Alexander Naime
El humilde cronista en tiempos de muros y aranceles observaba divertido, desde la mesa del Café Bombón en la que se había desayunado unos chilaquilitos en salsa verde y su latte que nunca le fallaba, la realidad del mundo. Acostumbrado a ver a los políticos como comediantes de las tragedias colectivas (pues, según él, eso eran) escribía su crónica siempre para sí mismo. Descuidado, al dejar la propina dejó también su escrito y yo curioso (soy el mesero), ni tardo ni perezoso , tome su escrito y lo empecé a leer con el morbo de quien se mete al mundo de los otros. Me encanta, la verdad, el chisme.
“Donald Trump, candidato eterno a la presidencia de USA (pues ya ha anunciado que quiere ir tras un tercer mandato como buen populista de derechas que es) y estrella involuntaria (no se si tanto) de reality shows globales, en una mezcla de nacionalismo económico, show de variedades y fábula mal contada ha convertido a los aranceles en su varita mágica, su látigo y su hashtag favorito. No eran herramientas económicas, sino efectos especiales en su espectáculo de “America First”.
“Para entender este episodio de tragicomedia geopolítica, es útil, como siempre, volver a los clásicos y dos fábulas de Esopo que parecen escritas con anticipación profética para los tiempos de Trump: ¿Quién le pone el cascabel al gato? y La gallina de los huevos de oro.
En la primera, una comunidad de ratones, preocupados por un gato peligroso que no les dejaba salir para buscar comida, propone colocarle un cascabel para oírlo venir. Brillante idea, todos de acuerdo. Pero al momento de ejecutarla… nadie se atreve. En esta versión moderna, el gato no solo ruge (sic): tuitea, desmiente la realidad en vivo y despide funcionarios como quien cambia de corbata. Pero nadie le pone el cascabel y el gato (en este caso Trump) hace de las suyas.
Autoproclamado domador del comercio internacional su lógica es simple, aunque desconectada de toda evidencia: si Estados Unidos tiene déficit comercial, es porque el resto del mundo nos está “robando”. Solución: imponer aranceles a China, México, Europa, Canadá… nadie se salvó. Ni siquiera los aliados. Todos fueron víctimas de su cruzada por una pureza económica que existía, si acaso, en los comerciales de los años cincuenta.
Y así, con maullidos patrióticos y discursos llenos de cifras muchas imaginadas como el imponer aranceles a unas islas sólo habitadas por pingüinos, Trump reventó la segunda fábula: La gallina de los huevos de oro. Durante décadas, el comercio global, con todas sus fallas, permitió crecimiento económico, acceso a productos baratos a los norteamericanos y alianzas estratégicas. Pero Trump, en su afán de “recuperar empleos”, decidió que la gallina de los huevos de oro era un símbolo de debilidad global. Le aplicó tarifas, la amenazó con investigaciones, y finalmente la destripó con tratados renegociados como si fueran capítulos de su antiguo show: “The Apprentice: T-MEC Edition”.
¿El resultado? Aumentos de precios para consumidores estadounidenses, efectos negativos a sus exportadores (especialmente agricultores del Midwest, irónicamente base electoral de Trump) y cadenas de suministro que están entrando en crisis pero no están regresando a casa.
Lo trágico en todo esto, y a la vez cómico, es ver cómo el gato con gorra roja (por cierto made in China) seguía paseándose por el escenario, declarando victoria mientras los huevos de oro escaseaban, la gallina estaba exhausta, pues estaba incendiando el gallinero y luego seguro iba a repartir mangueras…y lo peor como en la fábula destazó a la gallina de los huevos de oro para darse cuenta que solo era, en su interior, una gallina común y corriente…así esta dejando a los consumidores norteamericanos sin huevos y sin oro.
“El personaje, con aspiraciones de emperador y lógica de vendedor ambulante es de caricatura. Grita a los cuatro vientos aranceles disfrazados de justicia poética, tratados como si fueran rifas frente a ciudadanos y una clase política que —como los ratones de Esopo— han preferido callar antes que arriesgarse a ponerle el cascabel a un gato con 80 millones de seguidores y el ego inflado como globo de Macy’s…aunque algunos, más cínicos, ya encargaron el cascabel por Amazon, envío Prime!”…hasta aquí su escrito.
Y me siento, pongo el trapo en la mesa, y me digo que cuando la economía se vuelve espectáculo y los tratados económicos se vuelven escenografía, las fábulas parecen editoriales y el gato…anda suelto.
Correo: contextotoluca@gmail.com