Francisco Fonseca Notario
El tema de ayer, de hoy y de mañana es el magisterio nacional, los problemas de los maestros disidentes, las prebendas y canonjías de sus líderes y el imperdonable y criminal descuido de la población escolar.
Dicen las autoridades de la Secretaría del ramo que están preocupadas por el bajo número de profesores que existe para los niveles inicial y básico. Estoy totalmente de acuerdo. Dicen también que el creciente movimiento de matrículas no está proporcionado con el personal docente, y además éste ha llegado a un estancamiento en su formación y preparación que no es anunciador del ideal de enseñanza. También estoy de acuerdo; pero agregaría que, con honrosas excepciones, los maestros disidentes son la vergüenza nacional por excelencia.
Son los pseudo maestros en calzoncillos que invadieron hace años los recintos parlamentarios; que hoy bloquean los accesos carreteros dejando incomunicadas a decenas de ciudades, pueblos y comunidades, con peligro de la falta de alimentos sobre todo para los niños; que marchan fodongamente por las calles de cualquier ciudad sin importarles que un enfermo muera en una ambulancia, que la gente pierda su trabajo, que la rutina diaria se demore; que se instalan orondamente en cualquier plaza pública afectando los derechos de terceros quienes menos tienen la culpa; que exhiben sus miserias por todas partes. Aquí cito a Lewis Carroll quien dijo “¡Qué pobre memoria es aquélla que solo funciona hacia atrás!”
Estos individuos no son el ideal de ninguna enseñanza. Y por encima de todo es imperdonable que abandonen a su suerte al estudiantado que es el núcleo humano que menos culpa tiene de sus problemas.
Maestro es quien enseña algún arte o alguna ciencia, y además se denomina así a personas de mucho respeto. La palabra viene del latín magister, que significa “perfecto, muy principal”. Ahora bien, ¿qué respeto nos puede merecer quien se comporta de esa manera, quien claudica de la noble misión para la que se preparó, quien abandona el aula y desprotege a sus pupilos? ¿Qué tiene de perfecto un individuo a quien le brillan los ojos más por un dinero gremial mal habido que por el orgullo de que pasando el tiempo le llamen maestro, con toda la consideración y el enaltecimiento que se merece?
No, señores, así no es como se ejerce la labor docente. Si tiene que hacerse algún reclamo a la autoridad vía sindical y como lo establecen nuestras leyes, que lo hagan las comisiones designadas, pero no toda la plantilla de profesores, quienes prefieren holgar y desentenderse de su profesión.
Escribo así porque tuve la honra de ser docente más de veinte años en el nivel de enseñanza media superior. Es correcto que la SEP pretenda formar más y mejores profesores, pero con la mira puesta en que el magisterio ocupa, tal vez, el primer lugar en importancia en nuestra sociedad.
Qué lástima y qué vergüenza que la más trascendente de las profesiones, la que es base y fundamento de la conciencia nacional, esté al día de hoy totalmente por los suelos.