Carlos Urdiales
Sobre la marcha
El mundo camina al borde de una guerra comercial por culpa del impredecible Donald Trump. El popular líder anuncia, ejecuta y se retracta de acciones proteccionistas que trastocan pronósticos económicos de naciones y empresas.
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Desde la Oficina Oval, da rienda suelta a su incontinencia verbal mientras se deleita ante el espejo. Se mira como el más grande mandatario de Estados Unidos desde George Washington. Haga de cuenta, nuestro Benito Juárez y ya sabe quién.
Mientras va y viene, ordenando aranceles al comercio con México, Canadá y China, acá en Palacio Nacional impera la cabeza fría. La presidenta Claudia Sheinbaum escapó de la reacción inmediata, aprovechó la inestabilidad ejecutiva de su homólogo y jugó a mirar, esperar y actuar en consecuencia.
La Presidenta utilizó su altísima popularidad 85%, contraria al 49% de Trump, para construir un espacio en el tiempo y prometer una respuesta hasta el domingo, rodeada del pueblo bueno… y del acarreado. Transformó la situación económica, en una oportunidad política para capitalizar su liderazgo social.
Con cabeza fría, aceptó una primera derrota luego de enviar a medio gabinete a enfriar la furia populista de Trump, sin éxito. La ofrenda de 29 capos del narco mexicano fue insuficiente. Reconoció la espera de una conversación telefónica mientras, desde la Casa Blanca, se hacía pública la llamada con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
Trump acudió al Capitolio a presumir y mentir. Al día siguiente comenzó a meter reversa a sus locuaces órdenes ejecutivas. Primero exentó de aranceles al sector automotriz y después de hablar con la presidenta Sheinbaum, anunció que todo el comercio de la región que está en el T-MEC permanece sin cambios ni gravámenes. Un mes más.
A diferencia de lo que dijo de Trudeau, de nuestra mandataria habló bien, con respeto.
Reconoció el trabajo conjunto, los resultados parciales y las responsabilidades compartidas. Un trato inusual en el majadero jefe del Poder Ejecutivo de Estados Unidos. Timbre de orgullo para la “cabeza fría” con la que Sheinbaum insiste. Dicho de otra manera, en la cualidad de no ser una Jefa de Estado reactiva.
Y sin embargo, la victoria trae fecha de caducidad. Prácticamente un mes más de expectativa, incertidumbre y cabildeo por activas y pasivas para apaciguar al inquilino de la Casa Blanca.
Por lo pronto, el mitin de este domingo será fiesta, circo y estampa del músculo oficialista. Mientras tanto, en el escenario doméstico, el 8M llegará a Palacio Nacional a estrellarse con vallas moradas y la impericia guinda de Morena al no abrazar, una vez más, la ocasión.
Y en nuestro Congreso, la traición de Morena a su jefa política, sea por vulgar ambición o por franca deslealtad, para quedar bien con el de Palenque, aunque rayen Palacio.
El poder es tiempo y circunstancia. Desde afuera o desde adentro la Presidenta opera, con cabeza fría, las complejas realidades detrás de cada factor de poder.
Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis.