Gabriel Casillas
Nos encontramos en el 12° día desde que dio inicio la invasión rusa a Ucrania. No hay duda de que la guerra está teniendo consecuencias muy desafortunadas con la pérdida de un sinnúmero de vidas, gran sufrimiento y destrucción física. El mundo democrático ha condenado las acciones del presidente Vladimir Putin y ante la amenaza nuclear, la respuesta inicial ha estado limitada a una serie inédita de sanciones económicas tanto de gobiernos, como de la iniciativa privada. Estas sanciones han desconectado económica y financieramente a Rusia, así como a algunos otros países afines. Rusia y los países que lo apoyan ya están perdiendo muchísimo y están destinados a perder mucho más. Sin embargo, considero que al final, todo el mundo pierde con esta guerra.
Desde el punto de vista económico, la guerra ya se está transmitiendo a la economía global vía dos canales: (1) Rebalanceo de portafolios de inversión hacia activos más seguros (i.e. ‘flight to quality’). Esto se debe al incremento significativo en el nivel de aversión al riesgo, ante la incertidumbre que el conflicto bélico está generando; y (2) el incremento de los precios de varias material primas, principalmente petróleo y los granos que cotizan en los mercados de futuros, que son los principales productos de exportación de Rusia y Ucrania. Sin embargo, la guerra también está generando que se exacerbe el incremento en los precios de otras materias primas y otros productos y servicios. Esto se debe a la expectativa de que las disrupciones a las cadenas de suministro que venimos acarreando desde la pandemia tengan una mayor duración o que inclusive observen un mayor deterioro.
Desafortunadamente existen una serie de preguntas a las que no tenemos respuesta aun y que a su vez retroalimentan la incertidumbre actual, paralizando tanto las acciones, como la toma de decisiones de muchos agentes económicos. Entre las preguntas que considero que definirán muchos temas hacia delante se encuentran cinco:
(1) ¿Cuánto va a durar la guerra? En esta pregunta hay varias preguntas embebidas que desembocan en equilibrios muy distintos para la economía mundial. Tal es el caso del tipo de guerra a la que nos referimos. Se trata de la invasión de Ucrania solamente, o si la guerra escala a nivel global, desde el punto de vista militar, porque económica ya lo es. Asimismo, está la pregunta sobre si termina el conflicto y ya o éste continúa vía una nueva “Guerra Fría”. En mi opinión, esto último depende mucho de si Putin continúa al frente de Rusia o no y considero que esto es clave para el tema de sanciones. En mi opinión, las sanciones tienen nombre y apellido: Son para Vladimir Putin, no para Rusia per se, aunque sea la población rusa quien las esté enfrentando actualmente. Sin embargo, sin Putin al mando, es muy factible que se remuevan las sanciones y esto puede tener un desenlace muy distinto;
(2) ¿Qué papel va a tener el gobierno chino en esto? Hasta ahora China ha mostrado un sesgo a la neutralidad. Sin embargo, un recrudecimiento de la guerra, que desafortunadamente implica un mayor derramamiento de sangre, podría propiciar que el no condenar la invasión, implique ser considerado como falto de sentido humano y enfrentar sanciones económicas, ya sea gubernamentales, de mercado o ambas. Así parece que pueden ser las cosas en pleno Siglo XXI, en un mundo con redes sociales;
(3) ¿Habrá otras disrupciones a las cadenas de suministro que todavía no sabemos que están ocurriendo o que pueden ocurrir? Por ejemplo, las que pueden ocurrir por las restricciones del espacio aéreo ucraniano, bielorruso, ruso u otros más (i.e. los ‘tradicionales’ bloqueos a las rutas de comercio);
(4) ¿Cómo absorberán las empresas la caída de la demanda de bienes y servicios de Ucrania, Rusia y países afines?; y
(5) ¿Cuál va a ser el verdadero contagio financiero? Me refiero al de las instituciones financieras que tienen alta exposición a activos en Rusia, que podrían perder valor en su totalidad, incluyendo créditos que se tornaron impagables, simplemente por haber ‘desconectado’ a Rusia de los principales sistemas de pagos. Asimismo, las ligas entre las instituciones financieras, que prácticamente no se conocen y que podrían llegar a ocasionar un efecto dominó. Por el momento se ve un riesgo contenido debido a las experiencias recientes de rescate financiero de parte de los gobiernos y bancos centrales.
La próxima semana platicaré sobre algunas de las consecuencias que considero que el mundo va a experimentar hacia delante, algunas de las cuales son casi independientes de las respuestas a las preguntas que escribí en este espacio. Entre las más importantes se encuentra la de tener precios más altos, no solo de energía, sino de otros productos en general. La globalización aumenta la competitividad por el lado de la oferta -incidiendo en menores costos-, y por el lado de la demanda, expande la magnitud de mercado, permitiendo dividir los costos fijos entre un mayor número de productos que se pueden producir. Esto tiene una repercusión desinflacionaria. Sin embargo, una guerra de este calibre es un claro obstáculo para la globalización, por lo que debería generar un proceso reflacionario.
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