Mientras no aparezcan los desparecidos no puede cerrarse el pavoroso caso de los 43; el crimen es imprescriptible.
Fue el Presidente de la República quien solicitó la coadyuvancia del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) –avalado por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos– para sumarla a la averiguación previa de la PGR, con objeto de aclarar la “verdad histórica” sembrada en su momento por el ex procurador Jesús Murillo Karam.
Pero precisamente para el GIEI, esa “verdad histórica” resulta una verdad sospechosa.
Según el primer informe de la “investigación de la investigación”, es científicamente imposible que los cuerpos de los 43 normalistas de Ayotzinapa hayan sido calcinados en el basurero de Cocula. El peruano José Torero, perito en incendios de la Universidad de Queensland, Australia, rechaza la afirmación de la PGR; no descarta la incineración de los cadáveres en otros lugares, y en otras condiciones.
Otra contradicción: la PGR solo había mencionado la participación de policías municipales de Iguala y Cocula; el GIEI concluye que también habrían participado fuerzas federales y militares.
Grave discrepancia es el “quinto autobús”, que aparecía en la averiguación previa de la Procuraduría de Guerrero pero que en el expediente de la PGR fue desestimado.
La manipulación de evidencias, el probable encubrimiento de autoridades federales y militares, y la hipótesis de un móvil relacionado con el tráfico de heroína, cobran mayor fuerza.
El Gobierno Federal se traga el sapo a la mitad de una profunda crisis de credibilidad; no le queda de otra. Enrique Peña Nieto acepta reunirse –otra vez– con los padres de los desaparecidos; instruye a la PGR a realizar nuevos peritajes… y autoriza al GIEI extender su misión medio año más –así nos cueste otro millón de dólares– para buscar donde no se ha buscado, y llamar a cuentas a quienes hasta hoy han quedado impunes.
Guste o no, colaborar con el GIEI conviene al Gobierno para evitar mayor desprestigio.
¿La “verdad histórica” de la tragedia es “mentira histórica”, como reclaman los “ayotzinapapás”?…
¿Dónde queda entonces la verdad verdadera, enunciado preciso de una realidad incontestable?
EL MONJE LOCO: ¿Será verdad o será mentira?: el reporte del GIEI permitiría sospechar que José Luis Abarca y su señora fueron oportunamente demonizados para cargarles todas las culpas, y todos los muertos y todas las cenizas, y ocultar en las sombras de la noche trágica de Iguala a otros coludidos impunes.