Anton Chéjov, el genial dramaturgo ruso, se hizo famoso, entre otras obras de mayor calidad, por su célebre monólogo sobre los males causados por el tabaco. Obviamente se trata de una pieza satírica en cuyo desarrollo, Iván Ivánovich Niujin, diserta sobre la nada y concluye en el mismo lugar, después de rondar el tema con ideas idiotas como estas, por ejemplo:
“…Por tema de mi conferencia de hoy he elegido el que sigue: «Sobre el daño que el tabaco causa a la Humanidad».
“Yo soy fumador…, pero como mi mujer me manda hablar de lo dañino del tabaco…, ¡qué remedio me queda!… ¡Si hay que hablar del tabaco…, hablaré del tabaco!… ¡A mí me da igual!… Eso sí…, les ruego, señores, que escuchen esta conferencia con la debida seriedad… Aquel a quien una conferencia científica asuste o
desagrade…, puede no escucharla y retirarse… (Se estira el chaleco.)
“Solicito también una atención especial por parte de los señores médicos…, ya que estos pueden sacar gran provecho de mi conferencia…, dado que el tabaco, a pesar de su carácter perjudicial, es empleado también en medicina.
“Si, por ejemplo, metiéramos una mosca en una tabaquera…, moriría, seguramente, víctima de un desequilibrio de sus nervios…”
La supuesta conferencia se parece a los discursos mañaneros de ciertos políticos mexicanos, expertos en el arte de hablar sin decir algo importante. Nada los compele a la precisión.
Como sea Chéjov concluye el monólogo, con estas palabras:
“¡Señores! ¡El tiempo fijado para esta conferencia ha expirado ya!… ¡Les ruego…, si ella les pregunta algo…, digan que ha
sido pronunciada…, que el fantoche…, o séase, yo…, se portó dignamente!… (Echando una mirada a un costado y aclarándose la garganta.)
“¡Está mirando hacia aquí!… (Alzando la voz.)
«¡Una vez admitido que el tabaco contenga en sí el terrible veneno a que acabo de referirme, en ningún caso les aconsejo que fumen, y hasta me permito esperar que esta conferencia, que ha tenido por tema «El daño que hace el tabaco», les aporte un beneficio…
“He dicho… Dixi et animam levavi (Dije y salvé).»
Así, el actual gobierno mexicano, despreciando la sabiduría de los pueblos originarios americanos a quienes les debemos el hábito de fumar la hoja seca, picada para pipa o enrollada o en rollo de papel o en el estado simple de la hoja sobre sí misma –puro, habano, vitola, etc–, , en abierto desprecio por el oficio tabaquero de Don Benito Juárez…
“…Juárez estuvo prisionero en la ciudad de Xalapa (INAH); más tarde fue encarcelado en el Fuerte de San Juan de Ulúa; posteriormente, viajó a La Habana para de ahí trasladarse a Nueva Orleans en Estados Unidos.
“Durante su estancia en esa ciudad sufrió muchas privaciones; pero también hizo amistad con otros liberales como José María Mata, Melchor Ocampo, José Guadalupe Montenegro y Ponciano Arriaga, con quienes organizó una junta revolucionaria.
“Para poder sobrevivir, tanto Juárez como Mata prestaron sus servicios en una fábrica donde enrollaban puros y cigarros. Cuando supieron de la revolución de Ayutla, que encabezaban el viejo insurgente Juan Álvarez y el político moderado Ignacio Comonfort, decidieron retornar a México…”
Juárez –según la 4 T–, habría evadido con su complicidad humeante, las consideraciones de la nueva ley antitabaco, entre las cuales están estas:
“Considerando (que es gerundio) … Que el artículo 4o de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos consagra el derecho humano de toda persona a la protección de la salud y a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar, y establece que en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez; bla, bla, bla.
Total. No se pueden exhibir ni consumir productos de tabaco. Punto. Ni bajo techo ni al aire libre, ni en la playa ni en el Zócalo.
¿Y aquello de prohibido prohibir? Puro cuento.
Rafael Cardona