Francisco Fonseca N.
Existe una organización a nivel mundial conformada por más de 200 países que se llama Organización de las Naciones Unidas. Este cuerpo colegiado se fundó en 1945 y tiene como propósitos, entre otros, mantener la seguridad y la paz internacional, desarrollar relaciones amistosas entre las naciones y propiciar la cooperación internacional en la resolución de problemas económicos, sociales, culturales y humanitarios.
Menciono esto porque el primer atributo de la ONU es la seguridad. Sin embargo, en los últimos 40 años en todos los países del mundo ha crecido la inseguridad. Pero en México este crecimiento ha sido mayúsculo. Todos los días, todos, nos enteramos de balaceras, de sicarios, de decapitados, descuartizados, enterrados, semienterrados, de llantos y quejas, de pesares. Encontramos, no todos los días, sino cada hora, mucha información sobre la inseguridad. La vemos en periódicos, libros, revistas, programas de televisión, redes sociales y, lo que es más grave, en nuestras personas.
Cada cinco años, la ONU lleva a cabo su llamado Congreso Mundial de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente. He sido representante de México en dos de ellos. Este órgano colegiado emite no sólo recomendaciones, como ha ocurrido en los anteriores doce Congresos, sino medidas ejecutoras y de colaboración entre países para contrarrestar de manera firme y decidida a la criminalidad urbana organizada.
En mis anteriores escritos he tocado el tema de la tarea esencial de la policía preventiva, que en su título la lleva: prevenir el delito, evitar que se lleve a cabo una conducta antisocial, inhibir al delincuente con su sola presencia. Asimismo, he mencionado la importancia de la participación ciudadana en las tareas preventivas. Pero aquí y hoy destaco esta verdad: en ningún país del mundo la delincuencia ha disminuido con la sola intervención policial, de manera unilateral; es necesaria la participación ciudadana que complemente.
Por lo que toca a la Ciudad de México, he leído recientemente acerca de las inquietudes ciudadanas del porqué ya no se reúnen, o lo hacen escasa y aisladamente, los Comités Delegacionales de Seguridad Vecinal y los Subcomités de Seguridad Escolar. Se lograban resultados positivos y la ciudadanía se sentía un poco atendida. Hubo una época en que las Procuraduría y la Secretaría de Seguridad Pública del, entonces, Distrito Federal, las delegaciones, y en su caso la Secretaría de Educación Pública tenían en sus manos la problemática inherente, y era atendida y resuelta en gran medida. Se escuchaban las quejas y los temores vecinales, así como de los maestros y representantes de niveles y se daba respuesta. Pero ya no más.
De repente aparecieron, como llegados de otras galaxias, los gobernantes de hoy en día. ¿Qué ha pasado? ¿En cuál momento de la historia de la inseguridad nos hemos quedado? ¿Es posible que en aras de otras ocupaciones menos dedicadas y más jugosas se hayan sacrificado estos foros? ¿Nos merecemos estas autoridades?
Escuchemos a Naciones Unidas, escuchemos a nuestros vecinos, a los maestros, a los alumnos, a nuestras familias. Invitemos a la comunidad. Y resolvamos lo que nos corresponda como autoridad, con autoridad, con ganas. Dejemos a un lado los discursos paternalistas y convocantes. Deduzcamos que han muerto miles y miles de mexicanos en esta guerra que un día será llamada genocidio.