Justo cuando se celebra el Día Internacional del Trabajo, el Papa evocó la figura de San José, el carpintero, durante una audiencia privada a empleados y directivos del periódico de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire, en el Palacio Apostólico del Vaticano.
En su mensaje, el pontífice abogó por un tipo de trabajo que le permita a cada uno, sin importar su rol, poner siempre a su familia por encima de la eficiencia en sí misma.
“No por casualidad, José es el hombre que sabe despertarse en la noche, sin desanimarse bajo el peso de las dificultades. Sabe caminar en la oscuridad de ciertos momentos los cuales no comprende a cabalidad, reforzado por el misterio, del cual acepta dejarse involucrar y al cual se entrega sin reservas”, dijo.
Hablando en italiano apuntó que “el carpintero de Nazaret nos reclama la urgencia de encontrar el sentido de la sana lentitud, de la calma y la paciencia. Con su silencio nos recuerda que todo tiene un inicio en la escucha, en el trascenderse a si mismo para abrirse a la palabra y a la historia del otro”.
Más adelante, estableció que esa escucha sólo se puede lograr apagando el “ruido del mundo” y las propias conversaciones, un silencio que es la primera condición de cualquier comunicación.
Reconoció que también en la Iglesia católica muchos están expuestos al impacto y la influencia de una cultura de la velocidad y de la superficialidad, donde más que la experiencia cuenta lo que es inmediato, lo que está al alcance de la mano y puede ser consumido inmediatamente.
Así, según el Papa, más que promover el diálogo y la profundización, se corre el riesgo de exponerse a una “pastoral del aplauso”, a un aplanamiento del pensamiento y a una “desorientación” difundida por opiniones que no se encuentran.
Como contraparte, precisó que el diálogo vence la sospecha y el miedo, ayuda a poner ideas en común, establece relaciones, desarrolla una cultura de la reciprocidad; por eso la Iglesia, cuando es artífice del diálogo, no sólo ayuda a los demás sino que se purifica a sí misma.
Instó a los periodistas a no discriminar a nadie con su trabajo, a no considerar a nadie como excedente, a no quedarse sólo con lo que ven todos.
Los impulsó a huir de la información de consumo fácil, que no empeña; a reconstruir los contextos y explicar las causas; a acercarse siempre a las personas con gran respeto, a apostar a los vínculos que constituyen y refuerzan las comunidades.
“Que nadie dicte su agenda, a excepción de los pobres, los últimos y los sufrientes. No se sumen a las filas de los que corren a contar aquella parte de realidad que está ya iluminada por los reflectores del mundo. Comiencen desde las periferias, conscientes que no son el final, sino el inicio de la ciudad”, apuntó.
Fuente: Crónica