En época de siembra de soya, maíz y arroz los labriegos escuchan el zumbido de las avionetas que fumigan los campos agrícolas de la Península de Yucatán, donde el uso de éstas tiene alta demanda porque en dos horas pueden esparcir agroquímicos en un área de hasta 300 hectáreas, los cuales no solo aniquilan todo tipo de insectos, como las abejas, sino que el viento los dispersa en un radio de tres kilómetros y contaminan pozos o cuerpos de agua, donde beben animales y seres humanos.
En el municipio de Hopelchén se fumiga de manera cotidiana durante toda la temporada de producción de soya y sorgo. En época de cosecha, se aplican herbicidas, “casi a diario”. En Campeche cada vez son más comunes las fumigaciones aéreas en toda la zona sembrada con soya, principalmente, aunque también en cultivos de maíz y sorgo; igual, en los municipios de Tizimín y Tekax en Yucatán; y en el área de Bacalar, en Quinta Roo –en cultivares de soya de menonitas–. Quienes fumigan son productores individuales, principalmente, pero en el caso de Yucatán (Tizimín) también hay empresas, aseguran fuentes consultadas.
Los químicos que se arrojan desde las alturas no sólo matan a miles de colmenas, sino que han impactado “nuestro sistema de vida y de salud. Ha habido enfermedades de la piel en adultos y niños, quienes son más frágiles; Hay casos de diarrea por los residuos de glifosato que están en el agua y afectan a los chamacos”.
Así lo expresa Daniel Dzul Brito, miembro del Colectivo Hopelchén y la Alianza Kabnalo´on, quien a sus 67 años acumula 40 como agricultor y varios más como apicultor. Este hombre de origen maya ha visto como sus colmenas se han reducido a una quinta parte.
“Tenía 25 colmenas y ahora solo me quedan cinco”. Los menonitas fumigan sus terrenos con avionetas, “y nosotros tenemos apiarios cerca de sus propiedades, hasta de dos a tres kilómetros alcanza a caer el líquido y mata las abejas”.
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En Hopelchén, asegura, “la mayoría de las fumigaciones son áreas, porque avanzan más rápido. En dos horas ya fumigaron unas 200 o 300 hectáreas”, afirma Dzul. La época que mayor número de fumigaciones se realizan es de septiembre a noviembre.
Podemos mirar como estas fumigaciones aéreas, no solo están acabando con nuestras abejas, sino con nuestra semillas y especies; están afectando nuestra salud, afirma Leydy Pech, una de las voces que más reconocidas en el mundo por la defensa de especie y que 2020 recibió el Premio medioambiental Goldman.
Las abejas mueren todos los días, hay una muerte masiva a nivel peninsular debido a las fumigaciones aéreas. La agroindustria hoy se establece en la región ganando terreno, con la siembra de transgénico, arroz, soya, lo que está ocasionando que las abejas se envenenen y mueran, expresa en un videomensaje para la conferencia Hablemos de las Abejas, organizado por la subsecretaría de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaría de Agricultura, que se realizó este 12 de agosto, con motivo del Día Nacional de las Abejas, que se celebra el 17 de agosto.
La apicultura maya, conocida en el mundo como la “guardiana de las abejas”, asevera que lo anterior sucede sin que las autoridades competentes hagan algo, porque ha habido denuncias y reportes sobre muertes de abejas; sin embargo, ”el sistema está desfasado y no tiene capacidad de responder al problemas que enfrentamos en la Península de Yucatán con la muerte de las abejas”.
En otro foro virtual, Everardo Chable, integrante de la Alianza maya por las abejas de la Península de Yucatán Kabnalo´on, resalta que los municipios de José María Morelos, Hopelchen y Yucatán han reportado más de 3,500 muertes de colmenas; por ello exigimos que no haya fumigaciones aéreas.
