Benjamín Torres
Primero sorprendida, luego indignada, la opinión pública se conmovió por el secuestro en Tamaulipas de Alan Pulido Izaguirre, el futbolista internacional, recientemente campeón con el club Olympiakos de Grecia.
Y no era para menos, el futbol -el deporte más popular en México y el mundo-, usualmente dota de amplia fama a sus “estrellas”, en particular si militan en Europa.
Tamaulipas está sumido desde hace tiempo en un profundo abismo de sangre y anarquía como consecuencia del alto número de plagios, crímenes, levantones, cobros de piso, extorsiones y narcobloqueos que realizan los cárteles dueños de la plaza. La entidad tiene una posición privilegiada para el trasiego de la droga proveniente de Sudamérica, que incluye sus puertos marítimos y los 17 cruces fronterizos con Estados Unidos, el mercado más grande para los estupefacientes. Esto lo hace un apetitoso manjar para los diversos fines criminales.
El vasto poder corruptor de las bandas delincuenciales, irrumpió en la esfera política de la región; no son escasos los políticos señalados de presuntos nexos con el narcotráfico. Los mencionados van, desde gobernadores hasta presidentes municipales, pasando por funcionarios estatales de primer nivel. Nadie parece escapar a la contundente sugerencia de: plomo o plata. La policía, menos.
La otrora plácida región de la república mexicana, en pocos años pasó a ser uno de los peores dolores de cabeza para el gobierno central que no quiso ver la dimensión del problema hasta que, en el sexenio de Felipe Calderón, la cloaca se abrió: 72 migrantes fueron masacrados en San Fernando, entonces el poder real del crimen organizado ya no pudo ser disimulado. La macabra noticia dio la vuelta al mundo y exhibió lo que para entonces ya era un secreto a voces: En Tamaulipas el “narco” es quien manda. Ninguna autoridad tiene la capacidad para evitarlo, la colusión es total, las raíces muy profundas y firmes.
Recomponer Tamaulipas hoy parece misión imposible. A pesar del elevado número de policías federales y elementos castrenses, los raptos no cesan. De acuerdo a la asociación Alto al Secuestro, en lo que va de la administración peñista se han denunciado 909 plagios, lo que coloca al estado en segundo lugar en ese delito, únicamente por debajo del Estado de México que acumula un mil 772 casos. Tan sólo Ciudad Victoria, la capital, ha registrado 203 secuestros, de enero de 2012 a abril de este año, según refiere el diario Milenio en su edición del pasado lunes.
A la pesadilla de la narcoviolencia se agrega la deprimente “guerra sucia” que sostienen los partidos políticos y sus candidatos a propósito de las próximas elecciones del 5 de junio. El PRI bajó de sus aspiraciones a tres candidatos a alcaldes bajo el argumento de posibles nexos con la delincuencia. En tanto que al candidato del PAN a gobernador, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, sus adversarios le achacan nexos con el Cártel del Golfo, entre otras linduras; y en la batalla de lodo aparece la verdad, la inmundicia: la clase política no es ajena a la relación con los grupos delincuenciales.
Quizá por ello, luego que las autoridades tamaulipecas confirmaron la libertad de Alán Pulido, han surgido toda clase de suspicacias por la inusual rapidez con la que el mundialista de Brasil 2014 pudo evadirse de los captores. La historia del escape asemeja más a una serie televisiva “gringa” y pocos son los que creen a pie juntillas la versión de cómo se deshizo de los peligrosos pistoleros que lo custodiaban. En el aire queda un denso aroma por la sospecha de un posible acuerdo entre el gobierno y los secuestradores para no abonar más al ya de por sí candente proceso electoral.
Más allá del condenable plagio y las horas de angustia padecidas por Alan y su familia, se confirma de nuevo que el sistema judicial mexicano se mueve a la velocidad que dictan la fama, influencia o poder de la víctima. La negligencia y tortuguismo de las autoridades en Tamaulipas se vieron acicateados por la importancia del internacional mexicano y su trascendencia mediática. Pero cualquier ciudadano de a pie –como usted y yo- estaría olvidado por el valemadrismo oficial.
Hoy, nada nuevo y mejor se vislumbra –desgraciadamente- en el futuro de los tamaulipecos, gane quien gane las próximas elecciones y se convierta en gobernador, será capaz de presumir su calidad de inmaculado. Los virreyes llegan a engordar la cartera con los beneficios que reditúa esa posición, carecen del menor interés para ayudar a sus gobernados. No les importan los miles de muertos, la pauperización de la sociedad, ni la bancarrota de la economía, total, al final de su gestión el partido al que pertenecen los solapará de sus pillerías. Al fin la memoria del pueblo es corta.
AMLO CONTRA SUS HERMANOS
Si el ‘mesías tropical’ no se detuvo para mandar al diablo a las instituciones, absolver a los que abandonen al PRI y se incorporen a Morena, o alentar la candidatura en Iguala del clan Abarca, menos lo iba a hacer para no reñir con su hermano Arturo que apoya al tricolor en Veracruz. Al más puro estilo de Caín y Abel espetó: “Yo ya no tengo hermanos que están vinculados con los corruptos del PRI y del PAN, ya acabé con eso…” y llamó traidor a su consanguíneo quien le reviró: “es un tirano”. ¡Qué bonita familia!, con su pretensión febril de gobernar a México.
@BTU15