Colaboración de Juan María Naveja
No hay el gran programa para aprovechar las fortalezas locales. México tiene condiciones de potencia, pero no por los caminos que seguimos transitando.
¿Y si en lugar de insistir en lo que Estados Unidos hace bien nos ponemos a hacer lo que nos toca? Ya está bueno de culpar al exterior de lo que le está pasando a México. Es cierto que el dólar se ha fortalecido y con ello se debilitaron casi todas las monedas del mundo y que se cayeron los precios del petróleo, pero también es verdad, y tal vez más importante, que el mercado interno no reacciona como debiera porque no se han tomado las medidas conducentes, principalmente el correcto gasto público, la debida fiscalización y, sobre todo, el combate a la corrupción.
No deja de ser preocupante el optimismo con que reaccionan los funcionarios y técnicos del gobierno y los del Banco de México que encuentran las más asombrosas explicaciones que contrastan con la realidad nacional. Podrán hablar de baja inflación y tasas de interés reducidas, pero ¿y la recuperación del poder adquisitivo? ¿Y el combate a la desigualdad y la pobreza?
Un país con más de 110 millones de habitantes, en su mayoría jóvenes, y con ricos recursos naturales cuenta con las condiciones para no depender tanto del exterior. Cada que se han presentado caídas del precio petrolero se reitera que debemos dejar de depender de un solo producto.
Ha sido insuficiente lo que se ha hecho para estimular el comercio local, han crecido los vicios y se ha protegido el comercio informal en beneficio de la piratería y de un puñado de contrabandistas que controlan tianguis, mercados y ambulantes.
Los programas sociales con diferentes nombres en los últimos 25 años no han logrado terminar con la pobreza y en gran parte por su carácter asistencialista.
Los subsidios siguen siendo generalizados y permanentes; eso no funciona, a la larga se convierten en ataduras y limitantes para el desarrollo y crecimiento.
Siendo México un país con vocación y condiciones para la micro, pequeña y mediana industria, son más las trabas que las facilidades, cuando programas reales en este terreno vendrían a estimular el empleo y el autoempleo.
Sí, el mercado interno es la solución ante los embates externos, pero no prospera en tanto la política fiscal sea desastrosa, mientras el gasto público sea equivocado y permanezca la desconfianza de los inversionistas locales y extranjeros.
Punto y aparte es la corrupción. Diera la impresión de que el gobierno actual ya la ubicó como un mal necesario; preocupa que se escuche que ante el temor de que el PRI pierda la Presidencia en el 2018 hay quienes van por todo.
En fin, que la tarea interna no se está haciendo, al menos no a plenitud. No hay el gran programa para aprovechar las fortalezas locales. Sí, en un mundo globalizado nadie se salva, pero el impacto es menor para los que tienen defensas propias; algún día entenderemos que México tiene condiciones de potencia, pero no por los caminos que seguimos transitando.
Al margen
Otra del presidente, eso de encontrarle virtudes a la depreciación del peso… Si así fuera, la devaluación sería la mejor herramienta de muchas economías.
Fuente: El Economista