Las posibilidades son muchas, suponiendo que los rifirrafes remitan y no se malogre la cohabitación, precaria porque ninguno se ha apeado de sus convicciones de fondo
La reapertura de embajadas entre Cuba y Estados Unidos culmina la primera fase del deshielo binacional iniciado el 17 de diciembre y encamina hacia el otro gran objetivo cubano: que Barack Obama siga haciendo uso de sus prerrogativas y atenúe el embargo económico y comercial impuesto a la isla en febrero de 1962, y endurecido con las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1992). Previsiblemente, el presidente norteamericano modulará sus próximas concesiones en función de conveniencias internas y de partido, y de los progresos cubanos hacia la liberalización en todos los ámbitos, incluido el de las libertades políticas.
Sólo el Congreso puede derogar el embargo, pero si la Casa Blanca continua eliminando sanciones contenidas en el entramado de leyes que lo componen, como desea La Habana y cabe esperar de la dinámica en curso, llegaría al Congreso surgido de las elecciones del año próximo sin el poder coercitivo con que fue concebido, susceptible de ser anulado por su irrelevancia política. Los recientes viajes a La Habana de congresistas republicanos son reveladores.
Paralelamente a los movimientos estadounidenses, el calendario de cambios en el vértice del Partido Comunista de Cuba (PCC) no parece gratuito: sortearía una de las condiciones establecidas, con nombres y apellidos, en la Ley Libertad Cubana y la Solidaridad Democrática (ley Helms-Burton) para levantar las sanciones: que Fidel y Raúl Castro no participen en el reclamado tránsito de Cuba hacia la democracia. Fidel es, desde el 2006, una figura icónica, sin cargos orgánicos, y Raúl ha anunciado su retirada de la presidencia en el 2018. Oficialmente, le sustituirá Miguel Díaz-Canel actualmente primer vicepresidente.
Sin demasiadas prisas, porque las infraestructuras nacionales son todavía precarias, incapaces de absorber los efectos de la total derogación del embargo, el Gobierno cubano instará a Obama al levantamiento de la extraterritorialidad de las sanciones y a la ampliación de las facultades ministeriales por decreto. El presidente de Estados Unidos tiene posibilidades casi ilimitadas de vaciar el embargo de su contenido fundamental, según el equipo de abogados internacionales que asesora al castrismo en las negociaciones con Washington.
El Ejecutivo no puede autorizar el libre turismo a Cuba, pero puede burlar la ley ampliando a conveniencia las doce categorías de ciudadanos que pueden viajar a la mayor de las Antillas. También puede aprobar licencias para autorizar transacciones comerciales y de otro tipo ahora imposibles. En aplicación de la extraterritorialidad incluida en la ley Torricelli, fue proscrito el comercio de Cuba con subsidiarias de empresas norteamericanas en otros países, pero Obama puede revertir la situación autorizando que una compañía norteamericana comercie directamente con Cuba, que exporte e importe.
También puede decidir que la isla pueda comprar en los mercados internacionales productos con más del 10 % de componentes norteamericanos, prohibido actualmente, y que Estados Unidos importe productos de terceros países en cuya elaboración se han utilizado materias primas cubanas. El embargo permite ventas limitadas de productos agrícolas a Cuba, pero sólo pagando en efectivo y por adelantado. Sin ahorro interno y con escaso acceso al crédito, los cubanos, ofrecen al presidente estadounidense una solución: permitir que productos no agrícolas sean vendidos a Cuba a crédito, mediante la aprobación de la preceptiva licencia ministerial. Aunque la Casa Blanca autorizó la posibilidad de que instituciones financieras norteamericanas establezcan relaciones de corresponsalía con bancos cubanos, abriendo el paso a la utilización del dólar en las transacciones bilaterales, sigue prohibido el uso del dólar en las transacciones financieras de la isla con otros países. El Ejecutivo puede anular ese sistema. Las posibilidades son muchas, suponiendo que los históricos rifirrafes entre Estados Unidos y Cuba remitan y no se malogre la cohabitación, todavía precaria porque ninguno de los dos países se ha apeando de sus convicciones de fondo.
Fuente: El País