada a fijar la distancia de esa separación, y a dar respuesta a un puñado de desafíos adicionales. La economía británica cojea, con una recuperación desequilibrada, una preocupante pérdida de competitividad y una crisis que ha dejado cicatrices en el mercado inmobiliario y el sistema financiero. El nacionalismo escocés ha hecho crujir las estructuras políticas. Las relaciones con EE UU están de capa caída. Europa, en fin, no es la primera preocupación de Reino Unido, pero una crisis en las relaciones con Bruselas tendría un impacto mayúsculo a ambos lados del Canal.
Fuente: El País