Juan María Naveja
Al estilo de los diputados, el presidente Andrés Manuel López Obrador paró el reloj, TODOS los problemas que había el 1 de diciembre del 2018 están vigentes y en muchos de los casos agravados, tal vez el más evidente es el avance del crimen organizado que ahora controla más regiones del país. 1168 días después en TODAS las mañaneras en Palacio Nacional se escuchan acusaciones contra personajes del pasado. Sentencia, denuesta, ofende, descalifica a los llamados adversarios mientras se justifica, absuelve o perdona a los propios sin la mínima prueba, solo con la palabra del orador.
¿Cuándo comienzan los seis meses para terminar con la delincuencia?
¿Cuándo los servicios de salud estarán al nivel de Dinamarca?
¿Cuándo el país crecerá al 4 por ciento? (el año pasado realmente decreció más del tres por ciento).
¿Cuándo terminará la corrupción?
¿Cuándo se terminará con los contratos por asignación directa que favorecen a los amigos?
¿Cuándo Pemex dejará de sangrar a la economía nacional?
¿Cuándo disminuirá el número de pobres?
¿Cuándo habrá empleos suficientes?
¿Cuándo sacaremos a la educación del bache en que se encuentra?
Las interrogantes podrían seguir al infinito y al final se concluirá que, salvo en muy pocas áreas, este gobierno está en franco deterioro: la salvaje militarización que se está incubando, los ataques a las instituciones autónomas, la división social promovida por el presidente, el creciente número de homicidios dolosos, el aumento de los feminicidios y una pandemia que ha dejado efectos en todas las áreas de la vida nacional y que tienen a México entre los cuatro peores países en la gestión del Covid-19.
Si hoy fuera 1 de octubre de 2024 el próximo presidente tendría tal cantidad de pendientes que un sexenio parecería poco para regresar a la normalidad (expresión de moda).
La más difícil: construir un verdadero estado de derecho y para lograrlo se necesita una verdadera división de poderes y que cada uno haga lo que le corresponde para entonces enfrentar y abatir al crimen organizado que en las elecciones del año pasado aumentaron sus dominios.
En la materia sería urgente devolverle su tarea a los órganos autónomos.
La más espinosa: regresar a los militares a las actividades que les corresponden, pero sobre todo retirarles los presupuestos con los que han sido cortejados.
La más compleja y tardada: regresar la confianza a los inversionistas nacionales e internacionales y con ello recuperar el crecimiento, aunque sea del 2 por ciento y seguramente construir un aeropuerto de verdad mucho ayudaría a sanar las heridas que dejó Texcoco.
En la misma ruta reencauzar al país en el camino de las energías renovables, hacer de Pemex y la CFE empresas viables.
Entre las muy urgentes: resarcir el tejido social despedazado con la polarización creada desde Palacio Nacional, recuperar el sistema de salud, aunque no se parezca a los escandinavos, devolverle la atención a los quince millones que la perdieron al desaparecer el seguro popular y abastecer de medicinas a los enfermos.
Emprender las siguientes reformas: educativa, electoral, laboral, fiscal, al sistema de pensiones, al campo; solo por mencionar algunas.
Y después de la pausa con España volver a las buenas relaciones internacionales.
Claro, hay que incluir Turismo, cultura, deportes, atención a la infancia, entre otras áreas que han sido desarticuladas o marginadas.
Pero hoy es 10 de febrero de 2022, todavía está lejos el 30 de septiembre de 2024.
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