Colaboración de Benjamín Torres Uballe
El fracaso del gobierno federal en la lucha contra el narcotráfico ha quedado demostrado en infinidad de ocasiones. Los ríos de sangre, junto a miles de muertos, son un recordatorio constante de la barbarie que azota a México. Privar de la vida a una persona en nuestro país —aunque suene aterrador— ha dejado de sorprender, pareciera nada más que dantesca rutina.
A la nota roja le faltan espacios para cubrir el hallazgo de tantas fosas clandestinas, secuestros, extorsiones, cobros de piso y bloqueos, todo ello cortesía del crimen organizado en su enorme mayoría. Tamaulipas, Nuevo León, Morelos, Guerrero, Veracruz y Michoacán no han podido sacudirse la rectoría de facto que han impuesto los criminales en esas regiones ante la incapacidad de los gobiernos municipales, estatales y el del centro. La cacareada estrategia de seguridad ha sido bastante generosa en discursos, pero muy pobre en cuanto a resultados.
Por ello, el reciente editorial del semanario católico Desde la Fe resulta un tanto oportunista y sin sorpresa alguna para nadie. Si bien todo lo que ahí expresa la Arquidiócesis de México constituye una verdad irrefutable, se produce en la estridencia y el desaseo del proceso electoral.
Sin embargo, el análisis, titulado “El tufo del narco”, contiene aspectos relevantes que, aunque conocidos ampliamente por todos, debido a su trascendencia vale la pena retomar:
“La violencia continúa y el narco es implacable y descarado. Las elecciones del 5 de junio se desarrollarán en condiciones delicadas con el mayor de los cuestionamientos sobre efectivos blindajes que, elección tras elección, son firmados a través de acuerdos entre organismos electorales y partidos políticos; pues parece ser que el narco nuevamente ha tomado las riendas en algunos Estados, patrocinando candidatos de elección popular que actúan en nombre de esa realidad arraigada para conseguir espacios políticos locales y federales. Si así fuera, esto no sería nuevo”.
Aquí diferimos con la apreciación de la jerarquía católica: el narco no ha retomado las riendas, simplemente no las ha soltado.
Se ha señalado hasta el cansancio, por diversos sectores de la sociedad, que en México existen estados fallidos, tal como lo asegura el mencionado editorial: “Algunas entidades donde se realizarán elecciones están en la categoría de Estados fallidos”. Un testimonio incontrovertible es el reciente escándalo de los 3 aspirantes a alcaldes en Tamaulipas, a quienes el PRI retiró la candidatura por presuntos nexos con la delincuencia organizada.
¿Todavía hay dudas? Si alguien las tiene, hay que recordar el caso Iguala, con los Abarca perredistas y sus vínculos con los cárteles de la zona que derivó en la desaparición de los 43 estudiantes normalistas. Más aún: el candidato del PAN al gobierno de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, fue denunciado penalmente por el PRD por supuesta relación con el narco.
Con el cúmulo de evidencias, resulta, entonces, que no hay “tufo del narco”, sino una penetrante pestilencia que parece “perfumar” a cuanto partido político nos atrevamos a mirar, con lupa o sin ella. Y la indefensión es total, como la cuestionada capacidad del Estado mexicano para garantizar uno de los más elementales derechos de la población: la seguridad.
“En las entidades donde se juegan gubernaturas, los electores viven de rodillas, sometidos a los dictados de la delincuencia”. Una realidad del infierno en que viven cotidianamente millones de mexicanos y en la que coincidimos con el clero: El México dominado… reducido.
Mientras los capos imponen, desde ya, su voluntad en el proceso electoral, los partidos y sus candidatos permanecen anquilosados, anacrónicos, con la misma demagogia insultante, los inservibles contingentes de acarreados atados a la inmoral torta y refresco, o a la subyugante moda de la gorra y la playera. Con tan excepcional estrategia no es de asombrar que el “tufo del narco” se expanda, que siga comprando candidatos y, con ello, ampliando su dominio.
LA INCONGRUENCIA DEL IMPOLUTO ARNE AUS DEN RUTHEN
La incongruencia parece ser una de las mayores “virtudes” de nuestros funcionarios. También hacer negocios o beneficiarse bajo el amparo de sus posiciones públicas. Como el frívolo city manager de la delegación Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México, Arne aus den Ruthen, quien, con el pretexto de la defensa a ultranza de la ley, ha cometido toda una serie de escándalos y aberraciones que los vecinos de la zona ya no toleran.
Ahora sucede que el mentado señor Arne no tiene empacho alguno en saltarse la ley que tanto defiende —al menos eso aparenta— para construir un edificio de ocho pisos donde sólo está autorizado hacerlo de tres. El inmueble está situado en la calle general Tiburcio Montiel 18, colonia San Miguel Chapultepec, dentro de la propia demarcación en la que “labora” el probo y coherente panista. ¿Enmudecerá en las redes sociales y el Periscope?
@BTU15