Hace dos años, un miembro del Comité Olímpico Internacional, John Coates, dijo que los preparativos para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro eran «los peores» de los que tenía memoria.
Muchas cosas han cambiado desde entonces y cuando faltan 100 días para la justa, el 98 por ciento de las instalaciones que preocupaban a Coates están terminadas. La cadena televisiva estadounidense NBC, por su lado, ya ha generado más de mil millones de dólares en publicidad y fijará récords para la justa.
El Parque Olímpico, en el exclusivo barrio suburbano de Barra de Tijuca, se ve espectacular. A las cámaras de televisión les encantarán las tomas aéreas sobre la playa de Copacabana o las vistas de Pan de Azúcar y la Bahía de Guanabara desde el Cristo Redentor.
Pero todavía persisten muchos problemas en los primeros juegos jamás en América del Sur, que también han sido los más caóticos en décadas.
La presidenta Dilma Rousseff está siendo sometida a un juicio político y es probable que esté suspendida cuando arranquen los juegos el cinco de agosto, consecuencia de la peor recesión que sufre Brasil en décadas, un desempleo del 10 por ciento y un escándalo de sobornos de tres mil millones de dólares de la petrolera estatal Petrobras.
Por otro lado, el virus del zika amenaza a atletas y turistas. Las ventas de entradas no han sido demasiado altas y unos mil 600 deportistas que competirán en pruebas de vela, remo, canotaje y natación en aguas abiertas quedarán expuestos al virus, que es transmitido por mosquitos.
La muerte de dos personas al desmoronarse una pista de ciclismo olímpico hizo que surjan dudas sobre la calidad de la construcción apresurada de las instalaciones para recuperar el tiempo perdido, ya que los trabajos comenzaron mucho después de lo previsto.
El británico Michael Payne, exdirector de márketing del COI: «Los Juegos de Río van a sorprender a todos. Sin duda el país encara una ‘tormenta perfecta’: trastornos políticos y económicos, el zika, demoras en las obras. Pero al final de cuentas, el escenario único e increíble que ofrece la ciudad, que tiene probablemente los paisajes de fondo más espectaculares jamás habidos en una justa olímpica, y la atmósfera de carnaval de los brasileños van a hacer que se superen todos esos problemas. Estos bien pueden ser los juegos más grandes de la historia. Para los que trabajan entre bambalinas, no obstante, será algo duro, muy duro».
Sergio Praca, especialista en ciencias políticas brasileño de la Fundación Getulio Vargas: «Los juegos de Río, en el mejor de los casos, serán algo intrascendente para los brasileños. En el peor, habrá violencia y la infraestructura de la ciudad se vendrá abajo».
Juliana Barbassa, brasileña, autora de «Bailando con el diablo en la Ciudad de Dios»: «Los juegos serán hermosos, un espectáculo muy controlado con un trasfondo que ha maravillado a los visitantes por casi 500 años. Quienes se deslumbren a la distancia tal vez ni siquiera noten la crisis presupuestaria que enfrentan la ciudad y el estado, y el tremendo costo que representa para la gente de aquí esta fiesta mundial. Ese costo, en términos monetarios y de oportunidades perdidas y prioridades equivocadas, es significativo, y Río no se recuperará por varias décadas».
Susan Francia, estadounidense, bicampeona olímpica de remo: «Los juegos de Río de desarrollarán sin problemas. El COI siempre resuelve todo, si es necesario al último minuto. Creo que los brasileños van a montar un espectáculo fantástico y van a mostrar su increíble hospitalidad».
Jules Boykoff, estadounidense, profesor de ciencias políticas de la Pacific University y autor de «Power Games: A Political History of the Olympics» (Juegos de Poder: Una historia política de las olimpiadas): «Creo que los juegos pueden reflejar el descontento. Más que ser un antídoto alegre para el caos político que sufre el país, Río 2016 podría generar malestar a medida que se hacen más y más obvias las contradicciones de la justa y las elites se dan la gran vida mientras se cierran los hospitales».
Marina Izidro, periodista brasileña de Sportv: «Los juegos tendrán una atmósfera magnífica para los espectadores y los deportistas, especialmente los brasileños que han esperado cuatro años por la oportunidad de competir en su país. En cuanto a la organización y la infraestructura, habrá problemas por la mala planificación. Mi temor es qué tan grandes serán estos problemas».
Fuente: Associated Press