Gabriel Casillas
La semana pasada escuchamos dos “malas noticias” de carácter económico: (1) El PIB de nuestro país retrocedió en el segundo trimestre del año; y (2) los precios de las gasolinas aumentarán a partir del 1 de agosto, el denominado “gasolinazo”, el segundo del año. Si bien a ninguno de nosotros nos gusta escuchar que disminuyó el dinamismo de nuestra economía y que el precio de uno de los productos energéticos más relevantes, como es la gasolina, se ha incrementado, cabe señalar que ambas noticias tienen una arista positiva de mediano y largo plazo. Quiero aclarar que no se trata de encontrar el lado positivo a estos dos sucesos, sino de ponerlo en el contexto de lograr una política fiscal responsable y un mercado libre en el terreno de los energéticos.
(1) Caída del PIB en el segundo trimestre. El INEGI publicó el viernes pasado el reporte preliminar del Producto Interno Bruto (PIB) para el segundo trimestre del año (2T16). En este reporte se dieron a conocer tres tasas de crecimiento del PIB: (a) El PIB cayó 0.3 por ciento en 2T16 con respecto al primer trimestre de 2016 (1T16). Es decir, el PIB que se generó en los meses de abril, mayo y junio fue menor en un 0.3 por ciento que el que se generó en los meses de enero, febrero y marzo (“tasa trimestral”). Cabe señalar que este dato se encuentra “ajustado por estacionalidad”. Es decir, que para que este dato pueda ser comparable con las tasas de crecimiento de otros trimestres, se “eliminan” los “efectos calendario”, así como la “estacionalidad” propia del trimestre en cuestión. Por un lado, el efecto calendario que se ajustó en 2T16 fue que en este año la Semana Santa cayó en 1T16, por lo que por este concepto, 2T16 tuvo un número mayor de días hábiles que 1T16. Por otro lado, por ejemplo, si la tasa de crecimiento en los segundos trimestres en general siempre es mayor que en los primeros trimestres en cierto porcentaje -debido a que en los segundos trimestres se disipa el efecto de “la cuesta de enero”, por ejemplo-, entonces se elimina este “efecto estacional” también. En pocas palabras, la tasa de crecimiento “ajustada” intenta reflejar cuánto creció el PIB por arriba de lo que “normalmente” crece para distinguir entre un crecimiento “verdadero” y un crecimiento “puramente inercial”. En esta ocasión, por ejemplo, el PIB a tasa trimestral sin ajuste creció casi 0.7 por ciento en 2T16 con respecto a 1T16, por lo que los ajustes de días calendario por Semana Santa y por crecimiento inercial quitaron casi un punto porcentual al situarlo en -0.3 por ciento. Esta tasa sería comparable con el 0.8 por ciento que creció el PIB en 1T16 con respecto a 4T15, por lo que el PIB perdió dinamismo con respecto al crecimiento observado en 1T16 y no sólo eso, sino que cayó en 2T16 con respecto a 1T16; (b) el PIB creció 1.4 por ciento en 2T16 con respecto al mismo trimestre del año pasado (2T15) o “tasa anual”. Esta tasa está ajustada por “efecto calendario” exclusivamente. Es este sentido, el ajuste tiene que ver con el hecho de que 2T16 tuvo un mayor número de días hábiles comparado con 2T15, debido a que Semana Santa no cayó en 2T16, pero sí en 2T15. Esta tasa es comparable con el 2.8 por ciento que creció el PIB en 1T16 con respecto a 1T15 -ajustado por calendario-, que también nos señala una pérdida de dinamismo en 2T16, con respecto a 1T16; y (c) el PIB creció a una tasa de 2.4 por ciento en 2T16 con respecto a 2T15 (tasa anual sin ajuste por efectos calendario). Esta es comparable con el 2.6 por ciento que creció el PIB en 1T16 a tasa anual (sin ajustes). En mi opinión, para conocer el desempeño trimestral de nuestra economía hay que observar la tasa trimestral ajustada tanto por efectos calendario, como por estacionalidad, es decir, el –0.3 por ciento. No obstante lo anterior, es relevante también observar la tasa anual sin ajustes para darnos una idea de cómo se puede ver el desempeño de nuestra economía este año con respecto al año pasado. En mi opinión, como he comentado en ocasiones anteriores, considero que la economía mexicana crecerá 2.3 por ciento en este año (año completo). Esto quiere decir que si la economía mexicana creció en promedio (a tasa anual) 2.5 por ciento durante el primer semestre de este año (2.6 por ciento en 1T16 y 2.4 por ciento en 2T16), anticipo que crecerá alrededor de 1.9 por ciento en promedio durante el segundo semestre de este año. Una vez habiendo “descifrado” los datos, quiero comentar que en mi opinión, esta desaceleración anual o caída trimestral del PIB reflejó dos fenómenos: (a) Desaceleración global de la manufactura; y (b) recortes de gasto público del gobierno federal. En este sentido es en el que, a pesar de que recibo con beneplácito los recortes de gasto público en el que el gobierno reafirma su compromiso de lograr detener la trayectoria ascendente de la deuda gubernamental que inició desde el sexenio pasado, todo tiene un costo y en este caso “se paga” con una desaceleración del PIB.
