Los millennials, pioneros en la revolución tecnológica que lo ha cambiado todo, hemos diseñado una nueva forma de relacionarnos, hemos transformado los hábitos de consumo y también nuestra actitud hacia el trabajo. Entre hashtags y retuits, hemos trasladado la inseguridad y el narcisismo que dicen que tenemos a nuestro entorno laboral. A diferencia de generaciones anteriores, donde la experiencia demostraba capacidad y lo más importante era la jerarquía y los protocolos, ahora muchos de los jóvenes entre 19 y 30 años cuestionan las reglas, emprenden y se sienten auténticos mártires de su trabajo. Se consideran indispensables y un 57% necesita que sus jefes y sus compañeros sean conscientes de su compromiso y esfuerzo, hasta tal punto que llegan a sentirse culpables por tomarse vacaciones. Estas son algunas de las conclusiones a las que ha llegado el estudio Los mártires del trabajo publicado por la organización Project: Time Off, en el que han participado casi 6.000 trabajadores a tiempo completo.
Aunque nuestro compromiso con el empleo es una característica común con las generaciones anteriores hay algo que nos diferencia de los baby boomers y la Generación X: nuestro egocentrismo. Tomás Chamorro, profesor de psicología laboral en la Universidad de Londres y Columbia, asegura que en los años 50, el 12% de los estudiantes de instituto estaba de acuerdo con la afirmación «Soy una persona importante», frente al 80% de los 90. «Es absolutamente factible que esas diferencias se atribuyan a distintos niveles de narcisismo. Sentir que eres el centro del mundo, insustituible y que nadie puede hacer tu trabajo es una percepción errónea de la realidad y da signos del sentido de grandiosidad tan característico de los millennials», asegura Chamorro.
Cuando llevamos esta situación emocional al mercado laboral, comienza el drama. «Estamos poniendo a estos chicos en ambientes corporativos que no les están ayudando a aprender a cooperar ni a superar la necesidad de recompensa instantánea», asegura Simon Sinek en una entrevista. Los millennials somos más de 140 caracteres que de correos detallados y eso también se refleja en nuestro oficio. Hemos crecido en la sociedad de la inmediatez: compramos en Amazon y el paquete llega al día siguiente, vemos Juego de Tronos del tirón, ligamos a través de Tinder, sin necesidad de currárnoslo. «Pueden conseguir todo lo que quieren al momento, todo excepto la satisfacción laboral y las relaciones significativas. Esos procesos son lentos, serpenteantes, incómodos y desordenados», explica Sinek. No sabemos gestionar la espera y cuando nos obligan a hacerlo en nuestra cabeza aparece un enorme #WTF y nos sentimos intranquilos y pequeños.
Laura Ponsa, de 27 años, millennial redomada y publicista con trabajo desde hace un año, se siente completamente identificada con esta situación. «Crecí pensando que después de estudiar podría elegir dónde trabajar y con la crisis me ha costado mucho más de lo que creía encontrar un puesto con buenas condiciones», explica. «Después de firmar el contrato ni siquiera había preguntado por mis vacaciones, simplemente fue algo en lo que no pensé. Cuando me enteré de que tenía un mes me pareció demasiado. Hasta ahora, he ido enlazando contratos y no he tenido tiempo o dinero para descansar».
Así han cambiado los hábitos en el trabajo
La generación del baby boom tenía como objetivo trabajar en una empresa prestigiosa toda la vida, la estabilidad y llegar a ascender. Según la psicóloga Elisa Sánchez, se caracteriza por el sacrifico por la empresa, la necesidad de obedecer al jefe, el respeto a las jerarquías y a la idea de que «las cosas se han hecho siempre así».
La generación X tiene objetivos similares, dedica mucho esfuerzo en el trabajo y le resulta muy difícil conciliar. Especialmente a las mujeres —en la etapa anterior había un número más reducido de madres que trabajasen fuera de casa—. «Muchos se han sentido decepcionados y frustrados porque han perdido su empleo con la crisis y ha resultado muy difícil encontrar otro similar», explica Sánchez.
Los millennials no tienen el objetivo de hacer carrera dentro de una misma empresa, excepto los que quieren ser funcionarios, saben que esa «no es una opción viable actualmente». Piden flexibilidad, ser respetados y aprender. Para ellos es muy importante lo que la empresa les ofrezca más allá del sueldo. No les gusta esperar resultados a largo plazo.
Su compromiso por cumplir con unas presiones que reconoce autoimpuestas le ha llevado en ocasiones a sentirse mal por pedir días libres pero recalca que no se considera narcisista. «Creía que mi jefa pensaría que me estaba escaqueando y que no era suficientemente buena». Katie Denis, responsable del estudio que retrata a los millennials como mártires, explica esta sensación: «Muchos buscaban trabajo durante la recesión y ahora les da más miedo perder su empleo, para ellos lo normal es desenvolverse en una economía débil». Asegura que nos tomamos menos vacaciones porque nos sentimos inseguros y nos da miedo que eso nos haga parecer fácilmente reemplazables. «El 20% teme que esto le cueste su puesto», asegura Denis.
Los nativos digitales queremos «generar impacto»—sentirnos útiles, dejar huella, ser imprescindibles—, el wifi es nuestra fuente de vida e hiperventilamos si la batería de nuestras pantallas baja del 10% y aún nos faltan horas para llegar a casa. Nuestros intereses contrastan con los de nuestros padres, miembros de la generación X y de la del baby boom, cuando las necesidades estaban más cerca de subsistir, intentar vivir mejor o simplemente tener vida personal. «Lo hemos tenido todo y lo hemos tenido más fácil, no tenemos que preocuparnos por sobrevivir y eso nos deja muchísimo tiempo para pensar y ahogarnos en una ansiedad vital que no sabemos gestionar», explica nuestra millennial Laura Ponsa.
A pesar de que nuestro presente parezca ruinoso, hay solución y, según Simon Sinek, en buena parte está en manos de la industria. «Ahora tenemos la responsabilidad de compensar el déficit y de ayudar a esta generación asombrosa a construir su confianza, a aprender a ser pacientes y desarrollar sus habilidades sociales», concluye. Mientras, los millennials tuiteamos, compartimos vídeos virales y esperamos con inquietud nuestra dosis de me gusta diaria que apacigüe ese nosequé que se nos mueve por dentro cada vez que subimos una foto a Instagram. También somos críticos y comprometidos y la generación más preparada y con más paro de la historia. Los nativos digitales supondrán el 70% de la fuerza laboral del mundo en 2025, pero para conseguirlo parece que nos hemos propuesto sacrificar nuestro descanso y la batería de todos nuestros dispositivos móviles.
Fuente: El País