«Nuestras fuerzas han comenzado la fase final de cercar la capital, Damasco», afirmó el comandante rebelde Hasan Abdel Ghani, que forma parte de la alianza liderada por el grupo islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS), que lanzó la fulgurante ofensiva la semana pasada.
El Ministerio de Defensa negó rotundamente que el ejército hubiera abandonado sus posiciones cercanas a la ciudad y denunció versiones «infundadas». La presidencia negó por su parte rumores de que Asad hubiese abandonado la capital. En un suburbio de Damasco de mayoría drusa y cristiana, decenas de manifestantes derribaron una estatua de Hafez al-Asad, padre y predecesor del actual presidente sirio, informaron por teléfono a AFP dos testigos.
La situación es difícil de verificar de forma independiente y aunque algunos colaboradores de AFP están en zonas controladas por los rebeldes, la agencia no tiene en estos momentos reporteros cerca de Damasco, donde aseguran estar.
Según la oenegé Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), las fuerzas gubernamentales perdieron en las últimas horas el control de la provincia de Daraa, en el sur, y evacuaron posiciones en Quneitra, cerca de los Altos del Golán anexados por Israel.
Cerca de Homs, los bombardeos llevados a cabo por las aviaciones del gobierno y de Rusia mataron el sábado al menos a siete civiles en combates para frenar el avance rebelde, a las puertas de esta ciudad. Desde la ofensiva lanzada el 27 de septiembre por HTS y sus aliados, el gobierno ha perdido rápidamente el control la segunda ciudad siria, Alepo, en el noroeste, y de Hama, en el centro.
También perdió el control de la provincia y de la ciudad de Daraa, en el sur, cuna de un levantamiento contra el gobierno en 2011, según los reportes del OSDH, una ONG cuya sede está en Reino Unido y cuenta con una vasta red de informadores en el terreno. Un corresponsal de la agencia AFP en Daraa vio a miembros de grupos rebeldes locales custodiando edificios públicos.
El conflicto ha provocado al menos 826 muertos, incluidos más de 100 civiles, desde el 27 de noviembre, según el OSDH. La ONU reporta 370 mil desplazados en este periodo.
Las fuerzas de Asad, que cuentan con un importante respaldo militar de Rusia e Irán, nunca perdieron tantas ciudades en tan poco tiempo desde el estallido en 2011 de la guerra civil, que dejó más de 500 mil muertos. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, consideró «inadmisible» que el territorio sirio caiga en manos de «terroristas».
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo país apoya a facciones aliadas de HTS, expresó su deseo de que Siria encuentre «la paz y la tranquilidad con las que sueña desde hace 13 años». El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que su país no debe «involucrarse» en el conflicto.
En su avance, los rebeldes tratan de apaciguar los temores de quienes viven en áreas ahora bajo su control, en un país con varias confesiones religiosas.
«Pedimos que se se sientan seguras todas las confesiones (…), porque la era del sectarismo y la tiranía se ha ido para siempre», aseguró el comandante rebelde Abdel Ghani en un mensaje en Telegram.
Las minorías han sido a menudo perseguidas a lo largo de la guerra civil siria. El predecesor de HTS, un grupo entonces llamado Frente Al Nusra, vinculado a Al Qaida, lanzó en Homs al comienzo del conflicto ataques contra la minoría alauita, a la que pertenece Asad.
El conflicto en Siria dividió al país en zonas de influencia apoyadas por potencias extranjeras. Rusia, principal aliado del régimen, ha instado a sus ciudadanos a abandonar el país, al igual que Estados Unidos y Jordania. Irán comenzó a evacuar a su personal militar y diplomático, según el New York Times.
El apoyo militar ruso, crucial para el régimen en 2015, se ha reducido debido a la guerra en Ucrania, mientras Irán y el movimiento islamista libanés Hezbolá, debilitado por el conflicto con Israel, han enviado refuerzos limitados.
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