En ocasiones se vestía con jeans y se dejaba la barba corta por lo que parecía un hípster. Siempre era amable y muy discreto. Y parece que entrenó a los jóvenes que atrajo a su célula terrorista para que se comportaran como él, llevando una doble vida que ocultaba muy bien sus verdaderas intenciones.
Parece que Abdelbaki Essati —el sombrío imam que las autoridades creen que se encuentra detrás de los ataques terroristas de la semana pasada en Barcelona y sus alrededores— fue un maestro del engaño. Sus asociaciones con yihadistas se remontan a hace más de una década pero logró evadir el escrutinio de las autoridades y las sospechas de muchos en Ripoll, el pequeño poblado al norte de Cataluña, adonde llegó el año pasado para ofrecer sus servicios.
La técnica de Essati, según los expertos en terrorismo, forma parte del manual de estrategias de los reclutadores yihadistas de Al Qaeda, con quienes entró en contacto hace por lo menos once años. Ahora todo indica que usó esos métodos para seleccionar y preparar cuidadosamente a los jóvenes reclutas del Estado Islámico.
“Era muy amable, encantador, muy atento… demasiado atento y correcto”, dijo Wafa Marsi, de 30 años, quien creció con los miembros de mayor edad de la célula creada por el imam. “Por lo general, es posible darse una idea de cómo es una persona por su mirada o su sonrisa, pero eso no era posible con él”, recordó Marsi. “Y es por eso que me causaba desconfianza”.
Essati murió el 16 de agosto, cuando los explosivos que estaba fabricando con la ayuda de algunos de sus jóvenes reclutas estallaron en su refugio de Alcanar, al sur de Barcelona. Los registros de los tribunales muestran que la policía recuperó de los escombros un libro que pertenecía al imam con la inscripción: “Soldado del Estado Islámico en la Tierra de Andalucía”.
Sin embargo, incluso después de su muerte, el embrujo de Essati sobre los jóvenes fue tan poderoso que continuaron con sus planes y causaron la muerte de 15 personas. La forma en que Essati logró burlar las revisiones destinadas a proteger al público de los terroristas potenciales evidencia la falta de comunicación entre las autoridades de la policía nacional española, las de la policía regional catalana y el poder judicial.
También demuestra la habilidad de un experimentado reclutador de terroristas, uno que parece haber sido entrenado para mantener un bajo perfil de tal modo que nadie pensara en investigar sus antecedentes.
De haberlo hecho, habrían encontrado solamente que estuvo una vez en prisión por narcotráfico. Esta es una importante razón por la que Essati pudo pasar inadvertido para las autoridades de contraterrorismo españolas; no estaba acusado ni había sido sentenciado por delitos relacionados con el terrorismo.
No obstante, Essati era conocido desde hacía por lo menos diez años entre las autoridades judiciales y de contraterrorismo de España, según Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano en Madrid, que mantiene una extensa base de datos de los yihadistas españoles con base en registros judiciales y otras fuentes oficiales.
“Abdelbaki Essati tenía ciertos vínculos, que datan de hace una década, con facilitadores de la red de bombardeo de trenes con sede en Cataluña y, posteriormente, mientras estuvo en prisión, con otro miembro de la misma red terrorista”, comentó Reinares. Los atentados del bombardeo de trenes del 11 de marzo en Madrid cobraron la vida de más de 190 personas e hirieron a centenares más.
Luego del desastre de los ataques de la semana pasada, políticos y autoridades nacionales y regionales de procuración de justicia se critican unos a otros por no haber cooperado más estrechamente. Su relación ya era tensa debido al esfuerzo de Cataluña por independizarse de España.
Otro problema radica en que la información recopilada en los operativos de inteligencia contraterrorista que no produjo acusaciones ni sentencias no se puso a disposición de las autoridades locales de procuración de justicia. Parece que las autoridades tampoco compartieron información vital como los registros del comportamiento en prisión, que se entiende cada vez más como un factor importante de la radicalización. Aunque hay un Consejo Islámico de Cataluña que aprueba a los imames, no se le consultó sobre este imam, dijo su coordinador, Jamal Elattouaki.
El alcalde de Ripoll, Jordi Munell, dijo que la policía local debería haber recibido más advertencias sobre los peligros que suponía Essati. “La información que alguien tenía no llegó a donde debía haberlo hecho”, comentó. Añadió que el gobierno español no la había transmitido a las autoridades catalanas.
Mientras tanto, la policía española acusó a los funcionarios catalanes de “marginar de manera dolorosa” la contribución de las autoridades nacionales y militares de España durante la investigación y la búsqueda.
Essati nació en Marruecos aproximadamente en 1970, en un pequeño poblado de la provincia de Chauen cerca de la ciudad norteña de Tánger. Se sabe poco de sus primeros años de vida y en la mezquita de Ripoll donde trabajó hasta finales de junio dijo que estaba casado y tenía nueve hijos. Nunca mencionó que tenía conocidos que habían sido sentenciados por delitos relacionados con el terrorismo ni que había estado en prisión por narcotráfico.
En 2006 su nombre fue mencionado en un caso contra un grupo de hombres acusados de reclutar muyahidines para combatir en Irak. Se sabe que al menos uno de esos hombres ayudó a escapar a los conspiradores que participaron en los bombardeos de 2004 en la estación de Atocha de Madrid.
