Asombrados por el repentino crecimiento de la imagen de la senadora Xóchitl Gálvez, cuyas mayores derrotas en la vida son las “cruzazuleadas” de su equipo y cuyo máximo error ha sido la botarga jurásica, de pronto todos hallamos en esta mujer –capaz de igualarse en dos semanas con la Sheinbaum de cinco años– los atributos jamás vistos ni en Leona Vicario o en Citlali Hernández, por hablar de dos cimas de nuestra historia nacional; de repente Xóchitl es el todo y las partes, el alfa y la omega, y quizá lo sea, quizá su talento y su temple, su voluntad, su inteligencia cultivada, su habilidad para el mundo contemporáneo, su estructura ingenieril proclive a la precisión y el cálculo acertado; su determinación sean atributos de la verdadera mujer mexicana cuya presencia le vendría bien al Palacio Nacional, ahora habitado por un señor dispuesto a jugar con peluches parlantes en la mofa declinante y el ruin jolgorio nostálgico durante sus conferencias de prensa, pero la experiencia nos dice como las subidas repentinas suelen venir acompañadas, en poco tiempo, por estrepitosos derrumbes y así de los pelos tomo la oportunidad y recuerdo cómo por un discurso en la Cámara de Diputados no faltó quien encendiera los cirios de todas las esperanzas en el altar de Beatriz Paredes, quien obviamente tenía entonces y tiene ahora muchos más méritos y talentos, para luego verla perder dos elecciones en el juego del gobierno de la ciudad, en 2006 y 2012, contra Marcelo Ebrard, primero y Miguel Ángel Mancera, después, y ya vimos os resultados, pero eso no elimina nada en el brillante historial de Beatriz quien ahora busca la gran oportunidad con todo y los farragosos requisitos de una metodología hecha en contra de toda lógica de atracción, la cual ha generado disoluciones repulsivas, como la de ese Comité Ciudadano Electoral cuyo significado nadie entendía de todos modos, pero eso lo podemos dejar para después porque ahora vale la pena seguir con los monumento efímeros de los mexicanos tan proclives a erigir pirámides hoy para destruirlas mañana, como le sucede, por ejemplo, a la señora Ana Gabriela Guevara quien pasó del pedestre analfabetismo de la carrera de los 400 metros al Senado, donde presidió hasta la Comisión de migración, materia en la cual es tan ignorante e iletrada como en todo lo demás, excepto en la mercadotecnia de calzones ajenos y trajes de baño comprados fuera del mermado presupuesto bajo su mala administración, y lo de mermado, se debe a sus malos manejos, no a la escasez original, según dicen los enterados quienes ya lograron la ronquera de tantos gritar sus desviaciones (las económicas), a mañana tarde y noche, pero esos son los beneficios protectores de quien mueve el dedito y repite como dijo su dedito, en el nombre sea de Dios, y así pues nos enfilamos a un rumbo desconocido porque las posiciones no terminan de juntarse y los Morenos ya comienzan a pelearse, con mucho disimulo, eso sí, para evadir la mirada del patrón de todos, pero ya empiezan a quejarse y mire muestra, este anda gastando muchas lanas y aquella me vio feo y este otro se hinca en los altares del Tepeyac o Plateros, benditos sean laGuadalupanalaGuadalupana… y el Santo Niño de Atocha, y si es por los gastos del otro, o por las invitaciones no atendidas al hijo del señor del dedito, como le sucedió a Marcelito, sea como sea, pero como dicen los arrieros, cuando se pelean las mulas nomás las patadas se oyen y entre cascos resonantes y coces de traidora factura, los rijosos disimulan y lo seguirán haciendo hasta el límite de la hipocresía, y si Adán Augusto no levanta y Claudia no supera la anemia de sonrisas forzadas y chillantes discursos de atiplada intrascendencia imitativa, Monreal juega con todas las canicas, porque solamente ese recurso tiene quien nada espera porque nada va a lograr excepto –cuando mucho–, algo similar a lo de ahora, en el largo peregrinar de su vida política en la cual ha aprendido mañas y marañas, lo cual es suficiente para no sentirse fracasado cuando consiga en esta nueva aventura, lo hallado de lo perdido, y cuyo mayor éxito depende de doña Sheinbaum, porque si ella llega a la candidatura presidencial suyo será el destino de la ciudad de México y ni loca le va a prestar la joya de su corona a un señor al cual vomita, odia o al menos no soporta, alentada en este afán por todos los demás tiradores, sean estos quienes ella decida a fin de cuentas, pero si no llega y sus posibilidades enflacan aún más, pues entonces Monreal en una de esas y se cuela al gobierno de la ciudad cuyo título le fue birlado por Andrés Manuel, hace casi seis años, cuando ya se lo había prometido y asegurado, para entregarle la sufrida capital a la ya conocida regenta quien terminó –o prosiguió– la obra destructora (incapaces de sembrar un ahuehuete sin hacer el ridículo) de todos los perredistas y morenos en la historia de la devastada capital, y alguna vez muy noble ciudad de México, la cual ha sido llanada por Charles Latrobe, ciudad de los palacios y no como Enrique Krauze afirma en inexplicable muestra de ignorante ligereza, por don Alejandro de Humboldt, como dijo en un reciente texto en Reforma, pero eso no tiene la menor importancia, como sucede en estos días con casi todo, porque la atención se le llevan la corcholatería y la dificultosa marcha de los opositores quienes tienen su mayor rechazo dentro de su propia organización (o desorganización) a la cual sabotean todos los días y todas las noches, con singular tesón y ardiente frenesí porque ellos solitos le están haciendo el caldo más gordo a Morena y a quien dicen querer compartir, y quizá lo logren, porque en uno de estos acceso, capaz y el señor presidente (como quiere Céspedes), se nos muere… pero de risa.
TALINA
De pronto la cabellera esponjada, rítmica en el balanceo de las guedejas perfectas, brillante en el barniz de su luminosidad nocturna, irrumpió como el marco ideal de un rostro más allá de la hermosura; la chispa inextinguible de sus ojos, la expresión altiva y al mismo tiempo dulce, las enhiestas pestañas y la barbilla suave y enérgica, los pómulos de redonda perfección y la sonrisa capaz de derretir el hielo polar.
–Hola, soy Talina, dijo al extender un brazo cuya longitud emergió de un manto de pieles, con un brazalete de oro.
–Hola.
La conocí impactado por su hermosura y tuve la suerte después de disfrutar su inteligencia; de compartir tiempo y charlas y bromas y mesa con ella, de estar en su casa con Alejandro y escucharla cantar y reír en esa fiesta interminable de su vida, golpeada de manera terrible con la muerte de Mariana.
Hoy, ante su irremediable ausencia, sólo quiero darle las gracias por tantas veces como su presencia iluminó este mundo. Inteligente, hermosa, gentil y amiga. Así la vamos a pensar.
Rafael Cardona