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“El uso de avionetas está afectando nuestro sistema de vida, porque fumigan no sólo para controlar las plagas de los cultivos sino esto, viene a afectar el sistema de salud, al pasar la avioneta por la deriva que se tiene de los aviones, afecta al agua y generan enfermedades crónicas por uso de glifosato y otros plaguicidas”.
El investigador Jaime Rendón de la Universidad Autónoma de Campeche –cita Everardo Chable– hizo muestreos en más de siete comunidades y encontró orina y muchas personas salieron con trazas de glifosato. El agua contaminada resultó con 27 veces más glifosato que lo aceptado en Europa.
La demanda generalizada de apicultores y milperos es que las fumigaciones aéreas se paren por completo, porque hay una afectación muy seria, un problema de salud pública, con las enfermedades en las personas, y hay una muerte masiva de abejas.
De hecho se formó un grupo de trabajo coordinado por el Senasica (Servicio Nacional de Sanidad Inocuidad y Calidad Agroalimentaria) para la modificación de la NOM-052, que desde 1995 no ha cambiado, y es la que regula las fumigaciones aéreas. Ahí, la Alianza maya por las abejas de la Península de Yucatán Kabnalo’on ha hecho varios planteamientos, donde la propuesta central es prohibir las fumigaciones aéreas en todo el país, y sólo permitirlas en casos excepcionales, es decir, serían extraordinarias y tendrían que justificarse muy bien y ser analizadas previamente por las autoridades competentes. En este caso, deberían tener una distancia de amortiguamiento de cinco kilómetros, esto es la distancia entre la parcela en donde se está aplicando el químico y algún área sensible (como poblados, escuelas, cuerpos de agua, carreteras, apiarios, etcétera).
Así lo expone la asesora de dicha Alianza Irma Gómez González, quien acota: “los casos excepcionales no están definidos todavía, pero tendrían que ser emergencias sanitarias por alguna plaga o enfermedad que ponga en gran riesgo la producción o la salud (caso de control de vectores), lo cual es paradójico. Pero lo importante es que el beneficio por fumigar supere el impacto que tendrá dicha fumigación”.
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El grupo de discusión de la NOM-52 venía trabajando, sin embargo, anota la especialista, después de muchos meses de análisis quedó parada la revisión de la norma. El Senasica dejó de convocar a las reuniones. No hay ningún acuerdo. No obstante, existe la posibilidad de retomar el tema a través de una norma tripartita (Semarnat-Senasica-Cofepris), pero aún no se inicia el proceso.
Sobre cuál es la postura del gobierno federal sobre el tema, señala que “fue la discusión que se detuvo. No tienen ningún planteamiento definitivo. Se estaban revisando las evidencias científicas”.
Irma Gómez también advierte que en los últimos meses ha aumentado el uso de drones, que es un tema nuevo y todavía se está discutiendo, dado que los plaguicidas van más concentrados en éstos. Todavía falta mucha información al respecto.
El director de la Red de Acción sobre Plaguicidas y sus Alternativas en México (RAPAM), Fernando Bejarano considera que parar las fumigaciones aéreas es parte de la larga lucha por transitar y transformar los sistemas alimentarios.
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Siembra de transgénicos con glifosato
En México está prohibida la siembra de maíz transgénico, no obstante, Daniel Dzul Brito afirma que han detectado maíz transgénico. En diciembre del año pasado, platica, “vinieron unos ingenieros y recorrieron todas las áreas de nosotros, porque los ejidatarios rentan, y vimos que hay soya y maíz transgénicos, que detectamos porque las hojas son altas y más grandes, verdes, ya no son como los normales. La soya transgénica se identifica en el color de la flor, que son blancas y la huasteca es moradita la flor”.
Además, “los ingenieros llevaron muestras a los laboratorios y salieron positivos como transgénicos”. Aunque está prohibido sembrar maíz transgénico en México, “el año pasado y este año, que lo mandamos al laboratorio, salió positivo”, reitera el apicultor.
