Si uno revisa cuidadosamente, no hallará en todo el ámbito de la política nacional, alguien con mayor autoridad moral ni prestigio.
Cuauhtémoc Cárdenas ha unido su trayectoria personal a su labor política. Es un ejemplo de calidad en la izquierda mexicana. Ajeno a dogmatismo y delirios polarizadores, Cárdenas ha vivido en el respeto institucional sin romperse jamás ante los halagos, los elogios o las traiciones. No se quebró ni siquiera cuando sufrió un fraude electoral.
Ante esa circunstancia dejó pasar la revancha o la amargura. Él siguió adelante. Es un hombre de Estado, dicen algunos. Yo no lo considero así; es un hombre de historia.
Por eso sus recientes comentarios en torno a la preocupante circunstancia nacional, agravada (¿o generada?) por el autoritarismo (esto lo digo yo; no el ingeniero), deben leerse, no como un tema personal, sino como un aporte crítico desde el corazón mismo de un movimiento desvirtuado. Al menos una expresión de educado desencanto.
CRÓNICA lo consignó así en sus páginas de ayer:
“…El excandidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas, expresó su preocupación porque no observa fuerzas transformadoras y menos ve en los partidos una propuesta seria para buscar soluciones a los graves problemas de inseguridad, pobreza, desigualdad y en materia económica que atraviesa México.
“No sé de dónde van a salir las fuerzas transformadoras, una más de mis preocupaciones es que no veo en los partidos políticos ninguna propuesta seria para buscar soluciones a los problemas del país, seguramente están por ahí guardados en las declaraciones de principios, pero son documentos que no están a la vista; pero no veo ninguna acción concreta, ningún curso concreto para buscar efectivamente dar atención a los problemas graves del país”, aseveró.
“Al participar en la reunión plenaria del Grupo Plural del Senado, el también fundador del PRD (…) lamentó la caída que se registra en muchas cuestiones importantes en el país como la desigualdad, la violencia y una economía que no crece.
“En ese sentido, consideró que lo primero que se requiere es evitar que «sigamos en este tobogán en el que hemos estado desde hace muchos años y por ello la importancia de revertir esta situación».
Dos temas son notables en su desencanto: el primero, ¿dónde fueron expresados?: en la reunión del grupo más crítico dentro del Senado, lo cual agudiza el sentido de las palabras.
Y segundo, la crítica intrínseca ante la imposibilidad transformadora de un movimiento cuyo propósito o “slogan” es la transformación misma, como fin, método y disculpa ante cualquier realidad. Falla notable.
“…Me parece que desde la ciudadanía tendríamos que estar, entre otras cosas, exigiendo a los eventuales candidatos y a los partidos políticos, qué nos proponen para frenar primero las caídas y luego revertirlas”.
Esa crítica elegante y diplomática a la insuficiencia del gobierno, tuvo además otro planteamiento igualmente importante: ponerse del lado del INE, frente al cerco tendido en su contra por Morena y su líder:
“… Cárdenas –dice la nota de Alejandro Páez–, expresó su preocupación ante el riesgo de que se pretenda “estrangular” al INE por la vía presupuestal y recalcó que la autonomía de ese órgano electoral es fundamental para México. Insistió en que el INE ha demostrado que sirve para tener buenas elecciones por lo cual debe contar con el presupuesto suficiente para que pueda realizar su trabajo y resistir los intentos de regresión electoral”.
Si a eso se agrega su rechazo a la militarización constitucional de la Guardia Nacional y por ende la Seguridad Pública (“…El cuerpo encargado de combatir a la delincuencia debe ser un cuerpo con mando civil…”), el “corpus” crítico, resulta impecable y avasallante, sobre todo porque a sus palabras no se les puede hallar ni un ápice de interés personal o crítica oportunista a un gobierno cuya mejor descripción la encuentra en una imagen: el tobogán, una pendiente acelerada por la inercia…
Rafael Cardona