Nada detiene el caos provocado por la hemorragia criminal en tierra de poetas y célebres próceres independentistas.
Tan solo a dos semanas del inicio de la administración de Héctor Astudillo cincuenta guerrerenses han sido ejecutados. De nada han servido hasta ahora los mil 500 elementos federales desplegados con la llegada del nuevo Gobernador priista.
La violencia desborda incontenible.
Primero que nada, el agónico Acapulco se consagra como la ciudad más peligrosa del país y una de las cuatro más violentas del mundo; en lo que va de 2015, el crimen organizado ha ejecutado a 748 personas.
Pero no sólo Acapulco duele; ninguna de las siete regiones de estado se salva del violento huracán: Cuajinicuilapa, Cocula, Iguala, Tixtla, Chilapa… y súmele.
El Gobierno Federal, acusado de todas las culpas, se empeña en una misión prácticamente imposible: rescatar a una entidad en la cual las instituciones de seguridad han sido desplazadas por los grupos criminales que imponen la maldita ley criminal de la plata o el plomo.
El Secretario de Gobernación, Miguel ángel Osorio Chong, acusa del desastre a los ex gobernadores Ángel Aguirre Rivero y Rogelio Ortega por la negligencia de incumplir el apremio federal para dar cuerpo y forma a instituciones policíacas eficientes, controles de confianza y programas de capacitación. En pocas palabras, la sospechosa ineptitud de ambos exmandatarios, contribuyó a atizar las llamas del infierno guerrerense.
Héctor Astudillo no ignoraba que su estado era un desastre. Ahora, como responsable de la gobernabilidad se ve obligado a actuar simultáneamente como gobernador y procurador de justicia al haber encontrado a su arribo una gran debilidad institucional; clama por más apoyo federal.
Los guerrerenses no sólo son víctimas de violencia, pobreza y abandono a causa de las pésimas administraciones perredistas, también padecen las consecuencias de interminables décadas de cacicazgos locales y el abandono federal.
En el reparto de culpas nadie queda exonerado.
Hablar hoy de Guerrero duele y avergüenza.
EL MONJE LOCO:
Otro estado de emergencia es Tabasco, no sólo por el incendio deliberado de 47 autobuses. La ruptura brutal entre el gobernador Arturo Núñez y su paisano Andrés Manuel López Obrador provoca que también arda el Edén. Núñez, como Astudillo en Guerrero, está amenazado, acorralado, constipado y encabritado.