Rodrigo Navarro
Cada año como me enseñaron mis padres, hago una reflexión sobre lo sucedido en el ciclo que terminó. A veces lo hago en diciembre, otras en enero, según anda mi ánimo escritor.
Escucho música clásica para crear esta atmósfera reflexiva. Ahora son viejos discos del pianista George Winston. Además, vi una película en esta magnifica plataforma que es Mubi, ¿Que vemos cuando miramos al cielo? (2021), del cineasta georgiano de Tibilisi, Alexandre Koberidze quién además escribió el guion y musicalizó la película.
Es una fabulita que cuenta las historias cotidianas de la ciudad de Kataisi, la tercera más grande en Georgia. Basada en los encuentros y desencuentros de una pareja, Lisa y Giorgio. Tras enamorarse en la primera cita, transmutan su apariencia y no pueden reconocerse. La trama tiene muchas historias y va por todos lados, con muchos estilos diferentes, tratando de subrayar que todo en la vida tiene la misma importancia. Que en una ciudad como la nuestra suceden mil aventuras igual de interesantes e importantes todos los días.
En algún momento el cineasta se pregunta, ¿Qué le voy a decir a mis hijos cuando me pregunten, que hacías mientras sucedía esta barbarie? Se refiere a la desaparición de la biodiversidad y sus hábitats. Y ofrece un dato escalofriante. En los últimos cinco años hemos perdido 1,500 millones de organismos vivos. Plantas y animales. Pero también su hábitat, y hemos contaminado el agua, el suelo y el aire que son nuestro soporte de vida. Responde: hacía películas.
Mientras nosotros vamos al cine, leemos, escribimos, vamos al super, a la escuela, el trabajo. Seguimos nuestra vida como si nada sucede, y no hacemos nada o apenas hacemos algo que nos quite el sentimiento de culpabilidad. Mirar al cielo es un acto universal y significa muy distintas cosas para cada ser humano.
En 2013 cuando cerraron abruptamente el Quintanarroense, diario de circulación estatal en donde escribía desde 2006, antes lo hacia desde final de 2004 en el Diario de Quintana Roo, José Pepe Cárdenas me acogió en las páginas de este blog de noticias.
Durante nueve años cada semana escribía sobre el tema primordial del desarrollo sustentable: uso y conservación de los recursos naturales, en equilibrio con el desarrollo social y económico.
Al comenzar el 2021 sentí que me estaba repitiendo. Así que decidí escribir solo una vez al mes en lugar de cuatro entregas. Lo cumplí los primeros seis meses, pero luego ya no me fue posible. Entre la crisis de la pandemia, ver el documental de David Attemborough que me quebró el ánimo, la disminución de la actividad de Jean Michel Cousteau por la pandemia y una enfermedad. Fui perdiendo fuelle. Sentí que me repetía y no lograba alentar a los lectores en la defensa de la vida.
Siempre dijimos que el gran deudor en esta ecuación era el desarrollo social. Y así parece entenderlo este gobierno que inclina la balanza hacia este sector, en detrimento del desarrollo económico, pero primordialmente del desarrollo basado en el uso y conservación de nuestro capital de vida. Este tema no le importa en lo absoluto.
Este año le redujo en 10% el ya mermado presupuesto de la CONANP, organismo encargado de cuidar y proteger las áreas prioritarias para la conservación de este capital natural. Este gobierno ha reducido el presupuesto en 20% y el anterior de Peña Nieto en 60% para dejarlo en términos reales en 80% respecto a 2002. Hay un presupuesto este año de 0.17 centavos por hectárea de superficie en áreas marinas protegidas. Por eso nos envían un director a el PNAC que viene a vacacionar. No hay presupuesto ni interés en la conservación.
Así que las nuevas y la reflexión, no ofrece un balance optimista. Ni siquiera medianamente alentador. A pesar de que cada vez más personas suman acciones para la conservación de la vida. No es suficiente. Son una aspirina, comparado al daño infringido por nuestra especie al planeta que todos habitamos.
Y es el único que tenemos. A pesar de los vuelos espaciales de los multimillonarios Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk. Quienes por cierto gasta millonarias sumas en vuelos que podrían paliar el sufrimiento del planeta y emiten a la atmósfera toneladas de CO2.
Los resultados de la Conferencia para el Medio Ambiente de la ONU este año, COP26 fueron muy poco alentadores y desesperanzadores. A nadie parece importarle el deterioro de nuestro planeta y de nuestra calidad de vida. El movimiento de jóvenes, muy activo y que representa el futuro y la esperanza, se manifestaron con furia. Entre ellos Greta Tumberg, quien dijo que la reunión fue un fracaso: “cada año no la reunión no ofrece casi nada, prácticamente no presentan soluciones. Solo buenas intenciones. Y de eso está empedrado el camino de nuestro infierno.
“Se necesitan hechos drásticos e inmediatos. Reducción inmediata de las emisiones de carbono. Alentar energías limpias. Bajarle drásticamente a nuestro consumo porque nuestro estilo de vida tiende al despilfarro y la producción de más CO2 en la atmósfera, la destrucción del hábitat, la desaparición de miles de especies animales y vegetales cada año.
“No podemos seguir viviendo en una burbuja de fantasía. Mientras el mundo esta en llamas y estamos viviendo la peor crisis climática, los tomadores de decisiones, las empresas y la gente en general pretende ignorar y voltear la cara. Son semanas de blablábla que crean vacíos legales que mismos. Como en la fábula, nuestros emperadores van desnudos y decimos que qué lindo traje. Dijo la joven ambientalista en su discurso en la plaza George en Glasgow, Escocia. Se pretende corregir la crisis con los mismos métodos y prácticas que nos han llevado a ella”
Y usted que les va a decir a sus hijos y nietos querido lector. ¿Qué estaba haciendo mientras esta barbarie sucedía?
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