Carlos Urdiales
Sobre la marcha
Emergencia en la frontera sur de Estado Unidos e inmediato envío de tropas para tapar el flujo migrante. Con la otra mano expulsará a millones y millones de delincuentes indebidamente importados a su Patria por culpa de ausencia de carácter y grandeza.
Así comenzó el discurso del presidente Donald Trump al jurar ayer el cargo, por segunda ocasión.
Y más. El cuidado del medio ambiente frente a la depredación de las energías convencionales y la movilidad industrial, quedó en el pasado. Trump promete sacar todo el oro líquido que yace debajo de los pies de sus compatriotas y aprovechar esa energía para incluso exportarla.
Al otrora poderoso sector automotriz gringo, su nuevo mandatario le ofrece recuperar su protagonismo. Estados Unidos, según Donald Trump, fabricará y venderá autos y camiones como nunca en la historia, y cada paisano suyo podrá comprarse el coche que pueda y quiera.
Habrá Ley y Orden -como la serie de televisión- en las ciudades. Se respetará a los policías. En la era Trump 2.0 los conservadores renacen; sólo reconoce dos géneros humanos, el masculino y el femenino. La inclusión y los colectivos bajo denominaciones de iniciales múltiples vivirán una oscura temporada.
Para la paz, nada mejor que un ejército imperial que sea, de nueva cuenta, la fuerza militar más temida del mundo. Al lado del músculo de las balas y la inteligencia artificial al servicio de la guerra, Trump volvió a prometer que el Golfo de México dejará de existir, ese mar será el Golfo de América. Va también por el Canal de Panamá.
Trump no engañó a nadie. Acaso cada quién se mintió a sí mismo con la esperanza de una mesura política y humanista que le queda chica al ego del nuevo mandamás en la Casa Blanca.
Y al lado de sus colaboradores, amigos y aprendices ultra ricos, Donald Trump prometió poner su bandera sobre la superficie de Marte. Una carrera espacial en solitario que le viene de maravilla para la narrativa de la supremacía global que inauguró ayer en el Capitolio.
Que se escuche claro, fuerte y lejos -gustan decir acá los mandatarios de la 4T-, “no hay nada que EE.UU. no pueda hacer”. Nada. Un Trump vigoroso y empoderado va a ser un vecino particularmente incómodo para la presidencia de Claudia Sheinbaum. Y para todo México.
La narrativa oficial de nuestro País alcanza para delinear acciones con las limitantes de cada caso y, por lo pronto, vasta solidaridad discursiva. Para poco más.
Trump 2.0 no será lo mismo. Estados Unidos tiene un nuevo presidente rodeado de magnates con intereses salvajemente amplios.
Internamente nada está en juego, el mundo y sus escenarios geopolíticos serán tierra fértil para los devaneos de un hombre que ve a su País y a sí mismo, como sólo hacen aquellos que esculpen la historia, para mal y para peor.
Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis.