Las elecciones presidenciales en México, gracias a las peculiaridades de cómo se transmite el poder, tanto en el antiguo sistema como en el nuevo, el cual poco tiene de novedoso, suelen causar la primera gran decepción en el hombre cuyo poder –meses antes– era suficiente te para mover el sol y las estrellas.
Por ejemplo: cuando la fama de Miguel Alemán lo instalaba en los puntos más altos de la corrupción de la obra pública y otros campos igualmente rentables, Adolfo Ruiz Cortines, su paisano, le soltó una frase contundente en el discurso de la toma de posesión:
“La colectividad en general debe coadyuvar lealmente para que los funcionarios y los empleados públicos procedan con la más absoluta honradez, y así lograr la moral administrativa y pública de México.
“Consecuentemente, obraremos con máxima energía contra los servidores públicos venales o prevaricadores y al efecto, ya promovemos ante vuestra soberanía las reformas necesarias a la Ley de Responsabilidades de Funcionarios y Empleados para la imposición de castigos ejemplares”.
Obviamente las cosas no llegaron a punto alguno pero la advertencia estaba puesta sobre la mesa. Eso obligó a Don Miguel a ampliar sus negocios en el extranjero, excepto los inmobiliarios como Ciudad Satélite, por ejemplo.
Cuando Adolfo López Mateos llegó al poder, también tuvo un discurso agudo para delimitar –con elegancia sin par–, la nueva admnistración:
“El Gobierno al que sucedemos supo cumplir con eficacia, dignidad y honradez una etapa fecunda en el desarrollo del país.
“Nuestro progreso ha sido, es y seguirá siendo obra de todos los mexicanos.
“El beneficio social nace del trabajo común; un país que confronta carencia, con el nuestros no pueden aguardar a que el tiempo, operando como inercia, le produzca beneficios.
“La distancia que nos separa de las metas debe ser acortada, multiplicando el trabajo.
“No debemos esperar provechos espontáneos al margen de nuestra voluntad o de nuestra constancia; funcionarios y particulares, empresarios y obreros, y todos los campesinos, profesionistas, estudiantes, todos los mexicanos, estamos obligados a ofrendar nuestro cabal esfuerzo, con la determinación de que el país alcance, en el menor tiempo, los mayores y mejores resultados.
“Desde que empezó la cruzada cívica, expresé que en la mujer y en la juventud mexicana se encuentran los factores más determinantes del futuro.
“Una vez más los convoco a sus altos destinos, a que pongan la limpieza de sus miras y la nobleza de su carácter, en la tarea de crear una mística de superación en el trabajo, en la cultura y en el bienestar de los mexicanos…”
La izquierda dentro de la Constitución.
Díaz Ordaz fue un poco más brusco:
“Son muchas y muy graves las limitaciones físicas que hemos tenido que vencer y debemos seguir venciendo.
“Esta línea plantea como tarea fundamental el desarrollo económico.
“No hay un designio inexorable superior a nuestras voluntades que nos lo asegure o que nos lo niegue: obtenerlo depende de nuestros esfuerzos, de que hagamos lo que debemos hacer.
“Vivimos instantes que reclaman, a la vez, cautela y decisión.
“Nos hallamos en los umbrales del desarrollo que se sostiene por sí mismo, porque genera desarrollo.
“Es la difícil etapa de la transición, en que se padecen, al mismo tiempo, los problemas tanto del subdesarrollo como los de la iniciación del desarrollo”.
Luis Echeverría, quien llegó al poder hundido en una crisis de confianza de cuya génesis no fue ajeno, quiso engañar con estas ideas:
“…Llego a la Presidencia de la República sin resentimientos, ambiciones ilegítimas o deseos de satisfacer intereses personales o de grupo.
“Soy ajeno a la simulación, creo en la doctrina de la Revolución Mexicana y me he formado en la disciplina de la función pública. Pienso que el dirigente está obligado, más que nadie, a desempeñar con toda integridad su tarea, sin manchar jamás su investidura con el abuso del poder o la claudicación de sus principios…” (CONTINUARÁ)
Rafael Cardona