Los documentos de Essati se encontraron en la casa de uno de los reclutadores acusados, Mohamed Mrabet Fahsi, quien afirmó que tenía los papeles debido a su trabajo en la mezquita local. El tribunal acabó por desestimar el caso debido a la falta de pruebas. Poco después, Essati apareció en los registros públicos pero como enjuiciado al ser acusado de narcotráfico en 2010, según las autoridades españolas.
Fue sentenciado a cuatro años de cárcel. Ahí entabló amistad con Rachid Aglif, también conocido como el Conejo, quien estaba cumpliendo una sentencia de 18 años por su participación en los bombardeos de Madrid. Un juez anuló una orden para que Essati fuera expulsado de España en 2015 ya que, según dijo, Essati había demostrado que tenía “empleo y había hecho un esfuerzo por integrarse”. Fue liberado y se le perdió de vista.
Reapareció a principios de 2016 en Bélgica, donde se encuentra la célula del Estado Islámico que realizó los ataques en París y Bruselas. No hay información que sugiera que Essati estuvo en contacto con el grupo, pero las autoridades belgas afirman que actualmente están investigando más a fondo los antecedentes y movimientos de Essati.
Hans Bonte, alcalde de Vilvoorde, un pueblo belga ubicado en las afueras de Bruselas y de donde muchos jóvenes musulmanes han partido para combatir en Siria, dijo que Essati “definitivamente estuvo en Vilvoorde de enero a marzo del año pasado”.
La comunidad musulmana local, bajo presión debido a las sospechas de que daba asilo a terroristas fugitivos, comunicó su presencia a las autoridades belgas, quienes solicitaron a los servicios de seguridad recabar información sobre Essati en cooperación con las autoridades españolas, comentó Bonte.
El alcalde dijo que la investigación mostró que no tenía vínculos conocidos con el terrorismo. Sin embargo, por lo menos una mezquita donde Essati solicitó trabajo como imam lo rechazó después de que no pudo presentar un certificado de buena conducta.
El alcalde de Vilvoorde dijo a los medios noticiosos belgas el miércoles que probablemente el imam visitó Bélgica en dos ocasiones más. Essati tenía un historial de viajes a lugares europeos conocidos por sus comunidades yihadistas. Entre ellos se encontraba Winterthur en Suiza, cerca de Zúrich, según un experto en contraterrorismo europeo.
Los residentes de Ripoll dijeron que Younes Abouyaacoub, el joven recluta terrorista que fue abatido por la policía el lunes, también había viajado a Zúrich en meses recientes. No se sabe para qué. El fiscal de París, François Molins, reveló a los reporteros que dos o tres miembros de la célula de Barcelona también habían visitado la región parisina el 11 y el 12 de agosto, y se detuvieron en una sucursal de la Fnac, una cadena que vende aparatos electrónicos. “Nadie puede imaginarse, mientras hablamos, que esta visita relámpago a Francia fue solo para comprar una cámara en la Fnac”, dijo.
Los analistas estadounidenses de inteligencia creen que Essati estaba bien conectado con miembros del ala de operaciones externas del Estado Islámico, pero dijeron que necesitaban más tiempo para determinar si había participado de alguna forma en los ataques de Barcelona. El año pasado, poco después de su visita a Vilvoorde, Essati regresó a España, dejándose ver en el pequeño pueblo montañoso de Ripoll, donde las mezquitas locales estaban en busca de un imam.
No tardó en buscar jóvenes reclutas. Al parecer, la mayoría de los que contactó eran jóvenes “comunes y corrientes”. Tenían empleos, estaban bien asimilados y hablaban catalán y español. Algunos habían nacido en España. Sin embargo, parece ser que Essati tuvo la capacitación y el instinto para encontrar a los que estaban más abiertos a unirse a su conspiración.
La preparación seguía de manera general la estrategia de reclutamiento diseñada por agentes de Al Qaeda, explicó Daniel Koehler, catedrático del programa sobre extremismo de la Universidad George Washington. El manual de estrategias aconseja reclutar jóvenes de entre 18 y 21 años porque son “puros” y menos propensos a traicionar al grupo.
Essati también reclutó a hermanos —había cuatro grupos de hermanos entre los doce sospechosos—, lo que le permitió usar los vínculos familiares y la presión de los pares para reforzar su lealtad, observó Koehler.
“Estos reclutadores individuales son increíblemente convincentes cuando apelan a valores positivos: el honor, la justicia, la libertad, el orgullo; valores que se basan en emociones positivas”, comentó el catedrático.
“Si los jóvenes albergan algún sentimiento de injusticia, el reclutador hablará día y noche de la injusticia que se comete contra las mujeres y los niños en Irak y Siria. El reclutador les hace creer que son guerreros espirituales”, añadió Koehler.
Los jóvenes a los que Essati reclutó estaban tan comprometidos que lograron imitar su doble vida y bajo perfil hasta el final. Es probable que sus familias hayan visto cambios en sus hijos, pero nunca pensaron —o tal vez nunca quisieron hacerlo— que había algo perverso detrás de esos cambios.
“Sus madres estaban orgullosas de ellos”, dijo Marsi, quien conoce a muchas de las madres de los jóvenes atacantes. “Los chicos no fumaban, no bebían. Uno estaba estudiando ingeniería. Se tomaban la vida con seriedad”.
Siete de los doce que se unieron a la célula han fallecido y el resto se ha entregado a la policía o ha sido capturado.
Fuente: NYTimes