Colaboración de Juan María Naveja
La comunicación política no volverá a ser igual, la llegada de Donald Trump, a la política primero, y a la Casa Blanca después, ha venido a generar nuevos paradigmas, pero, sobre todo, a desafiar el papel de los medios de comunicación y la libertad de expresión, premisa fundacional de Estados Unidos. Han pasado gobernantes, principalmente en los estados, de diferentes procedencias pero es hasta Trump que se impone una personalidad creada al influjo de los medios, que supera al establishment en pleno.
Trump supo desde hace 10 o 12 años que la política era la mejor manera de consolidar sus negocios, seguramente nunca sabremos si, como dicen algunos, sólo buscaba publicidad y se encontró con la Presidencia.
Como candidato se apegó al librito tres temas: la lucha contra el terrorismo, la inmigración con México como punching bag y la recuperación de los empleos. La promesa: volver a hacer América grande. No se apartó del discurso, así aniquiló a 15 adversarios, se impuso a la maquinaria republicana, incluso doblegó a su dirigencia.
Superó señalamientos tan delicados como la bancarrota de varios de sus negocios, que dilapidó la fortuna de su padre, los supuestos vínculos con mafiosos y sus evidentes excesos contra las mujeres. Sucedió lo que se sabe en comunicación política: llega un momento en que el candidato es refractario; la gente lo compró, su base lo adoptó, protegió y le cumplió con el voto.
Pero en comunicación Trump no ha cambiado, es el mismo, no tiene límites; no los tuvo para decir, sin pruebas, que Obama no había nacido en Estados Unidos y consolidó eso que se llama fake news. Lo hizo en campaña y lo sostiene en la Casa Blanca.
Trump ha jugado al filo de la navaja, tanto con los medios como con las manifestaciones públicas; su lenguaje incendiario ya ha suscitado enfrentamientos entre opositores y simpatizantes.
Los medios han tenido que ir contra la corriente, defendiéndose de las acusaciones que alcanzan resonancia por quién y desde dónde las dice. La más reciente, el spot que critica a las principales cadenas, que obviamente, no lo incluyeron en su programación.
Nunca medios de la talla de The New York Times compraron publicidad para defender su credibilidad; lo hicieron en la reciente entrega de los premios Oscar.
Trump a diario califica a los medios de mentirosos y enemigos del pueblo, para él sólo existe Fox News, que por su parte se deja querer.
Puede decirse que poco a poco los medios se recomponen, han ido haciendo la tarea en temas como la intrusión de Rusia en la elección y sus vínculos con el equipo de Trump. Es de creer que con base en su esencia de garantes de la libertad de expresión a la larga pondrán a cada quién en su lugar; mientras tanto, tienen que navegar con los tweets cotidianos y su efecto.
Lo que puede anticiparse es que después de Trump nada en la política de Estados Unidos volverá a ser igual, aparecen nombres de personalidades que pudieran aventurarse en la política: Oprah, Zuckerberg, Clooney, Cuban, Scarlett, West y otras celebridades que concluyen: si Trump pudo, yo también…
Son los tiempos del marketing político, de la exposición mediática. Insisto, después de Trump ya nada será igual.