(2) El “gasolinazo” de agosto. La fórmula que presentó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para determinar el precio de la gasolina este año tiene dos componentes básicos (entre otros): (a) Precio internacional de las gasolinas, que es muy relevante dado que importamos alrededor del 60 por ciento del consumo nacional; y (b) tipo de cambio. Por un lado, el precio internacional de las gasolinas normalmente aumenta en “la temporada de manejo” de EU (de “Memorial Day” –finales de mayo-, a “Labor Day”, inicios de septiembre) y por otro lado, el peso se ha estado depreciando con respecto al dólar de EU en los últimos meses, logrando un pico con el Brexit. Dado estos dos fenómenos era relativamente sencillo determinar que el precio de las gasolinas en México iba a tener un aumento en el verano. Ya no podemos llamarle “gasolinazo”, con la fórmula que estableció SHCP nos encontramos en una transición hacia un mercado libre en los energéticos. Lo bueno es que por primera vez en la historia reciente de nuestro país, el precio de la gasolina bajó el 1 de enero. En el caso de la Magna su precio bajó de 13.58 a 13.16 pesos por litro, en la mayor parte del país y ahora habrá que acostumbrarnos a un precio volátil de la gasolina hacia delante, como en cualquier lugar del mundo. Se acabó “papá gobierno” en este sector, en el que por muchos años el precio de la gasolina estuvo subsidiada y en el que en otros años sirvió como “el impuesto perfecto”.
Por último, quiero destacar que las líneas que escribo no son pro-gobierno de ninguna manera. Prueba de ello es que aplaudo el recorte de gasto público, al querer un gobierno más responsable y más pequeño, sobre todo por las ineficiencias que considero que trae consigo. De la misma manera, aplaudo la liberalización de los mercados, en este caso el de los energéticos, para que sean tanto la oferta como la demanda quienes gobiernen el precio en un ambiente competitivo y que de éste emanen las decisiones de inversión y los incentivos para disminuir los costos y ofrecer mejores productos y servicios.
*El autor es Director General Adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte. Las opiniones que se expresan en el artículo no necesariamente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, por lo que son responsabilidad absoluta del autor.
Twitter: @G_Casillas
1 comentario
Sus comentarios justificativos al despiadado aumento a las gasolinas son muy respetables, sus mediciones basadas en cifras del INEGI dejan mucho que decir y sobre todo dudas, pues desafortunadamente el INEGI ha dejado de ser confiable desde que se sometió a las exigencias de gobierno al tratar de engañar a los mexicanos con sus increíbles mediciones sobre la pobreza en México.
Aquí el grave problema es el engaño del gobierno y las declaraciones triunfalistas sobre los supuestos beneficios de la reforma energética, precisamente en relación a los famosos gasolinazos, y que ahora con una mentira más nos quieran convencer cambiando sus repetidos argumentos con un simple dicho “sin las reforma energética estaría más cara la gasolina”, esto sin contar la relación del salario mínimo con estos aumentos.
Ojalá así como se tomó la molestia de explicarnos los beneficios de dicho aumento que al parecer deberíamos de estar muy contentos, nos escribiera un argumento en el que nos explicara cómo vamos a ver reflejados en los bolsillos de la población tan buenas noticias que nos comenta, sobre todo, la escalada de aumentos que nos espera en los precios de todos los productos que afecta directamente a los que menos tienen.
Me queda muy claro que su artículo refleja su formación economista al servicio del sector bancario que son los principales saqueadores, agiotistas y usureros del pueblo.
Su comentario pudiera servir para justificar de manera profesional la situación económica en México y que se refleja en los aumentos en la gasolina, sin embargo para los afectados con tremendo aumento, no es otra cosa que una burla más, un engaño además, de ofensivo.
El problema actual es que los graves problemas que padece México, lo quieren arreglar con artículos y columnas como la suya, sin tener en cuenta el hartazgo que existe, pues las cifras y los números convertidos en estadísticas no dan de comer.
Qué bueno que ve muy positivo el aumento a la gasolina.
Bien por usted.
Atentamente
Roberto Zárate