Colaboración de Gabriel Casillas
(Parte 1)
Uno de los temas que encuentro fascinante sobre el estudio de la economía de un país, es su clase media. Históricamente la emergencia de la clase media ha sido catalizador de grandes cambios estructurales tanto sociales como económicos, incluyendo la Revolución Francesa y los movimientos independentistas tanto de los Estados Unidos, como de Latinoamérica. En este sentido, conocer qué porcentaje de la población es considerada como “clase media”, cómo viven, cuál es el rango de ingresos que perciben, en qué gastan, qué porcentaje de su ingreso asignan a actividades culturales, deportivas y recreativas y cuánto a educación, por ejemplo, son aspectos vitales para poder entender un país, nuestro país y más importante aún, hacia dónde vamos.
En este sentido, recientemente tuve el privilegio de compartir un panel de discusión sobre la clase media mexicana con José María Zas –Presidente y Director General de American Express Latinoamérica-, Sarah Boumphrey –Directora de visión estratégica del consumidor de Euromonitor International-, Fabián Ghirardelli –Director General de Kantar Worldpanel-, y Juan Alonso Niño –Coordinador en el Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco-, en el marco de la Cumbre de Negocios México 2015. Este evento me dio la oportunidad de escuchar sobre la clase media mexicana desde varias aristas.
Antes de tratar de dar respuesta a algunas preguntas que planté en el primer párrafo, considero necesario saber cómo definimos “clase media”. A veces pareciera un tema trivial o si para algunos no lo es, tal vez piensen que los académicos y estudiosos de estos temas -como los demógrafos y sociólogos-, deberían tener este tema resuelto. Pues temo decirles que no. De hecho, es muy curioso que la única definición universalmente aceptada de clase media son “los individuos que no son ni ricos, ni pobres”. De hecho, de acuerdo a la literatura académica actual, existen dos tipos de definiciones de clase media basadas en la simplista pero aceptada “ni ricos, ni pobres”: (1) Medidas absolutas; y (2) medidas relativas.
Entre las medidas “absolutas” se encuentran las que fijan cotas (inferior y superior) para niveles de ingreso, utilizando algunos criterios más de carácter sociológico, como número de televisores en casa. Debido a que estas medidas son altamente arbitrarias, existen medidas absolutas más sofisticadas que van tomando diferentes cotas de ingreso y en cada una van estimando la probabilidad de caer en la definición de pobreza –para la cota inferior-, o de brincar a la definición de riqueza, para la cota superior. En estas medidas, cuándo la probabilidad de caer en la definición de pobreza es relativamente baja, de 10 por ciento, por ejemplo, se considera que en ese punto inicia la clase media. Por otro lado, entre las medidas relativas se encuentran las que toman un intervalo a partir de la mediana de una distribución del ingreso. Por ejemplo, definen clase media a quienes se encuentran percibiendo ingresos entre más y menos 25 por ciento a partir de la mediana en una distribución.
El problema de ambas mediciones es que se fundamentan en el ingreso y no toman en cuenta ni el tipo de gasto que llevan a cabo, ni la percepción de los individuos respecto a la clase socio-económica a la que ellos consideran que pertenecen, que es el tema que profundizan Luis De la Calle y Luis Rubio en su libro “Clasemediero” (CIDAC, 2010), en donde las personas se consideran clasemedieros al percibir que se ha democratizado su acceso a una amplia gama de bienes y servicios cuyo consumo masivo era antes impensable.
La mejor forma que existe hoy en día de estimar quiénes pertenecen a la clase media es utilizando una combinación de “microdatos” sobre las características de las personas y de las viviendas que habitan, así como el tipo de gasto que llevan a cabo y complementar con el ingreso. Así se pueden hacer clusters en donde podemos ver qué tanto se asemejan los hogares entre sí. Considero importante enfatizar en las características de las personas que conforman el hogar, el nivel de educación del jefe de familia, así como el tipo de trabajo que desempeña (e.g. manual, manual calificado, manual no calificado, intelectual). En cuanto a las características de la vivienda, la que se considera más relevante es si los hogares tienen acceso formalizado a la propiedad (i.e. financiamiento). En cuanto al tipo de gasto, se deben considerar los que no implican meramente subsistencia como telefonía, internet, educación, cultura y recreación. Lo mismo se lleva a cabo para encontrar “la cota superior” de la clase media.
La próxima semana comentaré cuáles son los resultados del análisis que se llevó a cabo con la muestra del INEGI al respecto.
Gabriel Casillas, economista en jefe de Grupo Financiero Banorte.
Twitter: @G_Casillas