También mandaron a hacer análisis del agua y hallaron residuos de glifosato. La comunidad de Daniel Dzul se ubica a unos cinco kilómetros de donde siembran los menonitas y “esto siempre nos afecta. Ellos tienen su pozo de riego y es un pozo de absorción y todo lo que fumigan se vuelve e ir a los mantos acuíferos y todo hace contacto con pozos que tenemos acá…”
La problemática –asegura— empezó hace una década, cuando llegaron los menonitas.
Todo era monte, ellos desmontaron empezaron a hacer mecanizado y a sembrar. Ahorita todo quedó desierto, ya no hay árboles, tiraron todo el bosque. Hace cinco años empezaron a cultivar arroz. Toda la noche están regando, mucho glifosato llega hasta el agua que tomamos, ya está contaminada”.
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Refiere que la zona donde siembran los menonitas abarca una ruta de 10 kilómetros de distancia, se habla de más de 100 hectáreas, donde predomina soya y sorgo. Los afectados por las fumigaciones a nivel regional son de 2 a 3 mil habitantes. Por ello, “pedimos que terminen con esa venta de glifosato, que se prohíba, y que no se siga sembrando la soya transgénica, porque todo lo que se siembra ahorita son soyas transgénicas”, asegura.
En 2011, los apicultores hicieron una demanda ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), “pero nos dan largas.
Primero dijeron que si van a prohibir el glifosato y ahora nos hablan que hasta el año 2024 van a vender glifosato; mientras el daño sigue avanzando y su uso, porque no dejan de fumigar”.
Daniel Dzul platica que en su localidad la mayoría tiene abejas, “somos 32 apicultores y a todos nos ha afectado, a unos casi se les acabó, a otros les quedó tantito; pero como a veces no llueve, no hay floración y tiene uno que mantener a las abejas y cuesta comprar el alimento”. Cuando fumigan a veces las abejas no llegan. En los últimos dos años ha estado muy crítica la situación de la apicultura. “En la comunidad se han perdido como unas 3 mil colmenas de unas 7 o 8 mil colmenas que había. A unos les quedó 4 o 5 y apenas se están levantado de nuevo. Esto por el efecto de los huracanes, el agua y las fumigaciones”.
Agua contaminada y deforestación
Everardo Chable puntualiza que desde 2015 la perforación de pozos está en veda, pero en campos menonitas donde se cultiva se encuentran más de 100 pozos de extracción y pozos profundos para llevar el agua. Hay cambio de uso de suelo debido a la expansión agrícola y los monocultivos.
Además, añade, existe un proceso de deforestación y pérdida de biodiversidad. En Hopelchén se deforestan de 50 a 60 mil hectáreas al año, que son áreas destinadas a la agroindustria, por lo que este municipio es el más deforestado a nivel nacional. Desde 2001 hasta 2020 se perdieron 213 mil hectáreas de cobertura arbórea, que equivale a una disminución de 19% desde 2000, y 81.2 millones de toneladas de emisiones de CO2, señala citando datos de la Global Forest Wach.
Hay zonas en Península de Yucatán que se inundaban en forma natural y con la llegada de industria se modificó el flujo hídrico. El agua contaminada de fumigaciones terrestres se infiltra al manto freático y en Yucatán es solo uno que alimenta a los tres estados.
Gustavo Hochin, habitante de Bolonchen, habla de que el agua de pozos se extrae de 120 metros bajo tierra y en el caso de los pozos artesanales es de 10 a 15 metros y tienen glifosato. “Estamos tomando agua con glifosato y a la larga nos vamos enfermar de cáncer”, alerta.
Daniel Dzul confía en que con las denuncias que se han presentado a la autoridad haya una reparación del daño. Leydi Pech expone que hay que hablar de abejas y su realidad, porque es importante su aportación económica en la producción de miel, pero también mirar la aportación ambiental que hacen. La agroindustria, los transgénicos y pesticidas están afectando las abejas mayas y no queremos que en algunos años nuestros hijos conozcan a las abejas solo en los libros”, subraya.
Fuente: Imagen Agropecuaria
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