Carlos Ferreyra
Esto es algo que no deberíamos echar al baúl de los recuerdos; imprescindible tenerlo presente en momentos en que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pretende revivir la historia colonial esgrimiendo la Doctrina Monroe, “América para los americanos” e imponer una intervención en Venezuela bajo el pretexto de la intervención de fuerzas extracontinentales, Rusia y China.
Nunca el gobierno de Washington jugó bajo la premisa de restaurar democracia y derechos humanos en las cuestionadas democracias subcontinentales. Se recuerda a un canciller gringo cuando le dijeron que Anastasio Somoza era “un hijo de puta” a lo que respondió: “Sí, pero es nuestro hijo de puta”.
Historia repetida; mientras les fue útil el sucesor de Omar Torrijos, Manuel Noriega “Cara´epiña” quien en tiempos del general que recuperó el Canal de Panamá, después de célebre borrachera con los dirigentes del Partido del Trabajo (comunista marxista) amanecieron muertos todos. Ante un cuestionamiento a Torrijos, explicó que gracias a Noriega pudo retornar al poder cuando se registró un golpe de Estado Militar mientras competían sus caballos en el Hipódromo de las Américas.
Cuando el sucesor de Torrijos ya no les fue útil, hasta entonces el principal traficante de drogas autorizado por Estados Unidos, un día decidieron sustituirlo. Para llevar a cabo el desplazamiento del entonces presidente panameño, se usaron las habilidades de Elliot Abrams, quien operó una invasión con cientos de muertos civiles y la destrucción del barrio El Chorrillo, poblado por pobres.
Para resolver la crisis planteada por Trump que convoca a la rebelión del pueblo de Venezuela contra Maduro, se echó mano de Elliot Abrams. Curioso nombramiento si vemos que apenas hace menos de un año el ahora delegado gringo en Caracas escribió una diatriba contra Trump acusándolo de no respetar las normas democráticas y de hacer trampa en las elecciones en las que ganó la Oficina Oval.
Abrams es la carta fuerte en el tema de Derechos Humanos y sistemas democráticos, pero vistos hacia el sur. En su propio país el sujeto fue condenado por su participación en el caso Irán—Contras un conflicto permeado por la droga y el tráfico de armas y financiamiento de los grupos que se oponían al Frente Sandinista. Eso fue mientras servía a Reagan; el siguiente, Bush padre, lo indultó y le asignó tareas relativas a su especialidad: derechos humanos y Asuntos Humanitarios.
Human Rights Watch y Amnistía Internacional, lo acusaron de proteger al gobierno de Ronald Reagan en la aplicación de políticas que encubrían atrocidades en El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua. De allí el perdón que le otorgó Bush padre tras comprobársele participación en el Irán—Contras y la secuela de crímenes masivos contra poblaciones nicaragüenses.
También fue cuestionado por grupos religiosos, lo que superó cuando George H. W. Bush lo nombró ayudante especial del Presidente y director de la organización gubernamental para Democracia, Derechos Humanos y Operaciones Internacionales dentro del Consejo de Seguridad Nacional.
Se le señala de haber sido quien dio el visto bueno para el alzamiento castrense contra Hugo Chávez. Informa una ficha biográfica en internet, que en este mes fue nombrado por el secretario de Estado (canciller) Mike Pompeo como emisario especial para Venezuela. Por ahora, informa que está empeñado en obtener fondos para respaldar a Juan Guaidó, autoproclamado Presidente Legítimo.
Esta es la breve semblanza de quien estará a cargo del retorno de Venezuela a los brazos de la democracia. De la democracia del norte, aunque nos consolemos por la posible expulsión de Nicolás Maduro, el manejador del tren urbano en Caracas, a quien se señala además, ventajas de las redes sociales, como nacido en Colombia.