En memoria de Tina Vilchis, madre, abuela y hermana, convertida en luz eterna.
Miroslava Breach, corresponsal del diario La Jornada, es otro número rojo de una estadística negra; un relato fúnebre que no será el último; habrá más periodistas asesinados, en cualquier otro rincón del mapa nacional. Tampoco será extraño que esta muerte quede impune, sin justicia, a pesar de su notoriedad.
“La impunidad es lo que permite la repetición de estos crímenes, siempre la impunidad total, mientras el gobierno apueste al olvido”, reclama Leopoldo Maldonado, de la organización independiente Artículo 19, que trabaja en defensa del derecho a la libertad de expresión.
Al asesinato de Miroslava Breach, en Chihuahua, sume los de Ramón Monlui, en Veracruz, y Cecilio Pineda, en Guerrero, los tres, cometidos este marzo negro. En lo que va del siglo, 103 reporteros y articulistas han sido ejecutados, lo cual ha derivado en silencio informativo en regiones donde los medios optan por callar, ante el miedo de que sus voces acaben ahogadas en tambos de sangre…
Todas las muertes de periodistas cuentan en su dimensión personal y humana; la mayoría por haber sido voces incomodas, cuyo sacrificio atenta contra la libertad y el derecho a la información de la sociedad entera; duelen porque nos tocan cerca.
Sin embargo, los crímenes contra periodistas deben ser tan alarmantes como el de cualquier otro mexicano.
No comulgo con la idea de que esas muertes se coloquen por encima de las demás muertes…
Asesinatos y agresiones a cualquier miembro de la sociedad, revelan podredumbre de un Estado, carcomido por violencia y corrupción impune.
No solo el crimen organizado mata periodistas; más daño hace el fuego cruzado de la delincuencia bicéfala, aquella criminal que opera sin freno, con la fuerza de las armas, y aquella otra, igual o peor, agazapada en las cloacas de la burocracia ministerial, sometida por la ley de “plata o plomo”.
Ya no se trata del fracaso del Estado, incapaz de garantizar el derecho a la seguridad de todos, sino de la descomposición entera de un sistema al servicio del oprobio.
De poco sirven comisiones o fiscalías protectoras de comunicadores, instancias burocráticas que absorben cuantiosos recursos sin ofrecer resultados; oficinas caras, por su costo, pero más onerosas por el daño social que provocan.
No nos debemos quedar en que han matado a tres periodistas en marzo. Nos debemos quedar en que en México hay un desprecio por el valor de la vida, y que el Estado no ha logrado crear las condiciones de seguridad para todos, incluidos los periodistas. Si bien el asesinato de un colega conmueve, no debe serlo sólo por lo que importa al gremio, debe estremecernos porque el trabajo de gente como Miroslava Breach, una reportera incómoda y beligerante, comprometida con el oficio, estaba vinculado al ejercicio de un derecho, el derecho de la sociedad a estar informada, piedra angular de la democracia.
Cuando matan a un periodista por pisar pantanos también matan la verdad; cuando matan a cualquiera, nos matan a todos. Blindemos a los periodistas vivos con la memoria de los periodistas muertos…
EL MONJE ACORRALADO: Acusa gober de Chihuahua al secre de Gobernación. Javier Corral denuncia a Miguel Ángel Osorio Chong de meter mano negra para sabotearlo y desestabilizar a su gobierno. Pregonar que Corral, en lugar de atender a sus gobernados prefiere jugar al golf, es doloso. El titular de Segob mueve hilos para subrayar a Chihuahua como un estado manchado de sangre, por los 639 homicidios dolosos cometidos en los primeros cinco meses del corralismo; ¿cuando Veracruz y Guerrero están mucho peor? Javier Corral enfurece, y en Bucareli alegan que el chihuahuense, enloquece.