Colaboración de Gabriel Casillas
Donald Trump todavía no es oficialmente el candidato presidencial del Partido Republicano, pero todo parece indicar que es un hecho que lo va a ser. En la columna titulada “Liberalismo y política en EU, ¿Doble moral o incongruencia ideológica?” (3 de marzo, 2016) comenté que probablemente los debates ideológicos no iban a ser tan relevantes en esta elección. Desafortunadamente creo que no me equivoqué. Pero más que lamentarme por la falta de debates de alto nivel sobre políticas públicas en el país más importante del mundo, en esta ocasión quiero argumentar por qué creo que Donald Trump NO va a ser el próximo Presidente de los Estados Unidos de América.
No soy un analista político, pero como economista me gusta analizar variables que guardan una relación histórica consistente con otras variables, en este caso con el resultado de las pasadas elecciones presidenciales en EU, máxime cuando dicha relación entre variables encuentra fundamento en una teoría lógica sobre la causalidad de los eventos y no por simple casualidad. En este sentido, quiero destacar tres temas sobre asuntos electorales recientes:
(1) En los últimos años las encuestas de intención de voto han sido cada vez menos precisas para pronosticar el resultado de las elecciones. En mi opinión, esto se debe a dos cosas: (a) Creciente tendencia global anti-política (i.e. movimiento anti-establishment). En la medida en que la población está más informada sobre las acciones de los políticos –principalmente debido al acceso a Internet de manera móvil y a las redes sociales-, así como el interminable círculo vicioso en el que los candidatos han prometido mucho –concentrándose en los “qués” y no en los “cómos”-, y cuando ganan el puesto de elección popular han hecho poco por cumplir sus promesas de campaña (y no se diga si se encuentran envueltos en escándalos de corrupción), la población a nivel global ha perdido la confianza en la democracia como la conocemos hoy; y (b) una gran parte de la población miente en las encuestas, sobre todo cuando se trata de un candidato políticamente incorrecto.
(2) Considero que el movimiento anti-establishment y el deseo de aparentar ser políticamente correcto, han tenido consecuencias importantes en el grado de predictibilidad de las encuestas de intención de voto con respecto al resultado electoral, en particular dos consecuencias: Por un lado, que el porcentaje de “indecisos” sea muy alto y se mantenga así a lo largo del periodo en el que se publican encuestas y por otro lado, que el resultado de las encuestas de intención de voto se encuentren sesgadas, provocando un mucho menor grado de predictibilidad de este tipo de instrumento; y por lo tanto…
(3) En mi opinión, una forma de “darle la vuelta” a la problemática en cuestión, es enfocándonos en el porcentaje de opiniones negativas sobre los candidatos. Al final del día, en muchos casos se trata de elegir “al menos malo”. Me queda claro que no estoy “descubriendo el hilo negro”. Desde hace tiempo los expertos en encuestas incorporan la pregunta sobre opinión negativa en los cuestionarios que aplican. En este sentido, considero que si bien los resultados de este tipo de encuestas no nos ofrecen información fidedigna sobre el diferencial de votos con el que un candidato puede ganar al otro en una elección, ni sobre la posibilidad de que tenga mayoría en el Poder Legislativo, creo que pueden ser más precisas que las de intención de voto para pronosticar el ganador de una elección.
Examinemos cómo estuvieron los resultados de las encuestas de opinión negativa en las últimas seis elecciones en EU. Por consistencia, en todos los casos utilicé datos de las encuestas que condujo NBC News polling. En la elección de 1992, George H.W. Bush (R, de “Republicano”) contaba con la opinión negativa del 46 por ciento de los votantes registrados, mientras que Bill Clinton (D, de “Demócrata”) con 37 por ciento. ¿Quién ganó? Todos sabemos que Bill Clinton ganó la elección presidencial, quien tenía un porcentaje menor de opiniones negativas. De la misma manera, en la elección de 1996, Bob Dole (R) obtuvo un porcentaje de opiniones negativas de 38 por ciento, mayor que el del ganador, Bill Clinton (D), con 33 por ciento. Asimismo, en el 2000, George W. Bush (R) ganó la elección presidencial teniendo un 30 por ciento de votantes con opinión negativa vs. 37 por ciento de Al Gore (D). La elección del 2004 estuvo más compleja de pronosticar por este tipo de encuestas debido a que observaron un “empate técnico” entre ambos contendientes. El ganador, George W. Bush (R), obtuvo un 44 por ciento de opiniones negativas, mientras que John Kerry (D) tenía 43 por ciento. En el 2008, Barack Obama (D) ganó la elección, teniendo el 34 por ciento de opiniones negativas, mientras que John McCain (R) el 39 por ciento. En la elección de 2012 de nuevo las encuestas observaron otro “empate técnico”. Barack Obama (D) pudo reelegirse teniendo el 43 por ciento de opiniones negativas entre los votantes registrados, mientras que Mitt Romney (R) tenía el 44 por ciento. ¿Cómo se encuentran los resultados de estas encuestas hoy? Hillary Clinton (D) tiene al 56 por ciento de los votantes registrados encuestados con una opinión negativa y Donald Trump (R) con 65 por ciento. Es por esto que en la medida en que estos porcentajes se mantengan, considero que Donald Trump NO va a ganar la elección presidencial en EU.
Twitter: @G_Casillas