Las obras avanzan sin aparente sobresalto, al contrario de lo que se vivió en el Mundial de 2014, aunque tampoco se observa entusiasmo en la gente para este evento
Comparados con la tortuosa gestación del Mundial de fútbol 2014, los preparativos de los Juegos de Río 2016 destacan por una calma relativa en un país que tiene, definitivamente, motivos mayores de preocupación. El último año, sacudido por la onda expansiva del caso Petrobras, ha sido el más agitado de la reciente vida política brasileña. Además, la economía perderá un 1,5% en 2015; el desempleo ha trepado al 7% y la inflación al 9%.
La corrupción domina los periódicos y los efectos de la recesión se notan ya en las calles. En medio de todo, la organización parece haber dado la vuelta al fuerte pesimismo de hace solo 15 meses, beneficiada por el éxito operativo in extremis del Mundial. El tono del Comité Olímpico Internacional (COI) es diferente al del pasado y miembros que en 2014 describieron el camino a Río 2016 como “la situación más crítica en las últimas décadas” hablan ahora de “gran progreso” y “satisfacción”.
A un año de su inauguración, los Juegos Olímpicos siguen sin despertar entusiasmo masivo en la cidade maravilhosa (como pasó ya con el Mundial), pero no han suscitado revueltas similares a las de 2013. Y ello pese a la desconfianza generalizada que provocan los grandes fastos, avivada por la imagen de algunos estadios mundialistas que costaron cientos de millones de dólares y se han convertido ya en elefantes blancos, sin apenas utilidad.
El maratón de obras presenta algunos retrasos, pero nadie duda ya sobre la celebración de los Juegos. El tráfico de Río sigue sufriendo intensamente por la construcción del metro y las obras del Parque Olímpico Deodoro siguen necesitando tres turnos para evitar una catástrofe en principio descartada, pero algunas instalaciones son ya una realidad. La Villa Olímpica de Barra de Tijuca, que alojará a 18.000 atletas en 3.600 apartamentos, está concluida ya al 85%. Se han comenzado incluso a vender las viviendas para uso posterior a los Juegos: fueron construidos con financiación privada, como la mayoría de las obras (el alcalde Eduardo Paes presume de que son los Juegos “más baratos de la historia”).
La Autoridad Pública Olímpica, que coordina a las diferentes administraciones no ofrece todavía una cifra sobre el porcentaje de obra terminada y actualizará el documento sobre el progreso de las instalaciones a fines de agosto. Por ahora, su presidente, Marcelo Pedroso, señala a este periódico que “todas las obras olímpicas avanzan de forma adecuada, dentro de los plazos para garantizar tanto la realización de los 44 eventos de prueba como de los propios Juegos Olímpicos”.
Fuente: La Razón