¿Te acuerdas? El lunes pasado, cuando todavía resonaban las matracas en Madero, Coahuila, en esta columna apareció un análisis sobre la división en Morena, una fisura o una separación de campos, si se quiere, nada semejante a una fractura o un cisma, no es para tanto, pero se definieron claramente dos territorios o por lo menos dos posturas, una de los “pisoparejistas”, quienes reclaman condiciones de selección distintas de las ya consagradas por el dueño del partido y su franelero, el señor Mario Delgado; o sea, el imperio de las siempre manipulables y traicioneras encuestas o consultas a modo y capricho, convenientes para justificar cualquier decisión previamente asumida para presentarla con los ropajes falsamente democráticos de la opinión dominante, pero puro cuento, tal sabemo sabemos y como sabe mejor el señor Ricardo Monreal y si su experiencia no fuera suficiente hasta Marcelo Ebrard ha sufrido por este método, aunque bien le pagaron cuando se rajó del mero asiento a pesar de lo cual han participado con este procedimiento, ya fuera para declinar o para emberrincharse porque le quitaron la oportunidad dorada, pero ahora esos caballeros conforman el bloque del piso parajismo, lo cual es ahora como nunca un sueño de noche veraniega, ya lo saben pues la decisión la toma una sola persona y para ver si el dedo les favorece (si no le ha favorecido desde ahora), Adán Augusto y Claudia la única, lagotean a su patrón a mañana tarde y noche, entonces la adulación se convierte en el mejor activo político, la mejor oratoria, la palabra indispensable, y en esas condiciones, pues reaparece en el escenario otro de los fieles más probados, alguien cuya boda le costó millones de pesos (la publicidad en el ¡Hola! es cara) y muchos años de ostracismo y vida sombría refundido en una oficina de nombre rimbombante y utilidad ninguna, porque César Yáñez vuelve a sentir en su rostro la luz del sol tabasqueño, y para festejarlo se va a comer a la Casa Bell, frente a la Iglesia del santo niño checo de Praga, sin parentesco con el zacatecano de Atocha; y comparte viandas y bebidas con el ingeniero Jorge Arganiz, ese fantasmal secretario de Infraestructura (él mismo es un infra secretario, incapaz hasta de poner en orden un aeropuerto) y de acompañante, Rafael Marín Mollinedo sobre cuyas espaldas corre el proyecto del ferrocarril del Istmo de Tehuantepec, la más porfirista de las obras de la Cuarta Transformación, porque como todos sabemos la empezó don Porfirio y la acabará (si la acaba), Don Andrés, pero bueno, lo notable es el retorno de Yáñez, no importa si bajo la fachada de los asuntos religiosos, ahora con el clero católico y algunos rabinos en contra, pues al presidente se le soltó la boca comparando a un publicista judío con el abominable Adolfo, y no podía haber sido peor la regada del tepache, pero en fin, no importa, porque su trabajo en verdad consistirá en arropar y promover al hombre de Tabasco para prolongar el “Macuspana power” por muchos años, así pues, habrá quien le diga “¡ave César!, porque a su paso por los muchos años de talacha y chinga con el presidente, cuando hacían la campaña juntos, a pie, en camionetas o con recursos limitados, César probó una lealtad de acero, suficiente para resistir estos años en el desierto; los cuales ya han terminado y ahora recuerdo esa fidelidad; porque aquella mañana, con la plena efervescencia de la intentona para el desafuero del entonces Jefe de Gobierno, César Yáñez me hizo un regalo, sí, un regalo de un funcionario de la IV-T (cuando aún no existía tan revolucionario afán), y lo digo sin temor de ser acusado de recibir un soborno, ni mucho menos suponerle a él tan inmoral conducta: se quitó de la solapa un alfiler con moño tricolor, símbolo de la queja ante el inicuo proceder del gobierno, y me dijo, ponte esto en protesta por el intento canalla del desafuero más canalla aún, y yo lo recibí y luego se lo di a uno de los meseros del restaurante y le dije, vaya al Zócalo a protestar, yo no tengo tiempo ni ganas, me acuerdo muy bien, y César anteayer estaba contento y me preguntó, cómo estas y yo le dije muy bien, no tanto como ustedes que siguen ganado elecciones y me respondió con certeza, firmeza y entereza, y vamos a ganar más y más, y se lo creo y le desee mucha suerte y me despedí pensando cómo a este paso le va a hacer a Adán la campaña desde el palacio Nacional, con extensión al de Covián, porque Claudia, la otra del equipo de los idólatras, no tiene entre otra de sus muchas carencias, a alguien en medios con la experiencia, los contactos y la historia de César y por ahí vienen ya los signos definitorios de la cosa fuerte, y ya los “pisoparejistas” pueden desgañitarse o ausentarse de los mítines dizque por el Covid, como Marcelo, pero los dados ya están corriendo, o como dijo el otro César, “allea jacta est”, y este arroz ya se coció, lo cual no impediría –en caso necesario– hacer otro paella si las cosas cambian, pero por ahora todo esta claro: el único de carrera ascendente ha sido Adán Augusto, tanto como para salir del Senado, ir a Tabasco, salir de Villahermosa y entrar al gabinete, despachar en Bucareli y recoger halagos y reconocimientos del patrón; me está ayudando mucho, y todo aquello y es además el único en cuya historia personal hay un jovencito llamado Andrés Manuel López Obrador, su amigo, su paisano, su confidente hasta en los oscuros rincones familiares, como él, y luego muchos tienen dudas de si va a preferir el presidente a una empleada de tiempo completo, pero sin los nexos de antaño, sin el color de la infancia descalza y sin camisa en la cual ambos jugaban a la pelota o se metían a nadar al río… esos son otros asideros.
Rafael Cardona