Colaboraciòn de Francisco Fonseca
El mundo está inmerso en una vorágine económica producida por una industrialización y comercialización exageradas, era la puerta de entrada a la modernidad. Los economistas y politólogos nos hablan de neocapitalismo y neoliberalismo. Es válido aprovechar el momento para volver a escribir sobre este tema que nos toca a todos en donde más nos duele; “en el bolsillo del pantalón”.
Justo a la mitad del pasado Siglo 20, se hablaba ya -como un despertar de las conciencias- de una nueva visión del futuro. El desarrollo de la ciencia y la tecnología, el progreso de la medicina, los nuevos métodos educativos y la información al alcance de todos concedían el fortalecimiento de la estructura social. Quedaba atrás el pensamiento convencional basado en la prerrogativa moralista.
Se cedió el paso al enfoque de la personalidad. Los desórdenes públicos se atribuyeron a causas sociales. Se abrió el camino a la investigación de la nutrición, la salud, el condicionamiento del medio como factores de falta de atención y ausentismo en las clases escolares. El proceso era ya irreversible. Era ya otro el lenguaje, con distintas connotaciones: planos distintivos, niveles subsidiarios, declives y resonancias, longitudes de ondas, materia corpuscular, etc.; conceptos que intentaban aproximarse a la verdad y definirla en cualquier situación dada.
Y a ese cúmulo de conocimientos e innovaciones se agregó un término nuevo y en cierta forma inadvertido: “neoliberalismo”. Hace más de 40 años tomó forma esta terrible escalada, azuzada a nivel mundial por Milton Friedman, “padre del monetarismo”, Alan Greenspan, y otros. Las políticas antiinflacionistas de Greenspan fueron consecuencia de sus años de implicación con un movimiento que apoyaba sin reservas la vuelta a lo que llaman el “soundmoney”, y que además pretenden el regreso al patrón oro. Se han criticado abiertamente sus políticas al frente de la Reserva Federal, pero también se dice que Greenspan trató de salvar el Sistema Monetario norteamericano “desde adentro”, tratando que su sistema de acción fuera lo menos deshonesto posible.
El sociólogo chileno Marcos Roitman, quien ha escrito infinidad de artículos sobre el tema, vacía en unos de ellos los siguientes conceptos: “Tratados de Libre Comercio y valoraciones encubren su quehacer. Han transcurrido cuatro décadas y el camino trazado por sus estrategas, los que reparten el poder y producen ideología, sigue impertérrito ante los resultados obtenidos. Un 60 por ciento de la población mundial vive en condiciones de miseria y pobreza extrema, aumentando la desigualdad social y económica. La violación de los derechos humanos se generaliza. Se corre un tupido velo sobre el trabajo infantil, la semiesclavitud y la siniestralidad laboral. Si el anticomunismo modificó el itinerario del pensar y actuar de las sociedades occidentales, el neoliberalismo destruye ideas, Gobiernos, instituciones, organizaciones y personas cuyo ideario socialista afecte la refundación neo-oligárquica del poder y ponga en cuestión el orden cultural del capitalismo occidental. La lucha se realiza en todos los frentes. No hay distingos. El proceso es complejo. Se trató de evitar el triunfo de la izquierda a cualquier precio. Golpes de Estado, guerras, procesos desestabilizadores, bloqueos, invasiones, terrorismo, prisión arbitraria, muerte y asesinatos políticos.”
Continúa Roitman: “La realidad del neoliberalismo solo pudo imponerse por la fuerza a partir de los años setenta del Siglo 20, y hoy se mantiene por la violencia. Ha fracasado en todos los órdenes: el económico, el político, el social, el cultural”.
El sociólogo finaliza diciendo: “Pero la población se muere de hambre, la sanidad se privatiza y los servicios sociales disminuyen. Los neoliberales deberían aplicarse el cuento. Al igual que criticaron con vehemencia el comunismo por no cumplir con el principio de unidad entre teoría y práctica, deberían ser coherentes y concluir que tras 500 años de capitalismo en sus diferentes modalidades, incluido el neoliberalismo, ‘su doctrina es un fracaso’, ya que no hay congruencia entre su teoría y su práctica”.