“Golpea su cabeza con una roca, o mátalo con un cuchillo, o atropéllalo con tu coche, o empújalo desde un lugar elevado, o asfíxialo, o envenénalo”. Así fue como, en septiembre de 2014, el portavoz oficial del Estado Islámico, Abu Mohamed Al-Adnani, ordenó a sus partidarios que ejecutaran a “todos los descreídos” occidentales. Pero añadió una curiosa apostilla: “Especialmente, los sucios y despreciables franceses”. Cuatro meses después, la redacción de Charlie Hebdo y un supermercado judío de París eran víctimas de ataques, a los que luego sucedieron la decapitación de un empresario en Lyon y el ataque frustrado en un tren de alta velocidad que viajaba de Ámsterdam a París, y ahora el atentado en cadena que ha sacudido de nuevo la capital francesa.
¿Qué incita al Estado Islámico a ensañarse con Francia? Según la fiscalía de París, los terroristas que asaltaron el Bataclan justificaron su violencia por la implicación francesa en la coalición que golpea los bastiones yihadistas en Oriente Próximo. Pero la retórica del contraataque militar tiene matices. Para el geógrafo Fabrice Balanche, especialista en Siria y director del Grupo de Estudios del Mediterráneo y Oriente Medio en la Universidad de Lyon, ese argumento es “parcialmente contradictorio”, ya que Francia ha sido, hasta la fecha, el país occidental menos hostil a los sunitas y el más duro con Bachar el Asad. “París ha apoyado a la oposición política en Siria, ha armado a algunos grupos rebeldes y se ha mostrado inflexible en la lucha contra El Asad, mientras otras capitales europeas moderaban sus posturas”, sostiene Balanche. “Además, el 95% de los ataques aéreos contra el ISIS en Siria e Irak son iniciativa de estadounidenses”. Francia, que no empezó a bombardear los feudos del ISIS hasta septiembre de 2015, sería responsable de solo un 4% del total de esas ofensivas.
Políticos, historiadores y otros expertos coinciden en que existen razones que van más allá de lo puramente militar. “Se trata de un ataque a nuestros valores. No solo los de Francia, sino los de todos los países que comparten la fe en la democracia, la tolerancia y el valor del ser humano. Se trata de una embestida contra los valores de la Ilustración del siglo XVIII, contrarios a su visión totalitaria del mundo”, afirma el exministro socialista Jack Lang, que preside el Instituto del Mundo Árabe en París. “Atacan a todo Occidente, pero Francia es un país especialmente simbólico, no solo por nuestra firme participación militar en Siria, sino por ser el lugar de la Revolución de 1789 y del Siglo de las Luces”.
En los ataques orquestados contra Francia, esa dimensión simbólica no es nada secundaria. “El apego de los franceses a los valores republicanos, especialmente el laicismo, es algo que contraría al islam radical, incluido a sus partidarios residentes en Francia. Es un argumento recurrente, que permite movilizar mejor en su entorno”, afirma Jean-Charles Brisard, consultor internacional en terrorismo y experto sobre la financiación de las redes yihadistas, tras haber sido asesor de distintos Ejecutivos conservadores en los noventa. Según Brisard, la ley contra el velo islámico en escuelas y sedes de la Administración francesa, aprobada en 2004, marcó un punto de inflexión.
“Francia es el país al que más apunta el ISIS, por defender un sistema de valores en las antípodas del suyo”, concede Balanche. “Pero también por ser el país que más yihadistas proporciona. Serían 600 en Siria e Irak, según datos del Ministerio del Interior, pero más de 2.000, según fuentes no oficiales de los servicios de información. Todos ellos son susceptibles de volver al territorio francés para perpetrar atentados”, precisa. “Con sus ataques, el ISIS intenta provocar que se estigmatice a la población musulmana que vive en Francia, como pasó tras el atentado a Charlie Hebdo. Pretenden que esa población se diga que no vale la pena integrarse en este país, donde existen muchos problemas de integración, y se termine radicalizando”.
El politólogo Gilles Kepel, gran especialista francés en el mundo árabe, tiene la misma opinión. “Lo que desea el Estado Islámico es provocar la guerra civil”, explicó el sábado a Le Monde. Según Kepel, el ISIS pretendería provocar “el linchamiento de musulmanes, los ataques a mezquitas y las agresiones a mujeres con velo, para provocar así una guerra entre enclaves que siembren el fuego y la sangre en Europa, percibida como el punto flaco de Occidente”. Para el politólogo, el pasado colonial del país tampoco es ajeno a la violencia islamista de la que ha sido víctima en los últimos años. “Recordemos que Mohamed Merah mató a los alumnos de la escuela […] de Toulouse el 19 de marzo de 2012, en el 50º aniversario del alto al fuego de la guerra de Argelia”, recuerda el politólogo.
Además, Francia firmó, junto al Reino Unido, el llamado acuerdo Sykes-Picot, que en 1916 permitió desmantelar el Imperio Otomano dibujando distintos países de fronteras artificiales. Por ejemplo, Siria e Irak. Así, París sería responsable de haber puesto fin al sueño del califato perdido, la oumma (o comunidad de creyentes) que quedó abolida cuando el imperio cayó definitivamente en 1924. El ISIS juega con ese fantasma entre sus partidarios, defendiendo la emergencia de un nuevo imperio islámico que deje atrás las fronteras actuales, consideradas coloniales por el grupo terrorista.
Fuente: El País
1 comentario
Lo triste es que se manipule a las personas (y que éstas se lo crean) de que por un grupúsculo de fanáticos asesinos de sangre árabe, todos los árabes y musulmanes sean asesinos y terroristas. No olvidemos que durante el oscurantismo medieval, se asesinaba en el nombre de Cristo a judíos y no creyentes (herejes) de las formas más crueles (Torquemada un terrible ejemplo). Lo repito, fanáticos siempre ha habido y habrá en todas las disciplinas y religiones.