Colaboración de Francisco Fonseca
2016 tendrá un paso fuerte, con marcado sabor a duda, a confusión, a desánimo, a discordia. Se comprende que podrían cimbrarse las estructuras políticas, económicas y sociales de este México y se producirán fuertes sacudimientos en toda la ciudadanía. 2016 será un año netamente electoral, de esos años que confunden y nadie sabe para dónde mirar. Y tendremos elecciones desde enero, empezando con el Estado de Colima.
Enero ha sido, y según se ve, será de truenos y relámpagos. Enero con la huella intocable de una guerra iniciada hace diez años y que no tiene fin ni metas. Enero será de penuria y de tristeza. De los viejos dichos mexicanos de la sabiduría popular entresaco el que dice: «Mal empieza la semana para el que ahorcan el lunes». Y solo soy realista, no tremendista. Escucho y leo a mis colegas editorialistas, columnistas de notas políticas, articulistas; somos realistas, jamás pretenderíamos vulnerar las estructuras que sostienen este país, pero sí debemos denunciarlo.
Enero de truenos y relámpagos. Es inicio de año. Es inicio de planes, de ambiciones y de augurios. También de pobreza para la gran mayoría. La historia se repite, sin cesar. Es lo mismo cada enero. Mes de dos caras, de cabañuelas y de realidades.
Enero es el mes de Jano, personificación mitológica romana con dos rostros y que tenía la virtud de ver el pasado y vislumbrar el futuro. Jano era hijo de Urano o del Cielo y de Hécate o de lo Oscuro. Edificó una ciudad que llamó de su nombre Janícula. Dice la leyenda que Saturno fue expulsado del cielo y se refugió en los dominios de Jano. Saturno, agradecido, le dotó con el doble conocimiento de lo pasado y lo futuro. Por esto se le representa con dos rostros, el anterior para indicar que conoce todo lo que ha de venir, y el posterior, para todo lo que ha sucedido. Se le pinta, además, teniendo una llave en una mano y un bastón en la otra, significando lo primero que abre la puerta del año, y lo segundo que presidía en los caminos. Los antiguos romanos comenzaban sus ceremonias religiosas invocando a Jano porque creían que abría todas las puertas y que no se podía llegar sin él hasta donde están los demás dioses. Tenía un templo en Roma que estaba cerrado en tiempo de paz y abierto en tiempo de guerra. Las puertas de este templo estaban selladas con cien cerraduras y con barras de hierro, a fin de que fuese más difícil abrirlas, significando con esto que la guerra, que es el más cruel azote para la humanidad, jamás debía emprenderse ligeramente. Esto debió aplicarse en nuestro país hace diez años.
Este primer mes de 2016 será memorable en México. Nuestro país sufre una atroz sacudida económica provocada por los precios del petróleo, el dólar y la voracidad de los explotadores del pueblo. Habrá abusos de comerciantes sin escrúpulos. Siempre los ha habido, pero hoy más. Los costos de los servicios también se dispararán. El ciudadano apoquina con su dinero y con su esfuerzo.
El sistema político mexicano también experimentará su sacudida. No faltaba más. Es el ejercicio de la política. A plenitud. Se harán todo tipo de comentarios en pasillos, oficinas y restaurantes que se convertirán en lugares especulativos, para perder el tiempo. Los partidos políticos también anuncian sus reuniones estatales y nacionales para elegir dirigentes y atraer creyentes. La iglesia por su lado dice llevar su cruz a cuestas, denuncia su pobreza y se queja de que los fieles ya no requieren de sus servicios.
Y apenas estamos por empezar el año.