Cuentos políticos
Colaboración de Francisco Martín Moreno
Si recurrimos al diccionario para entender el significado de la palabra “ex” nos encontramos con una preposición “que, antepuesta a nombres de persona, de sus cargos o cualidades, denota que los tuvo y ya no los tiene de quien se habla…”.
Me explico no sin antes volver a echar mano del diccionario, en busca de una definición del vocablo “Bronco” para encontrarme que su acepción se reduce a vocablos como “rudo, áspero, descortés, grosero, informal, mal educado, tosco, abrupto, inculto, ordinario, patán, poco refinado”, sí, lo que sea, querido lector, pero desde luego “Bronco” no significa en modo alguno audaz, ni atrevido, arrojado, intrépido, valiente, bravo, osado, temerario, arriesgado, peligroso, acometedor, aventado, aventurado, corajudo, de armas ni heroico…
Si el electorado regiomontano votó por un candidato que se hacía llamar El Bronco, pensando que se trataba de un político atrevido, arrojado y valiente, pues se equivocó de punta a punta, porque ahora ya habrá descubierto a qué se refiere dicha expresión.
¿Por qué llegó El Bronco al poder, entre otras razones? ¿Respuesta? El electorado neolonés estaba harto de las corruptelas públicas de la familia Medina, mismas que de manera recurrente aparecían en los diarios del país. Para nadie constituía un secreto el nivel de putrefacción del gobierno de Rodrigo Medina, otro destacado integrante de la pandilla tricolor que irritó, provocó y frustró a la sociedad regiomontana. ¿Qué se imponía? La revancha, el desquite, la represalia popular que se ejecutaría en las urnas. Cada elector que votó por El Bronco lo hizo con una sola fantasía en la mente: ver en un futuro cercano la fotografía de la familia Medina en la cárcel, retratada atrás de los barrotes. Sí, claro, también contaba la magnitud de la deuda contratada por la administración saliente, la pobreza, las injustas participaciones federales, las madres que trabajan, los jóvenes que no podían asistir a la escuela, el desempleo, el malestar popular acumulado ante la clase política tan ineficiente como venal, sin olvidar el escepticismo prevaleciente desde que El Bronco había estado afiliado durante más de 30 años al PRI, un antecedente que debería tomarse muy en cuenta, puesto que, por lo general, donde hay un priista también hay un político marrullero y ventajoso.
Es evidente que en Nuevo León, como en el resto del país, hay mucho por hacer, las tareas pendientes son faraónicas, sí, de acuerdo, sólo que el prestigio de El Bronco se hubiera catapultado de haber encerrado a los Medina en prisión o, por lo menos, una vez agotado el periodo de gracia (ya se agotó…) que se les concede a los funcionarios recién nombrados, haber dado muestras suficientes de estar intentando dicha medida que se hubiera traducido en una caricia reconciliadora en las espaldas desgastadas del electorado.
El Bronco, quien llegó al poder como un promisorio “pura sangre”, ahora, en nuestros días, una vez conocidos sus verdaderos alcances, sólo queda la versión de un triste “pony” al que sus dueños, los industriales regios que le suprimieron aquello de independiente, hoy tan decepcionados como el electorado, lo contemplan como un ExBronco que ha desprestigiado severamente la imagen de los candidatos independientes, en quienes la nación tenía cifradas sus mejores esperanzas republicanas… ¿Resumen? Otra patraña más de los políticos mexicanos.