En Jokkmokk, un pequeño pueblo de Suecia al norte del Círculo Polar Ártico, donde la temperatura puede llegar a los 50 grados bajo cero, el vehículo utilitario deportivo automatizado XC90 de Volvo Cars encontró un desafío a su medida: copos de nieve congelados que cubrían los sensores de radar esenciales para leer el camino. De pronto, el SUV estaba ciego.
“Es muy difícil, sobre todo cuando se tiene delante el humo de nieve del auto”, dijo Marcus Rothoff, director del programa de conducción autónoma de Volvo. “Un poco de hielo es manejable, pero cuando éste empieza a acumularse se pierde funcionalidad”.
Después de trasladar los sensores a distintos puntos del frente del vehículo, los ingenieros de Volvo por fin encontraron una solución. El año próximo, cuando los conductores suecos quiten las manos del volante de los XC90 en la primera prueba pública del mundo de la tecnología autónoma, el radar estará ubicado detrás del parabrisas, donde los limpiaparabrisas pueden eliminar la nieve y el hielo.
En momentos en que las empresas automotrices compiten por poner autos robóticos en las calles, encuentran un obstáculo con el cual los seres humanos están muy familiarizados: el invierno. La nieve basta para inutilizar la computadora más avanzada y hacer que los vehículos queden detenidos en la calle. Es por eso que grandes actores como Volvo Cars, propiedad de Zhejiang Geely Holding Group Co.; Google, una unidad de Alphabet Inc.; y Ford Motor Co. redoblan los esfuerzos destinados a prevenir la ceguera producto de la nieve.
“La imaginación de la gente y los medios han exagerado mucho” respecto de que la tecnología de los autos autónomos ya estaba “casi resuelta”, dijo Ryan Eustice, un profesor asociado de ingeniería de la Universidad de Michigan que trabaja en pruebas de nieve para Ford. “Sin embargo, un auto que puede recorrer el país en todas las condiciones meteorológicas y situaciones sigue siendo el Santo Grial”.
La lucha por curar la ceguera producto de la nieve es uno de los problemas de ingeniería que aún no tienen solución, entre ellos lograr que los autos no conduzcan con timidez para evitar las colisiones, y dilemas éticos tales como si en el caso de un accidente se choca contra un autobús escolar o se cae a un precipicio.
Dado que alrededor del 70 por ciento de la población de los Estados Unidos vive en zonas de nieve, aprender a manejarse en ese contexto es crucial para que los autos autónomos se popularicen, concreten las posibilidades de reducir mucho las muertes por accidentes viales y resuelvan la creciente congestión del tránsito.
“Si una fuerte nevada afecta la visión de una persona, los sensores de visión enfrentarán exactamente los mismos obstáculos”, dijo Jeremy Carlson, un analista de IHS Automotive que se especializa en autonomía.
Fuente: El Financiero