Teóricamente la encuesta es una forma absolutamente legítima de conocer la opínión de un grupo social en torno de cualquier asunto. Sin embargo, como toda obra estadística, puede ser manipulada en su formulación; falsa en sus planteamientos, sesgada en su intención o francamente mentirosa.
Una encuesta es –a veces– un traje a la medida.
En otras, un recurso para justificar una decisión ya tomada, como ha sucedido, con tantas consultas torcidas como ha hecho el señor presidente. O ha mandado a hacer. La del aeropuerto de Texcoco es el mejor ejemplo, y hay muchos más. La encuesta y la consulta son hermanas muy parecidas.
Dentro de poco tiempo dos de los cuatro aspirantes reconocidos a la candidatura presidencial se verán en el aprieto de admitirlo todo o rechazar al menos una parte del todo. Y esa parte es la encuesta.
Ricardo Monreal ha expresado decenas de veces su negativa a dejar su futuro en manos de una encuesta, porque una vez lo hizo en la candidatura para la Ciudad de México y los tamales salieron de chivo; el triunfo dirigido fue para Claudia Sheinbaum y todo lo posterior es historia conocida, pero la verdad ya no importa. De todos modos a esa fiesta, Don Ricardo ni está invitado ni tiene plato.
Marcelo Ebrard se muestra reticente y persiste en su actitud de jugar en el filo del mandato superior, pedir piso parejo y preparar fórmulas de mayor equidad, pero al parecer las palabras del supremo tienen una interpretación poco favorable para las esperanzas del Canciller.
Cuando Andrés Manuel dice:
“…Marcelo es una gente muy seria, muy respetuosa”, quizá le este anunciando un destino desde ahora. El “respeto” parece consejo ante la derrota. Se respetan los resultados adversos, pero la victoria no; esa se celebra.
Y si se recurre a la anécdota del famoso paso declinante de Ebrard hace años, en el cuento aparecen el ahorcado, la casa y la soga:
“–Fíjense que en el 2012 me tocó ir a una encuesta con él, hicimos tres encuestas y él aceptó (a pesar de lo faltante).
“Y nuestros adversarios, que siempre apuestan a que nos separemos, apostaron a que iba a haber ruptura, ¿no?, como ahora que se frotan las manos. Y Marcelo muy bien, no escuchó el canto de las sirenas, se puso cera en los oídos.
“Entonces, si fuese otra persona, pues a lo mejor (se inconfomaría si no ganara), ¿no?, pero él ya sabe de este método”,
–¿No van a cambiar los procesos internos de Morena?
–“No, ojalá y no los cambien (si yo los hice). Ya no nos vamos a meter en eso, pero en los estatutos está este sistema que ha funcionado mucho muy bien y que –ya lo he dicho–, yo voy a apoyar a quien gane en la encuesta.
–“¿Y quien no esté de acuerdo con las encuestas?
–“Pues ese es su asunto…”
CORTE
Carente de la fuerza multitudinaria de las dos marchas sociales en defensa del Instituto Nacional Electoral y rechazo al morenismo, la caminata de ayer en la ciudad de México (principalmente) en defensa de la Corte de Justicia, replicada en otras ciudades, no tuvo el arrastre simbólico cuya motivación merece.
La Corte, a pesar del retiro temporal de los cavernícolas de Cuitláhuac García y otros morenistas apoyados (al menos con su pasividad) por el gobierno de la ciudad, seguirá siendo objeto del ataque cotidiano del presidente de la República quien espera cerrar su mandato con el triunfo del Plan C (Plan “Cercenal”), cuyo significado sería la desaparición del tribunal tal y como ahora lo conocemos.
El paso siguiente sería la conformación política del Consejo de la Judicatura y el tribunal constitucional, insertandoj en ellos a ministros, magistrados, jueces y juristas, elegidos por votación.
Hasta Cuitláhuac Garcia podría ser presidente de la Tremenda Corte.
Rafael Cardona